UN EMPUJÓN

MA
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9 de junio de 2021
/
12:25 am
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UN EMPUJÓN

GANADORES Y PERDEDORES

EN estos días toca el pago del decimocuarto mes de salario. Hay sentimientos encontrados. El respiro para la clase trabajadora –que pasa por esta mala racha del coronavirus– es a costa de un fuerte sacrificio de los patronos. Muchos negocios agonizantes, golpeados por la contracción de los mercados y el achicamiento de sus ingresos, a duras penas reúnen lo necesario para el pago regular de la planilla mensual. Así que no deja de ser una carga adicional para las compañías, sufragar en un mes dos cuotas equivalentes de salario a los trabajadores. Infinidad de empresas obligadas a bajar sus costos de operación han tenido que disminuir su actividad mercantil y reducir su fuerza laboral. Muchos hondureños quedaron sin trabajo. Los rótulos colgados de venta y alquiler de propiedades son testimonio de los apuros que demasiados atraviesan compelidos a rematar o empeñar sus haberes para sobrevivir.

Ahora bien, para los empleados públicos del sector oficial y los trabajadores en la iniciativa privada, recibir un decimocuarto mes de salario es como bendición caída del cielo. Este estipendio adicional es una de las medidas más trascendentes de carácter redistributivo. Favorece a los que pasan alcanzados intentando cuadrar sus raquíticos presupuestos domésticos. En la actualidad pocos recuerdan el origen de esa providencia compensatoria y menos memoria hay sobre su otorgamiento. La dan como algo automático que perciben cada año. Incluso tiene el mérito de no haber sido algo forzado que el obrerismo organizado sacó bajo presión, digamos, como muchas otras de las conquistas laborales obtenidas. Se dio en forma espontánea –cuando el país tenía capacidad económica para ello– como una concesión del Poder Legislativo destinada a paliar el impacto de los ajustes y a establecer equilibrio en las finanzas familiares. El beneficio fui instituido como una medida de compensación social por el Congreso Nacional bajo la gestión y por iniciativa de su titular, en aquel entonces, el expresidente Flores. La mención es obligada dada la patología de uno que otro político cuyo oficio es denigrar, sin haber dado como contribución suya al país, siquiera una mínima parte de lo que para las familias trabajadoras representa el “decimocuarto”. No hay nada comparable a este beneficio. Los incrementos al salario mínimo son un ajuste a la inflación, pero no equiparable a un mes completo de salario. Si bien cuesta a los empleadores pagar ese dinero en tiempos de calamidad, multiplicar el circulante en la calle estimula los mercados.

Así que hay un beneficio colateral a los negocios derivado de reactivar la dinámica económica y la decaída actividad comercial. No hay quien no ocupe o reciba con agrado un salario extra. Con semejante aridez dudoso que sea para ahorrar. Muchos pagarán deudas pendientes. Abonarán a sus tarjetas de crédito o lo emplearán para salir de otros aprietos. Tapar un hoyo destapando otro. A las amas de casa les servirá para la compra de ropa, zapatos, útiles, implementos y materiales escolares de sus hijos. O para el pago de la colegiatura, si los tienen en colegios privados, considerando que no hubo consideración alguna a los padres de familia, ni aún cuando las clases virtuales no son comparables a las presenciales. El dinero también será destinado en comida, combustibles, saldar recibos de la luz, impuestos distritales, las altas tarifas de los servicios públicos, la salud, transporte y vivienda. A mayor disponibilidad mayor es el consumo. La demanda agregada es estímulo a pequeños, medianos y grandes comerciantes. ¿Cuántas veces para que la vida no se detenga se ocupa de un repentino envión? Pues bien, este “decimocuarto” para tantos compatriotas atascados en el mal tiempo, es un pequeño empujón.

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