El mejor negocio

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5 de junio de 2021
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12:05 am
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El mejor negocio

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Una vez que los políticos comienzan a disfrutar de las mieles del Poder, ya no están dispuestos a dejar sus privilegios, así se celebren todas las elecciones posibles o pretendamos aplicar un plebiscito para ver si se quedan o se van al carajo. Es natural: el Poder es la vía más fácil y segura para hacer negocios personales. No existe otra.

En todo gobierno -corrupto, por supuesto-, se efectúan dos tipos de transacciones: la legal, es decir, las que se establecen de manera bilateral entre un país y otro, y las que se hacen de manera discrecional a nombre de un grupillo que no aparece en el organigrama estatal. Cuando un gobierno establece relaciones comerciales con otro país, los dos resultan beneficiados, no importa si a cambio de maquinaria tengamos que ofrecer café o cacao: se benefician los productores, las agencias intermediarias, y el gobierno que recibe los impuestos por concepto de esas transacciones. Esos impuestos se utilizan para cumplir con los asuntos sociales del Estado, de modo que también la sociedad obtiene utilidades de los intercambios comerciales. En conclusión: las ganancias, directas o indirectas, pueden favorecer a millones de personas en un país.

La otra manera de hacer negocios es la personal. Los políticos se dieron cuenta de que podían obtener dividendos de manera discrecional, si aprovechaban el cargo en el gobierno para hacer componendas bajo la mesa, de modo que las ganancias no fuesen repartidas entre miles ni cientos, sino entre unos cuantos. Para ello era menester contar con los agentes primordiales que participan en toda cadena de valor: el que demanda, el que oferta y el encargado de la logística. El que oferta ocupa un puesto estratégico en el gobierno; el que demanda se encuentra fuera del sistema estatal, y el intermediario es cualquier funcionario con cierto poder de decisión. Como sabrán, los beneficios de las “transas” se consignan en forma de negocios “multiniveles”, de modo que las grandes ganancias se quedan en el grupillo estratégico, y luego van disminuyendo de cuantía, a medida que descienden dentro del envilecida estructura organizacional. En los escalafones más bajos, un sencillo almuerzo y una gaseosa aseguran el feliz término del oscuro contrato.

Como podemos apreciar, el negocio comienza desde arriba, y más abajo va adquiriendo otras connotaciones. Cualquier funcionario de mediana categoría ocupa un puesto político. Ha sido colocado ahí debido a su participación electorera pegando afiches o asistiendo a las concentraciones del partido en el poder. Su recompensa: la chamba asegurada por cuatro años, más las transacciones dolosas que podrá llevar a cabo, según el plan de arbitrios de la pandilla que señorea la institución. No importa si el “servidor” ha recibido una educación familiar ubérrima de valores ejemplares; en los países del Cuarto Mundo, la honestidad se va al carajo cuando existen necesidades apremiantes, ya sea llevando alimentos a casa o -mejor aún-, debutando como el nuevo magnate del “Jet-set” del subdesarrollo.

Todo aquel mediocre que fue a hacer nada a la universidad y que carece de las competencias para ser un emprendedor exitoso, llega un día en que comienza a merodear las sedes de los partidos para ver si encuentra la oportunidad de colarse en la planilla oficialista, invocado, según él -o ella-, por el “calling”, popular y divino. Su única motivación: obtener poder, porque, ¿Quién no querría tener dominio sobre otros, mientras disfruta de viajes, viandas y sexo, mientras su cara resplandece en alguna portada de Fortune o de Vanity Fair versión en español?

Bueno, eso lo explica todo. Cuando se está en las alturas del poder de una nación, nadie quiere soltar el bastón de mando presidencial. Aunque se tenga que torcer la ley electoral, o se deban manipular las encuestas de opinión, o se paguen cuantiosas sumas a los congresistas, la cadena de valor no se puede poner en riesgo. De otra manera, ¿Alguien ha visto, en algún lugar del planeta, que las leyes se modifiquen para beneficiar a los opositores? Desde luego que NO. Ese negocio no se suelta así por así.

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