Los políticos que nos merecemos

ZV
/
12 de junio de 2021
/
12:14 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Los políticos que nos merecemos

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

La gente culpa a los políticos de los males de la sociedad, pero, a decir verdad, todos, de alguna manera, unos más unos menos, somos culpables del descalabro. Mientras buscamos a otros culpables para endilgarles los quebrantos que nos aquejan, los principales sospechosos siguen siendo los políticos, los partidos y el Poder real que ostentan las minorías económicas del país.

Pasadas las elecciones, la gente suele afirmar con indignación, “Tenemos el gobierno que nos merecemos”, una vez que han descubierto la gran estafa. ¿Somos tontos los ciudadanos que, a pesar de las reiteradas y prolongadas decepciones seguimos participando del ruedo electoral, o es que no tenemos ni la mínima idea de cómo funciona la maquinaria del Poder? Siento decirlo: las dos cosas.

Hay verdades que duelen, como esta: existen sociedades que no están preparadas para participar en la política. Por una u otra razón. Sus ciudadanos se conforman con el mismo sistema que conocieron desde que abrieron los ojos hasta el día que los cierran para siempre, es decir, la costumbre se solidifica como lava en agua fría. “Son inconscientes de lo que pasa a su alrededor” dirían los marxistas. No tienen el tiempo ni el conocimiento necesario para examinar su entorno: el trajín del diario vivir les impide pensar en cosas como el Poder o en la manera de cambiar a los ineptos que perviven en el ejecutivo o en el congreso. “Nuestra única salida -pensarán-, son las elecciones venideras”. Pero esas elecciones: ¿Se trata de posibilidades reales para cambiar el estado de las cosas, o solamente de un decorado institucional mientras los actores principales -que son los políticos, no los votantes-, se preparan para interpretar los mismos papeles de las mismas escenas del pasado?

En defensa del ciudadano promedio, debemos decir que, ninguna transformación social ocurrirá mientras la inconsciencia, hija de la ignorancia o del desconocimiento, prevalezca en nuestras sociedades tercermundistas: la gente compra lo que le ofrece la maquinaria política, o el Poder que es lo mismo. Quienes pujan por los verdaderos cambios sociales son los académicos y los analistas de los centros del pensamiento desvinculados de la política partidista. Pero la sabiduría surgida de la academia, minoritaria tal como es, casi nunca se traduce en mensajes accesibles para las mayorías ni orienta en la forma en que todos quisiéramos. Aunque los medios de comunicación machaquen sobre la importancia de ponerle razonamiento al voto, de nada sirve el consejo si no conocemos las verdaderas intenciones que se esconden tras los bastidores de los partidos, todos ellos -con raras excepciones-, figurillas del Poder real de una sociedad.

Por tales motivos, mientras nuestro promedio escolar sea del quinto grado, es poco probable que los ciudadanos rompan los esquemas de la costumbre y la cotidianeidad; ni hoy ni en el futuro. Porque un alto nivel educativo aumenta el nivel de consciencia de los individuos y les ayuda a “descubrir” las condiciones materiales en las que viven, tal como creían los marxistas. Sociedades con mejores índices educativos que Honduras, como Chile y Colombia, son más propensas a reclamar por sus derechos y a exigir mejores derroteros democráticos, lo que facilita el trabajo de convocatoria de los líderes de los movimientos sociales y de los llamados “grupos de presión”.

En países como Honduras, donde el bajo nivel de escolaridad sigue siendo el talón de Aquiles, la política seguirá siendo ese ser despreciable, que habita en un mundo caótico lleno de sospechas y desconfianza, de odios viscerales y de peligros latentes, pero también de esperanzas reducidas. Al mismo tiempo, nuestra “polis” se hará añicos -más de lo que ya está-, y sobre sus ruinas reinará el Poder real, en solitario, tal como sus designios lo prescriben. Mientras no se geste una revolución que transforme radicalmente nuestro sistema educativo, o se produzca una revolución política -que a lo mejor, sospecho, se originará fuera de nuestras fronteras patrias-, seguiremos en las mismas y con los mismos políticos que nos merecemos.

[email protected]

Más de Columnistas
Lo Más Visto