Por: Fernando Berríos
Periodista
Si por algo debemos estar muy agradecidos los hondureños es por el nivel de abastecimiento de alimentos, los cuales, de una o de otra manera, no han faltado en la mesa de la mayoría de los hondureños.
Una pandemia como la covid-19, que nos mandó a un confinamiento golpeando con severidad la economía nacional y familiar, no solo supone un riesgo para la salud sino para la seguridad alimentaria de los hondureños.
Sin duda alguna fueron muy acertadas las decisiones tomadas a tiempo en el sentido de apoyar a los productores con créditos muy blandos de 8.7 y hasta 5 por ciento, así como la facilitación por parte de Banhprovi de recursos suficientes, asistencia técnica, garantías y democratización del acceso al financiamiento.
Los productores agrícolas no solo debían tener las puertas abiertas de par en par para acceder a recursos “blandos” sino que debían ser apoyados con bonos especiales para enfrentar las consecuencias de la pandemia.
Y más imprescindible se volvieron estos apoyos cuando el país fue partido en pedazos por dos huracanes mortíferos: Eta e Iota, los cuales destruyeron las capacidades productivas en la mayoría de departamentos de Honduras.
Si de rendir honores se tratara, nuestros agricultores deberían ser galardonados con el primer lugar porque para ninguno de ellos fue fácil lo que enfrentaron.
Estos productores no solo arriesgaron sus vidas, saliendo a los campos de cultivos cuando todos estábamos encerrados protegiéndonos de la covid-19. Y más heroico fue lograr que sus productos llegaran finalmente a los centros de consumo, donde una población desesperada se aglomeraba por obtenerlos.
Detrás de cada grano, de cada fruta y verdura, está el esfuerzo, el coraje y la valentía de nuestros productores nacionales.
Ellos fueron parte de toda esa cadena de valor que garantizó nuestra seguridad alimentaria y que lo sigue haciendo a pesar de todos los escenarios adversos que tuvieron que enfrentar.
De ahí que nos llena de alegría escuchar a las autoridades del Instituto Hondureño de Mercadeo Agrícola (IHMA) que, para bien de todos los hondureños, se descarta un desabastecimiento de maíz y frijoles, dos productos que no pueden faltar en la canasta básica alimenticia de las familias.
Actualmente, el IHMA tiene una reserva estratégica de 77 mil quintales de frijol, lo cual es muy bueno si recordamos que hace una década Honduras tenía que recurrir a las importaciones de grano africano, lo cual era bochornoso en un país con exquisitas tierras y con un clima bastante generoso para la agricultura.
Esta reserva no solo garantiza la seguridad alimentaria de los hondureños sino que también genera un balance en el mercado, impidiendo así que los acaparadores hagan su agosto en mayo o junio.
Además, para dimensionar la importancia de esta reserva de frijol, es clave recordar que en junio de 2020, apenas a unos meses del encierro por la pandemia, solo teníamos 26,000 quintales.
Triplicar esa reserva ha sido un logro de los productores pero también de todas aquellas instituciones nacionales o privadas que sí creyeron que era posible producir, aun en escenarios de tragedia, luto y destrucción.
Estamos a mes y medio del fin de la cosecha de primera y las expectativas siguen siendo muy buenas para todos.
En el caso del maíz destacamos que Honduras produce 11 millones de quintales, es decir, nos acercamos cada vez más a cerrar ese déficit de 4 millones que faltan para satisfacer la demanda nacional, la cual ronda los 15 millones de quintales.
Para bien de los productores, la carga de maíz se cotiza a 750 lempiras, es decir, un precio justo para el productor pero también para el consumidor.
El IHMA, como un garante de las relaciones ganar-ganar entre productores y consumidores, paga la carga de maíz a 800 lempiras, asegurando así precios justos y mercados seguros, dos condiciones que incentivan la producción.
¡Enhorabuena! por nuestros productores, ellos también son héroes de primera línea.
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