Reminiscencias de un psiquiatra y humanista

ZV
/
11 de junio de 2021
/
12:06 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Reminiscencias de un psiquiatra y humanista

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

No tiene rasgos de verdad absoluta la conclusión de Sófocles, sobre que no se puede juzgar la vida de un hombre hasta que la muerte le ha puesto término. El conocimiento que se va adquiriendo de un amigo, para el caso, permite con certidumbre estimar su conducta antes de que la parca imponga sus designios y la posteridad -no siempre justiciera- espolvoree prejuicios e inexactitudes.

En ese rango hállase el ser material que fue Dagoberto Espinoza Murra, a quien tratamos por tantos años y en vida reconocimos sus diversas facetas y cualidades, sin necesidad de oficiosos ditirambos que él, como experto psiquiatra, hubiera cogido al vuelo. Por algo sabía discernir entre las relaciones de mero compromiso urbano -en las que es preciso mantener la confianza a prudente distancia- y los vínculos -“sin sombra”, refería- de recíproco entendimiento, como le inculcara José María Espinoza, su progenitor.

Con calmado tono de maestro y talante de filosofador, daba sus puntos de vista en materia de principios y compromisos sociales -admiraba la gesta cubana revolucionaria, el batallar de Morazán y Martí, ejemplarizaba las posiciones de Froylán Turcios, Medardo Mejía, Longino Becerra; en achaques de política, evocaba su participación liberal en la “izquierda democrática”, luego sus simpatías por Libertad y Refundación, a raíz del golpe de 2009; cuestionaba la situación calamitosa prevaleciente; accedía a las tertulias literarias, cívicas, académicas, gremiales; antes de la pandemia, su casa, la mía y la de Miguel R. Ortega, habíanse convertido en saludables puntos de encuentro, en las que los nombres de Martín Heidegger, Sigmund Freud, Gregorio Marañón, Félix Martí Ibáñez, Julián Marías, León Tolstoi, William Faulkner, James Joyce, García Márquez, Vargas Llosa…, venían a cuento memoriosamente. Recalcaba el encuentro amistoso que tuvo con el poeta y sacerdote nicaragüense, Ernesto Cardenal, frente al mausoleo de Lenin, en Moscú.

Después de su ingreso a la Academia Hondureña de la Lengua, edité con auspicios suyos el texto de incorporación a la entidad susodicha, titulado “Aproximaciones a la vida y obra de Antonio Ochoa-Alcántara”. El folleto se presentó en la Biblioteca Nacional, el 12 de septiembre de 2019, con la asistencia principal de la familia Ochoa-Alcántara y de la cónyuge del Dr. Espinoza, Virginia Figueroa Girón, sobresaliente dermatóloga. Me encomendó, poco después la producción de unas notas biográficas en homenaje del médico y escritor Carlos M. Gálvez, trabajo que quedó en espera de un patrocinio, acaso de la Secretaría de Educación, de la UNAH o de la Academia, en las que Gálvez cumplió tareas de ministro, rector y miembro de número.

Los años y las dolencias tocaron, más tarde, las puertas de la amable pareja: a él le sobrevino un derrame cerebral, con ella haciendo veces de abnegada enfermera; a los meses, Virginia sufrió el recrudecimiento de un viejo mal oncológico, que el viernes 13 de marzo de 2020 apagó su existencia. La pérdida de aquel ser tan especial quebrantó la reciedumbre anímica y mental del cercano contertulio, a quien un segundo derrame vino a profundizar sus padeceres. En noviembre saldé uno de sus petitorios: comentar su novela “La magia del arco iris”; meses atrás, lo había hecho con el cuento “La virgen embarazada”, título del texto de relatos que dio a la estampa en 2002.

A comienzos de año recibí una llamada, en nombre suyo, pues deseaba hacerme entrega de un lote libresco. Acudí a la hora convenida; no ingresé, empero, a su domicilio por encontrarse “el doctor indispuesto”, según se me dio aviso. Con Mario Hernán Ramírez hicimos reminiscencias del compatriota. Ni el laureado periodista -con el Premio Álvaro Contreras-, ni su esposa, Elsa, tenían noticias suyas. Su fallecimiento, el viernes 21 de mayo, nos consternó en lo más hondo. Caló también constatar que el mismo día de la semana -si bien en fechas distintas- alzó en sus brazos al entrañable matrimonio.

En loor del Psiquiatra y humanista -afín a la potenciación de los valores humanos-, es de justicia concluir que en su haber público y privado no hizo gala de jactancias y soberbias enfermizas, de viciosas actitudes e irritantes desmesuras, de vulgares irrespetos e insolentes mesianismos. Fue, en suma, un hombre justo, coherente y ponderado, contrariamente a la realidad de ahora. “La historia actual -dijo en 2017- no parece seguir los pasos de la lógica y el buen juicio”. Vivirá en la memoria de aquellos que abrazó con él a la franca de su amistad.

[email protected]

Más de Columnistas
Lo Más Visto