Del cacao a la cripta

ZV
/
12 de junio de 2021
/
12:04 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Del cacao a la cripta

Por: Julio Raudales

Se puso de moda en Honduras el asunto de las criptomonedas ¡ya era hora! Existen desde hace varios años y su irrupción en los mercados financieros era solo cuestión de tiempo. En una era en que lo global está apuntalado por el Internet y el comercio digital, no es de extrañar que el extravagante presidente del país vecino y los “lánguidos inventores de utopías urbanas” de este patio, nos hayan impregnado la semana que termina hoy, con sus estrafalarios anuncios.

Las criptomonedas, verbigracia el bitcoin, son una forma de dinero digital. Vale decir que esto no es nada nuevo: las formas de pago virtuales se han convertido en una de las alternativas de más usada en transacciones comerciales de todo tipo en los últimos años. Por ejemplo, cada vez que usted usa su tarjeta de débito o crédito, su banco transfiere el pago de su cuenta al supermercado, restaurante o quienquiera que le esté vendiendo a usted algo. Cada vez usamos menos los billetes o monedas.

El asunto es que detrás de cualquier transacción que se haga usando dinero digital tradicional (tarjetas de débito, crédito, transferencias bancarias o monederos digitales como PayPal), hay una entidad bancaria o de cualquier índole, respaldando la operación y, al final de toda la cadena, está el Banco Central y la Comisión Reguladora, para vigilar que sus compras y demás transacciones, sean manejadas de forma adecuada.

He ahí la sutil y gran diferencia entre estos esquemas de pago y las afamadas criptomonedas: detrás del bitcoin no hay nadie, ni un banco comercial o gubernamental, ni un ente regulador o un Fondo Monetario Internacional. Nadie. Solo una inmensa red de “mineros” que emiten monedas únicamente de acuerdo a la demanda y con un límite diario, además de un enorme sistema informático que se encarga de “encriptar” las monedas virtuales con códigos cada vez más sofisticados, de tal manera que nadie pueda “hackear” su contenido y robarla. Es decir, el propietario de un bitcoin puede tener la seguridad de que sus inversiones estarán a buen recaudo, con inflación cero y lejos de virus y otras trampas cibernéticas.

Pero, para seguirles hablando de las implicancias que tendrá el hecho de que estemos a las puertas de un mayor uso de estos medios, vale la pena que repasemos algo de teoría monetaria: ¿qué es el dinero?

El dinero es una herramienta tan importante para el intercambio, que sorprende que los seres humanos, que comercian desde hace 100 mil años, no lo hayan inventado hasta apenas 3 mil años antes de Cristo allá en Sumeria en el cercano oriente.

Aunque durante la mayoría de todo este tiempo, el dinero ha tomado diversas formas -cebada, cacao, monedas metálicas, billetes y ahora tarjetas y monederos electrónicos- dinero puede ser cualquier cosa. Lo importante es que la gente le tenga confianza y esté dispuesto a aceptarlo como medio de pago. Es por eso que, hasta comienzos de este siglo, el respaldo de un banco, o de los gobiernos a través de la banca central había sido tan importante.

Pero más. Con el lanzamiento en 2009 del bitcoin, el dinero ya no solo es “de curso legal”, también puede ser privado, emitido por firmas, en este caso compañías electrónicas, cuya única garantía de confianza es la seguridad de que nadie nos lo robará.

Por supuesto que los gobiernos, especialmente la Reserva Federal de los EUA y el Banco Europeo, han hecho llamados de alerta, para que los usuarios tengan cuidado con el uso de esta forma de pago alterna. “No nos podemos responsabilizar si algo malo sucede y usted pierde su dinero” han dicho. Hay que recordar, que, durante el último siglo, la emisión del dinero ha sido una atribución exclusiva de los bancos centrales (monopolio).

Es decir, los gobiernos se sienten invadidos -y con razón- debido a que estas novísimas formas de pago, les quitan la posibilidad de hacer política monetaria, lo cual atenta contra sus funciones sustantivas, ya que reduce su privilegio de emitir o restringir dinero, con el fin de manipular las ganancias de los privados o financiar el gasto público.

A estas alturas vale la pena preguntarnos: ¿por qué el presidente vecino instauró, mediante orden ipso facto a su Asamblea Legislativa, el uso legalizado del bitcoin como moneda de curso legal, convirtiéndose así en el primer país del mundo en dar semejante paso? ¿Qué ventajas o perjuicios puede traer esto a su ciudadanía? Hay que recordar que, de todos modos, El Salvador renunció a su moneda criolla desde hace unos 20 años ya.

Voy a referirme a estos elementos de manera más profunda en una próxima entrega.

Más de Columnistas
Lo Más Visto