Derecho versus justicia

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16 de junio de 2021
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01:32 am
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Derecho versus justicia

Mario E. Fumero

La proclamación de los derechos humanos y su aplicación en la sociedad del tercer milenio ha originado un tremendo conflicto, que lleva a muchas sociedades a una situación caótica, en donde es mayor la protección del delincuente, que la seguridad y tranquilidad de las personas honradas. Esto pone en tela de juicio los movimientos que defienden los derechos humanos, y convierte a nuestra sociedad en un marco inseguro para vivir en paz y tranquilidad.

El derecho se ha pervertido, esto se debe a que la tolerancia excesiva lo ha torcido, y no ejerce un efecto intimidatorio. Nos ha pasado como escribe 1ª de Samuel 8:3 cuando dice: “No anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho”. El hecho de defender más al delincuente o infractor, que al ciudadano honesto, radica en la corrupción del sistema judicial, policial y político, el cual bajo la influencia de la filosofía, de la “tolerancia excesiva”, tratan de aplicar una justicia que atenta contra el derecho de la mayoría, para proteger a la minoría, sin freno y temor.
El problema radica en la filosofía psicológica que desde la década del 60 se impuso en la sociedad de los Estados Unidos. En ella se enseñaba que no hay que castigar al hijo, sino que con el diálogo se puede arregla todo, que no debemos cuartar la libertad de los menores, como lo establece el Código de la Niñez. Que cualquier acción que envuelve fuerza o castigo físico es atentatoria a la “dignidad humana”. Pegarles a los hijos y privarlos de la libre locomoción es atentatorio con sus derechos, y castigar fuertemente al delincuente menor es violatorio a la persona. En su lugar, hay que darle espacio, respeto y libertad al delincuente, y para su procesamiento judicial se necesita sorprenderlo in fraganti, con el puñal y la sangre en la mano.

Antes de ahondar en el derecho y la justicia, debemos definir el término “libertad”. Según el diccionario es: “Capacidad de autodeterminación de la voluntad, que permite a los seres humanos actuar como deseen ”, sin embargo, si queremos vivir en paz y armonía se debe poner límite a esa libertad individual, por lo que se complementa con “el derecho de la persona a actuar sin restricciones siempre que sus actos no interfieran con los derechos equivalentes de otras personas” y desde el punto de vista ético y moral añadiríamos “observando las buenas costumbres y el respeto a la ley moral de Dios”.

La libertad debe de ser delimitada para que no haya abuso. Cuando una persona viola una ley debe recibir el castigo. El castigo y el premio son mecanismos que estimulan, reprimen y fortalecen las acciones humanas. Cuando se otorga un derecho, este se debe enmarcar dentro de un margen que limite el mismo (hasta dónde y cómo). Si se violenta el derecho ocurre una trasgresión. Nosotros los cristianos le llamamos pecado, mientras que el Código Penal le llama “delito” o “infracción”, la filosofía moderna le llama “error”. Castigar al infractor con todo el peso de la ley es “intimidar” al que viola el derecho. Bien lo dice la palabra “derecho” que significa andar rectamente, sin torcerse a un lado ni a otro.

Si existe una agencia para velar por los “derechos humanos” de los delincuentes, debería haber otra que velará por la justicia social. No puede haber libertad sin justicia, ni derecho sin deberes. El castigar es necesario. Dice la Biblia que ningún castigo es agradable al infractor. Este sirve para corregir, y a la vez intimidar al que hace lo malo. La Biblia habla de la “vara” y de la “espada” para el que hace lo malo, pero hoy no existe ningún método persuasivo, y todo se quiere arreglar con tolerancia, permisividad y diálogo.

Hoy más que nunca necesitamos la mano fuerte (pero no abusiva). En Ezequiel 33:14-16 leemos lo que Dios dice: “Y cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia, si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá. No se le recordará ninguno de sus pecados que había cometido; hizo según el derecho y la justicia; vivirá ciertamente”. Este es el espíritu que debe apoyar el derecho, “la justicia”. Dar oportunidad de rehabilitar, pero ser fuerte con el que no lo desea. Cada cual debe pagar el daño cometido de acuerdo con el código existente. No debemos proteger al que viola, mata, roba, secuestra, vende drogas, etc., usando el cuento de los “derechos humanos”. Es necesario que ese derecho se ponga al lado de la justicia, para que pueda ser funcional y dar seguridad ciudadana.

Señores de los derechos humanos, escuchen la voz del pueblo, y declaren que cada ser humano es responsable de sus acciones. En vez de buscar los errores que cometen los honestos, señalen las atrocidades que cometen los delincuentes y reconozcan que, no hay derecho sin justicia, y no hay justicia sin castigo. Esto infunde temor. Pero del temor, hablaré en otro artículo.

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