Sucedió …

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5 de junio de 2021
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12:29 am
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Sucedió …

“La gatera”. Las gradas de la Hoya abrazaron su historia. El inmueble queda como un símbolo de la disciplina estudiantil de aquellos años.

¡HOLA, hola! amigos lectores en la Honduras de acá y de allá. Por las limitantes que atravesamos con este maldito virus, ahora más que nunca a nuestra gente le gusta recordar aquellos tiempos -que no sabíamos y quizá – nos mostraron cosas mejores.

Respirábamos relativa calma. La vida no fue tan azarosa como ahora. Pero como dijo Heraclito: “Nada es, todo fluye”, nada es estático, todo es mutante. Cambia.

Con tan solo una plática entre amigos de antaño, una vieja canción, una foto del ayer, vienen las aromáticas reminiscencias. Volvemos a añorar aquellos llamados “buenos tiempos”. Podría ser que no fueran “tan buenos” como los pintamos, pero…a muchos les gusta recordar.

Por ello y más, les enviamos estas entregas. A menudo nos cuentan que son ya parte de las tertulias en cafés, en el trabajo y en cualquier lugar en donde se reúnen.

Como don Camilo Castro. Reside en barrio La Pagoda, pero, ya jubilado, una vez a la semana – nos dice- va a los cafés situados en Cascadas Mall. “Aquí encuentro -relata- a muchos amigos, excompañeros de escuela, del colegio y nos ponernos a comentar sus escritos. Ya le hemos aportado muchas cosas que después vemos”.

Va el “gracias” y prosigue.” Bailé en aquellas “cocacoladas”, fui al cine Variedades, al Clámer, hasta el “pulgero” Lux, jejeje. Era tan sano todo, comparado con lo de hoy, que le cuento a mis nietos y creo que atrás de mí…se ríen. No creen”.

Las Palmeras. Comayagüela. Aquí quedaba ese famoso bar que luego se convirtió en “La Tortuga Morada”. Enfrente del también desaparecido cine Moderno.

ESTUDIO

Se asegura que la juventud de un ayer era más estudiosa. Hoy las bibliotecas- por las circunstancias que pasamos – permanecen cerradas. Pero desde mucho antes, lucían huérfanas de estudiantes y público en general. Las computadoras, tabletas y el celular ya habían sustituido cualquier visita de consulta o de lectura.

Un ayer, el maestro era la autoridad máxima después de los padres. Después les perdieron el respeto, igual a los papás en el hogar.

El alcoholismo, la irresponsabilidad paterna, el trabajo de ambos, la adicción a los celulares, esa música reggaetón con mensajes degradantes y un sin número de factores más, ha incidido en la conducta de esta juventud, según los sociólogos.

En los años sesenta, había en el barrio La Hoya un lugarcito que era el epicentro en donde se reunían los estudiantes de diferentes colegios a estudiar. En esos salones había un silencio sepulcral. Todos imbuidos en sus obligaciones colegiales. Se llamaba “La gatera”

Este proyecto de un cura al que solo se le conocía como “el padre Vega”, fue un referente del comportamiento de los estudiantes de entonces. El inmueble se situó precisamente besando las famosas gradas de “La Hoya”. Usadas para dar direcciones en la capital por su carente nomenclatura.

Más de alguna vez fuimos ahí con mis compañeros de clase del Instituto Central. El colegio quedaba a unas cuantas cuadras, en la plazoleta La Merced. Solíamos ir a realizar tareas en equipo.

Otros nos cuentan que también se realizaban torneos de ping-pong. No se sabe cómo y por qué la famosa “Gatera dejó de funcionar y con ello murió el entusiasmo por estudiar con disciplina.

Tampoco el porqué de su nombre. Un enigma se teje alrededor de él. Lo que sí se sabe es que muchos que la visitaron, al pasar por ahí…los envuelve la nostalgia de los que dijimos al comienzo. Aquellos” buenos tiempos”.

“El Bosque”. Según parroquianos de “aquellos entonces” aquí funcionó una cantina con este nombre, en el mero centro capitalino.

