TAPANDO HOYOS DESTAPANDO OTROS

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18 de junio de 2021
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12:08 am
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TAPANDO HOYOS DESTAPANDO OTROS

UNA tonadita que siglos atrás, tarareábamos cuando niños. Dadas las votaciones que se avecinan, tanto aquí como en la vecindad, notamos que la letra no ha perdido vigencia: “Se acercan las elecciones, y todo el mundo viene a votar… yo voto por el partido, por el partido por la mitad”. En el mismo mes de noviembre, con días de diferencia, son las elecciones en Honduras y en Nicaragua. Si aquí el proceso electoral tiene a muchos con los nervios de punta, allá en Nicaragua el régimen sandinista tiene a los opositores arrinconados y a la panfletaria comunidad internacional con los pelos parados. Ha metido presos e inhabilitado a los principales contendientes, ni más ni menos acusados de propiciar la injerencia extranjera en los asuntos internos nicaragüenses. (Imagínese el amable lector a cuántos aquí –que pasan implorando que de afuera vengan magos con remedios prodigiosos a solucionar los problemas domésticos de Honduras– apachurrarían con el matamoscas de aplicarse el mismo rasero).

Quien tiene la sartén por el mango no se porfía. Pese a haber hecho una ley electoral a su medida –arrullando el sueño de una delegación de dormilones que mandó la OEA a atestiguar pláticas infructuosas que usó como tregua para reprimir el alboroto en las calles– mejor no arriesgar la reelección permitiendo que haya contrincantes. Por muy desparramada que luzca la oposición, es tal la insoportable crisis que embarga a los nicaragüenses que cualquier cosa podría suceder. En época sombría, propicia para los azoros, alguno de ellos podría pegar un buen susto. Así que, ¿para qué arriesgarse? Con anticipación, mejor eliminarlos a todos. En la OEA sacaron una condena protestando por los presos políticos y exigiendo elecciones limpias. Un pronunciamiento más como tantos otros de la “preocupada” burocracia internacional que al régimen tienen sin cuidado. A propósito de los próximos comicios, acaba de fallecer el expresidente conservador nicaragüense, exmandamás del Consejo Superior de la Empresa Privada, Enrique Bolaños. Fue vicepresidente de Arnoldo Alemán. Gracias a su apoyo se alzó con la candidatura del Partido Liberal Constitucionalista y en las elecciones generales del 2001 le ganó a Ortega. Su exjefe se hizo con la presidencia del Congreso Nacional. No esperaron mucho para desatar una lucha sin tregua entre el Legislativo y el Ejecutivo. Alemán, quien contaba con la lealtad de muchos diputados liberales, pronto consiguió ser más un estorbo que un activo a la gestión. Así que la casa de gobierno desplegó una ofensiva para sacudírselo de encima.

Fue acusado de corrupción, hasta que logró –auxiliado por Washington– tumbarlo y encarcelarlo. Alemán y Ortega habían suscrito un pacto con el que se repartían las instituciones públicas. Cuando se vio sitiado entre dos fuegos –por Washington y Bolaños– cedió a la extorsión de Ortega. Facilitó las reformas a la ley electoral a conveniencia del sandinismo. Hábilmente el comandante sandinista jugaba con la rivalidad de ambos dirigentes, mientras el gobierno de Bolaños paulatinamente se desgastaba. Ortega presionaba los resortes del caudillo caído y encarcelado, sacándole provecho. Una de tantas conquistas fueron las reformas electorales que posibilitaron su reelección. A cambio de la casa por cárcel del preso y finalmente del sobreseimiento obtuvo los réditos buscados. Esa, a grandes rasgos, sería la más reciente historia de la cruzada contra la corrupción en Nicaragua. Taparon un hoyo con la tierra del otro que destaparon. Solo que de tanto sacar tierra abrieron un hoyo más grande. En el proceso de desgaste del partido de oposición y de sus dirigentes aniquilados, el PLC no volvió a ver otra elección.

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