Salir de la malsana política

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14 de junio de 2021
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12:02 am
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Salir de la malsana política

Por: Marcio Enrique Sierra Mejía

El título de este artículo es sugerente. Apunta a la reflexión sobre la necesidad de que “la política se impregne de sanas emociones”. Debido a que la lucha por el poder del Estado que se percibe en Honduras. Está implicando deplorables emociones y desequilibradas. Que tienden a ser encerradas en una burbuja viciosa en la que abundan todas las alegorías que puedan ser imaginadas. Propio de nuestra naturaleza eminentemente humana y que caen en extremos. En una ceguera que más bien refleja una insana perturbación emocional. Ciertamente. En la política siempre habrá revoltura de emociones porque la lucha por el poder da lugar a ello. Es inevitable.

Empero. ¿Acaso no es posible humanizar las emociones políticas? ¿Hasta qué punto? ¿En nuestra praxis política cabe la humanización para dar impulso a un comportamiento cooperativo y desinteresado dentro del quehacer ciudadano? Hay ejemplos. Tanto Gandhi como Luther King lo demostraron. Hicieron esfuerzos impregnados de emotividad constructiva en la esfera política y comunitaria. Ellos. Nos enseñaron que el amor es importante para la justicia.

En ambas esferas el de la política y el de la ciudadanía. Se pueden hacer esfuerzos que propendan a la realización de una emotividad constructiva. Los hondureños somos personas de razón y de emoción. Y para salir del atraso en el que nos encontramos. Necesitamos del buen desempeño. El cual lo podemos alcanzar. Con un sano equilibrio entre razón y emoción. Y para lograrlo debe ser dinámico y bien sustentado.

No debemos perder el equilibrio y caer en una situación como la de Venezuela. En donde la utopía izquierdista cayó en una utopía fallida. O como está ocurriendo en Nicaragua. Nosotros podemos tener una utopía que nos lleve al progreso humano. Sin enclaustrarnos en ecuaciones de racionalismo cerrado. Como lo es el totalitarismo de Estado. Que al instaurarse conduce al Estado huérfano de otra utopía distinta. La política más bien debe fortalecer las fuentes inspiradoras y evitar la aridez y la esterilización mental de la ciudadanía. Por el contrario. Nuestros políticos deben interactuar de manera virtuosa a favor de la democracia y de una utopía cero totalitaria.

En nuestra democracia hay que fomentar los “argumentos inspiradores” y no quebrantarlos. Buscar la estabilidad y la funcionalidad. Evitando. La mordaz incredulidad sobre la política y los políticos. Entiendo que para algunos caigo en ingenuidad al afirmar que la política puede ser impregnada de sanas emociones. Hay actores políticos que harán burla o “gestos torcidos” para dar a entender que lo que estoy planteando es un disparate. Pero la verdad. Es que la política y los políticos. Ahí los tendremos siempre. Y, por consiguiente. Siempre tenemos que hacerles frente y demandarles constantemente un rol conductor marcado por la inteligencia visionaria y por la sanidad de propósitos. Es por esta razón. Que a la ciudadanía le corresponde asumir una función de vanguardia orientadora. Dejar de ser irresponsable. Transformarse. Cambiar la complacencia por la delectación al diálogo constructivo. Y la indiferencia por la participación ciudadana responsable. Ya basta de favorecer el melodramatismo político y dejar de usarlo como artificio pasional para provocar conflictos políticos de consecuencias negativas.

Tenemos que darles una nueva orientación a las emociones políticas. Y conducirlas a generar estímulos que resulten en una buena praxis ciudadana para alcanzar un mejor futuro de todos. Una responsabilidad ciudadana inmersa en un proceso de desarrollo de actitudes proactivas en beneficio de la comunidad. Una ciudadanía que reconoce las obligaciones como ciudadano para formar la sociedad en la que queremos convivir. Una ciudadanía que impulse un compromiso responsable frente a la “individualización y la apatía democrática”. Condimentos que dan sabor al totalitarismo. Si en esto se muestran reticentes los ciudadanos. Los políticos mucho más. Lo cual. Nos está causando un deterioro democrático que a la larga crea inestabilidad y disfuncionalidad.

Necesitamos una ciudadanía integral. Que tenga acceso pleno a los derechos civiles, políticos y sociales. De modo tal. Que nos pueda garantizar una verdadera democracia. Los políticos con sus emotividades deconstructivistas no están contribuyendo al desarrollo integral de la ciudadanía. Para que puedan contribuir. Deben involucrarse en un proceso que implica una praxis política desde abajo y una capacidad de articulación y respuesta desde arriba. Que realmente refleje un proceso de “democratización de la democracia”. Los derechos políticos deben usarse para conquistar otros derechos civiles y sociales. Lo que los sociólogos denominan “dialéctica de empowerment”.

Concluyendo. La ciudadanía anhela cambios en la forma de pensar y ejercer la política. En otras palabras. Mayor poder de representación y participación de la sociedad. Los políticos saben que el gobierno es un instrumento que tiene la ciudadanía para cristalizar ciertas demandas colectivas. Es por esa razón. Que buscan representatividad en la toma de decisiones. Y para lograrlo. Demanda a los politicos salirse de la malsana política.

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