LOS ADORNOS

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5 de junio de 2021
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12:13 am
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LOS ADORNOS

EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS

PESE a que la pandemia tiene a los negocios agonizando y a las familias acabadas, toca el sopapo de bienes inmuebles. Los altos valores que ahora se pagan es debido a un ajuste hecho por la municipalidad a los valores catastrales de las propiedades. En forma furtiva se ingeniaron manera para sacarle más al cliente, subiéndole el precio a su inmueble. Al aplicar el mismo porcentaje a un valor más alto incrementaron la contribución en un monto superior al que se venía pagando. El alcalde explicó en su oportunidad que no hizo otra cosa que emparejar el valor de las propiedades. Solo que, como resultado del emparejamiento, muchos capitalinos duplicaron y hasta triplicaron el monto de los impuestos que pagaban a la alcaldía en años anteriores. Cientos de negocios han cerrado consecuencia de la contracción de los mercados por la pandemia. Hay colgados rótulos de “se vende” o “se alquila” esta propiedad por todos lados. Familias enteras, miles que se quedaron sin trabajo, disponen de sus pertenencias, rematan sus vehículos y otros haberes para sobrevivir.

Sin embargo, pese a los apuros, todos tienen que pagar, aparte de otros impuestos municipales, el que corresponde por los bienes inmuebles. Por sus viviendas o sus solares. Igual los dueños de negocios por sus establecimientos, los industriales por sus instalaciones, los propietarios de locales, de edificios y de complejos comerciales, los microempresarios por sus talleres. Si antes la golpeada clase media era una quimera, hoy con tanta carga encima y sin ingresos, sufriendo los estragos de la peste, está al borde de la extinción. Ya no forma parte ni siquiera del ornato de la ciudad capital. También, a propósito de chunches ornamentales, las organizaciones gremiales empresariales de la localidad, encargadas de velar por el interés de sus agremiados y, de paso, por los activos de la ciudad, son otro adorno. Ni remedo de lo que antes eran las cúpulas empresariales que, cuando sintieron que el régimen militar atentaba contra los principios básicos de la iniciativa privada, se pararon en treinta y de frente se fueron a la oposición. Hoy, ninguna de las cámaras o asociaciones empresariales ubicadas en la capital ha mostrado entereza equivalente. No han tenido siquiera el suficiente ahínco de abogar por el interés dañado de sus agremiados durante esta calamitosa situación que se atraviesa. Dejaron que cerrara Toncontín con pasmosa resignación. No pudieron conseguir una manifestación de la alcaldía municipal opuesta a la liquidación de ese atesorado activo de la ciudad.

Y si hubo silencio en lo del aeropuerto capitalino, no se escuchó decir ni pío respecto al pago de estos onerosos impuestos de bienes inmuebles. Pese a la magnitud demoledora de la pandemia sobre los ingresos ¿qué gestión han hecho por que la autoridad dé facilidades, moratorias y hasta reducción de la pesada carga que le toca soportar a contribuyentes acabados? Ahora que es evidente la merma dramática de la economía en la ciudad capital, ¿qué plan operan –en conjunto con la alcaldía– de rescate, de asistencia, de apoyo, de rehabilitación a la fracturada columna vertebral de la ciudad? Aclaramos que no hay animosidad alguna hacia la Cámara de Tegucigalpa, ya que parecido aplica a otras asociaciones gremiales que debiendo velar por el interés de sus agremiados, permanecen inertes en las esquinas –solo mosqueándose cuando se trata de la defensa de su aprieto particular– como si fuesen bonitos adornos. A nadie se le antoje asumir que estas quejas tienen que ver con cuestiones de índole política. Nos enfocamos a lo local, porque aquí es donde estamos ubicados y nos acaban de pasar los recibos para el pago de bienes inmuebles. Pero, como decíamos ayer, iguales consideraciones aplican a las demás alcaldías del país y a otras cámaras y asociaciones empresariales.

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