OTROS

Vamos a la gente mayor. También son recordados los lugarcitos que eran el refugio de los bohemios de aquellas épocas. Se trataba de rincones en donde al calor de los tragos de licor las fantasías afloraban.

Se volvían poetas, técnicos de fútbol, grandes jugadores de fútbol contando sus proezas en el campo, sus amoríos con lindas féminas que los perseguían por ser “guapos caballeros”, analistas de la realidad nacional, trovadores…

Bueno. En esto, hoy nada ha cambiado cuando hay licor de por medio. Solo los lugarcitos aquellos que ya no están.

Para continuar contándoles, síganos en el recorrido en el tiempo. Cruzamos uno de los puentes que divide Tegucigalpa y nos vamos ahora a Comayagüela. Los finos y asiduos lectores, compatriotas Héctor Alcides Hernández y Juan de Dios Gutiérrez (desde hace tiempo residiendo y gente triunfadora en los Estados Unidos) nos cuentan de uno de esos lugarcitos.

Hizo furor entre su clientela por su servicio en los años 60s y 70s. Entre tragos de aguardiente y abundante boca.

“Ese no era estanco, tenía su caché –nos dicen los apreciados amigos- se llamaba “Palmeras”. Después cambió a “la Tortuga Morada”. Otro. Se situaba en la esquina frente adonde empezaba la Escuela Lempira, ya en la quinta avenida. Pulpería San José, la famosa. Vendían chicha a cinco centavos el vaso”.

AYER Y HOY. ”La India”, frente al parque Central. Al fondo, en el segundo piso de aquel vetusto edificio “Los corredores” funcionó esta famosa cantina. El viejo armatoste de madera podrida se incendió en los años 60s. Hoy usted ve aquí el edificio Midence Soto.

EL BOSQUE

Otro que los parroquianos de aquellos tiempos recuerdan es la cantina “El Bosque”. ¿Ha pasado usted por el pasaje “Fiallos Soto” en pleno casco histórico de la capital? Precisamente contiguo al edificio que alberga la Alcaldía Municipal – cuentan- quedaba este lugarcito. Ahora va a reparar en ese sitio.

Era visitado por bohemios. Entrenadores de fútbol de esa época, grandes jugadores que hicieron historia. Después de los partidos en el Estadio Nacional se venían a celebrar. Triunfo, derrota o empate era lo mismo. Siempre “El Bosque” los esperaba para festejar.

A unos cuantos metros adelante quedaba otra cantina. “La India”. Nos cuentan que era un lugar lúgubre, semioscuro, en donde las virutas de humo de los cigarrillos inundaban el ambiente, reflejándose en trasluz con la ayuda cómplice de la entrada débil de un rayo de luz.

Famoso porque aquí pasaban algunos de aquellos poetas, escritores y periodistas de la generación histórica de los años 30, saciando su bohemia. Muchos aquí escribieron sus famosos versos. Eran visitantes consuetudinarios.

Hombres que como humanos tenían su preferencia por el licor pero que hoy, ya fallecidos, son referentes de las letras, símbolos de la brillante producción literaria de esos tiempos.

Comayagüela. También la envuelve su historia.

ANECDOTAS

Cuentan, entre tantas anécdotas, que uno de ellos (por respeto a sus descendientes omitimos su nombre) el bardo, cuyos poemas son reconocidos internacionalmente, estaba “medio fondeado”, sentado en el piso, en las afueras de “La India”.

La gente iba y venía por este paseo llamado antes “Los Corredores”. Hoy, edificio Midence Soto.

Uno de los transeúntes, hombre rico en ese entonces, le gritó una frase hiriente preñada de desprecio: Quítate cabr… deja de estorbar la pasada bolo de mier….”.

A lo que aquel beodo, pero sobresaliente poeta, súbitamente le respondió con una sonora voz a la orden de su garganta aguardentosa: “¡Peor vos que sos mier… de bolo, hijo de p… “!

¡Vaya!

Y por hoy hasta aquí. hemos dejado otra Huella imborrable en el pedregoso camino de un ya largo trajinar.

QUE DIOS NOS CUIDE A TODOS.

( Comentarios y más a mi correo [email protected] y en mi FB. Carlos Arturo Matute)

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