¿Tolerar a los intolerantes?

MA
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1 de junio de 2021
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01:08 am
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¿Tolerar a los intolerantes?

La paradoja de Popper
Jairo Núñez

Las multitudinarias protestas en toda Latinoamérica se han incrementado tanto en intensidad como en frecuencia en los últimos años. Ese mismo grado de ímpetu se ha visto incluso en los Estados Unidos de América. El descontento social es notable en todo el continente y el derecho a la protesta es universal y totalmente válido, pero ¿qué pasa cuando estas protestas exceden los límites de lo razonable? ¿Se deben soportar las protestas violentas que resultan en el daño a terceras personas o a la propiedad privada? ¿Debe el Estado hacer uso de la fuerza para contrarrestar la violencia? ¿Hasta dónde una sociedad puede tolerar la intolerancia?

Son preguntas que surgen cuando vemos a multitudes hacer uso de su legítimo derecho a la protesta, pero que a su vez comienzan a agredir a terceros, a las fuerzas del orden público o a dañar la propiedad privada. El sociólogo alemán Max Weber define al Estado moderno como “una asociación de carácter institucional que goza del monopolio de la fuerza y de la violencia legítima dentro de un territorio determinado”. Siguiendo esta definición, en efecto el Estado puede ejercer ese monopolio de la fuerza y muchas veces lo hace con ex-cesos, pero en otras ocasiones no, dando lugar a la toleran-cia que provoca casos extremos. Ante este tipo de situacio-nes surge la famosa Paradoja de Popper, la cual plantea lo siguiente:

“La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aque-llos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra los abusos de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia”. Este escrito aparece en el capítulo 7 del libro “La sociedad abierta y sus enemigos” publicado en 1945 por el filósofo liberal de origen aus-triaco, Karl Popper. El contexto del planteamiento de dicha paradoja fue el de la Segunda Guerra Mundial. Popper estaba totalmente en contra de toda ideología colectivista y radical ya que pensaba que siempre desembocaría en violencia ex-trema como el nazismo, el comunismo y el fascismo.

Sin embargo, es curioso que esta paradoja ha sido sacada de contexto por colectivos extremistas, tales como el BLM en Estados Unidos, entre muchos otros grupos radicales en todo el continente tomando como bandera de batalla la paradoja de Popper y citándola con el fin de justificar su vio-lencia, pasando por alto que fue planteada precisamente para lo contrario e ignorando que el mismo Popper aclaraba más adelante en la misma obra que “con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intoleran-tes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumen-tos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión públi-ca, su prohibición sería, por cierto, poco prudente”.

Con esta última parte, Popper dejaba claro que, a pesar de encontrarse con posiciones extremistas, la libertad de expre-sión debe prevalecer, sobre todo, no mediante censura como acostumbran a hacer estos colectivos intolerantes que no permiten tan siquiera el sano debate y que acuden a insul-tos, etiquetas y hasta agresiones físicas, descalificando las opiniones que no les favorecen con el objetivo de no debatir. La democracia hoy más que nunca corre peligro. El viejo enemigo de la censura vuelve a aparecer ahora disfrazado en los nuevos trajes de la corrección política, tan amplio y lleno de colores que puede confundir hasta a la mente más culta y democrática.

Como conclusión, podemos decir que si bien es cierto que la Paradoja de Popper pareciera indicar que no debemos tole-rar la intolerancia (precisamente porque es una paradoja, o sea una figura de pensamiento que consiste en emplear ex-presiones que aparentemente envuelven contradicción), este planteamiento de Popper va orientado a darle participación expresiva incluso a los más intolerantes, pero que es una obligación para los defensores de la libertad argumentar esos pensamientos, debatirlos con premisas válidas bajo el manto del respeto y de las sanas reglas de la batalla de las ideas ya que, por ningún motivo se debe restringir la libertad de expresión en una sociedad abierta y democrática.

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