La ardorosa sed de ZEDE del Partido Nacional (3)

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4 de junio de 2021
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12:05 am
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La ardorosa sed de ZEDE del Partido Nacional (3)

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Ni generar espacios de empleo mucho menos promover el desarrollo de Honduras, fueron ingredientes primordiales con que Porfirio Lobo y 125 diputados -al mando de Hernández Alvarado- amasaron el Decreto de las ZEDE, cuatro años después del golpe de Estado de 2009. A la distancia, es razonable inferir que la apertura de enclaves zonales había sido considerada en los planes bursátiles del madrugón. Solo de esta manera pueden dimensionarse, de un lado, el costo que significó “reunir” tantas voluntades -entre nacionalistas y liberales- y, de otro, engendrar el monstruoso entramado legal que no paró mientes a la hora de arremeter contra la Constitución, la soberanía y la integridad del territorio hondureño.

El furor y el codicioso desespero del oficialismo por profundizar y extender las ilícitas ZEDE, dan motivo para establecer que sus fundadores detentan intereses accionarios a trasmano y probablemente un segmento de ellos mantienen las intenciones de refugiar sus pecados en tales paraísos, por lo cual blindaron su existencia y harán todo lo que tengan que hacer para seguir en el mando y retardar ir al “mamo”.

Preventivamente consignaron en el artículo 45: “La presente Ley Orgánica solo podrá ser modificada, reformada, interpretada o derogada por dos tercios (2/3) favorables de los miembros del Congreso Nacional. Será necesaria además la celebración de un referéndum o plebiscito a las personas que habiten la zona sujeta a régimen especial cuando su población supere los cien mil habitantes. De ocurrir la derogación de esta Ley Orgánica, la misma se mantendrá vigente por el plazo señalado en la cláusula o contrato de estabilidad jurídica firmado con personas naturales o jurídicas que residan o inviertan en las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE). El período de transición no podrá ser menor de diez (10) años; durante ese tiempo se mantendrán en vigencia los derechos de los habitantes e inversionistas”.

Para congraciarse con algunos sectores, acordaron abrir uno o varios fideicomisos “distribuidos en proporciones iguales” y para los fines siguientes: 1) La quinta parte para un fondo en favor del Poder Judicial; 2) Un fondo para proyectos comunitarios y departamentales de conformidad como lo determine el Poder Legislativo; 3) Un fondo de proyectos de desarrollo, infraestructura, seguridad y de carácter social según prioridades del Poder Ejecutivo; 4) Un fondo para proyectos municipales de conformidad con sus proyectos de inversión; 5) Una quinta parte para la defensa de la soberanía nacional mediante el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas.

Por otro lado, como legislando para sus feudos y refugios, autorizaron a las ZEDE tantas prerrogativas como artículos tiene la ley. Léase una de ellas 31: “La regulación de la navegación marítima y aérea, así como el control de los puertos y aeropuertos en la jurisdicción de las ZEDE estarán bajo su responsabilidad, pudiendo establecer las tasas que estas consideren adecuadas”. Una más: Las ZEDE “deben establecer sus propias políticas educativas y curriculares en todos los niveles. El ejercicio de las profesiones o grados académicos dentro de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico no estará condicionado a colegiación obligatoria o asociación. No obstante, podrán (-no dice deberán-) requerir la acreditación académica correspondiente para el ejercicio de determinadas profesiones (Art. 34).

He aquí el porqué de la ardorosa sed de ZEDE del cerrado grupo político gobernante, y por qué busca otro cuatrienio en las urnas de noviembre un partido que nunca ha sido en verdad “nacional”, detrás del cual “zopilotean” mercaderes, extranjeros “hondureñizados” y dólares al por mayor.

De no ponérsele freno a esta absoluta y antipatriótica barbaridad, el país que se engullen podría tomar el brutal nombre de ZEDE, dividido en 18 grandes zonas (exdepartamentos) y 228 subzonas (exmunicipios), pues como ya decía Morazán, en febrero de 1842, “la codicia no conoce límites cuando encuentra un pretexto en qué fundar sus pretensiones y un apoyo en la arbitrariedad de un gobierno poderoso”.

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