VIENEN Y VAMOS

MA
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8 de junio de 2021
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12:25 am
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VIENEN Y VAMOS

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EN horas de la mañana iba ganando la Fujimori, y ya en horas del mediodía, con el 94.8% de las actas escrutadas, en la medida que, a puchitos, ingresaban los votos rurales, la rebasaba el izquierdista de sombrero de paja de ala ancha. Y como caballo que alcanza pasa, de momento va arriba por una diferencia de 55 mil votos. Es el vaivén entre las zonas urbanas que le apuestan a proteger el sistema neoliberal y la ruralidad comprometida a un vuelco radical hacia la izquierda. El margen de diferencia es de infarto. Lo último que ingresará al tablero será el voto en el extranjero. Pueden pasar varios días sin resultados concluyentes. Sin que se sepa a ciencia cierta quién se acomoda en la silla presidencial. Lo que solo es una parte de la pelea, ya que la composición de un congreso disgregado entre distintos partidos, hace la gobernabilidad más cuesta arriba. Perú ha tenido 4 presidentes en los últimos cuatro años, caracterizados por fuertes enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Legislativo.

Faltan por contabilizar las zonas más remotas del país y los votos de quienes viven en el exterior, cuya afluencia a las urnas fue masiva en varias de esas ciudades. Así como los de afuera de las ciudades favorecen a Castillo, los de más afuera, los residentes en el extranjero, parecieran favorecer a Fujimori. Aunque no solo de esto se trata, de una división entre izquierdas y derechas. Sí, por supuesto que pesó en el ánimo colectivo el temor al comunismo al estilo del arruinado sistema venezolano versus la ultraderecha cortada al molde de la dictadura fujimorista. Pero también ha sido un duelo de personalidades. Del relativo liderazgo que cada uno ejerce entre sus fanáticos simpatizantes, pero además de la mala imagen que acarrean ambos contendientes. Donde el voto no necesariamente es a favor de uno o del otro sino en contra de aquel y de aquella. En la primera vuelta ganaron primero y segundo lugar con un margen minoritario de sufragios. Quedaron de finalistas, solo por el desparrame electoral. Por la dispersión de votantes regados entre los otros 22 partidos que participaron. Por mucha crítica que le caiga encima al sistema bipartidista, pero esa disfuncionalidad electoral que, en aras de la democracia abre el espacio a tantos partidos, hace inmanejable el ejercicio del poder. Por ese camino vamos aquí también. Si ya sociedades, partidas por la mitad, con bandos que se odian entre sí, no se ponen de acuerdo en lo básico, menos que lo hagan cuando impera ese desguace de los partidos.

Cada vez las campañas son más divisivas, lindando en la intolerancia. Allá en Perú la campaña pareció ser un pugilato entre el malquerido agonizante padre de la candidata, y el desprestigiado exgobernador y líder del partido Perú Libre del otro candidato, Vladimir Cerrón. Y si las campañas son feroces –ahora que las redes sociales son una cloaca abierta usadas más que otra cosa para denigrar– los gobiernos resultan ser un desastre. Ya de por sí gobernar es una tarea complicada de armar pedazos de un rompecabezas. Si solo se tratara de resolver gigantescos problemas. Pero es de hacerlo lidiando con intereses tan dispersos. Intereses que deben armonizarse para alcanzar consensos, cada cual negociando no en aras del país sino de su propio interés. Así las cosas, con semejante polarización, quien gana la elección pierde. Como decíamos ayer, a propósito de los maderos de San Juan, donde unos vienen y otros van. Los peruanos vienen, aunque con el resultado de esa elección no vayan a ningún lado, mientras nosotros hasta ahora vamos. Aunque si los políticos no escarmientan en sus conductas, con todo ese descontento que anda flotando –y si echan la segunda vuelta a la basura– también vamos a ir a una elección; pero quién sabe si nos vaya a llevar a algún lado. Hay tiempo, poco, pero tiempo hay todavía. Si se desperdicia y se ignoran las alarmas, ni el Sisimite, con sus hábiles malabares, podrá atemperar lo que se viene.

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