Hasta pronto Carlos Riedel

MA
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22 de junio de 2021
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01:34 am
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Hasta pronto Carlos Riedel

Adiós 2020

Armando Cerrato
Licenciado en Periodismo

La parca implacable en su ya interminable cabalgar por Honduras al frente de los cuatro jinetes del Apocalipsis (el hambre, la guerra, la peste y la muerte) esta vez en forma de pandemia mundial de SARS- Cov-2 coronavirus, que da origen a la letal enfermedad COVID-19, blandió su guadaña y arrasó con la vida del connotado periodista Carlos Eduardo Riedel Morales, también apodado por sus compañeros como “Capa roja”, enlutando nuevamente al gremio.

Originario de Costa Rica, Carlos Eduardo Riedel Morales, fue importado a Honduras por el empresario Rafael Ferrari (Q.D.D.G) para manejar los entonces modernos equipos de transmisión radiofónica de su insípido emporio –hoy un monstruo– Emisoras Unidas y principalmente de su emisora insignia, H.R.N.
Pronto el nombre de Carlos Riedel y “Capa roja” se fue entronizando en la conciencia informativa de la radio audiencia nacional e internacional, pues era mencionado en el origen intermedio y final de cada programa informativo por los presentadores de noticias y periodistas de gran talla, que dominaban el ambiente informativo de las diferentes épocas.

Poseedor de un don de gente y de una educación privilegiada, amante de la lectura insaciable, autodidacta por excelencia, Riedel fue ganándose el respeto, afecto y aprecio de todos sus compañeros, jefes y propietarios de Emisoras Unidas, brindándole la oportunidad de incursionar, no solo en la radio difusión en general, sino también en el Departamento de Promoción y Producción de Publicidad Radiofónica, locución general, presentación de noticias y por último, como radio-periodista, culminando su carrera hasta morir con las botas puestas en el campo del periodismo de opinión y de entrevistas muy formales y profesionales de todo género.
Riedel incursionó también en la bohemia nacional con tal intensidad que degeneró en el campo de la droga, el cual abandonó según un impresionante testimonio público, después de una visita a Tierra Santa, donde logró bajar al sótano donde se conserva la cueva que albergó el cuerpo de Jesucristo y que es parte de la Iglesia del Santo Sepulcro.

Según Riedel, él cayó de rodillas ante la plancha y lloró al observar dos ojos que le miraban fijamente y una voz que le pedía que abandonara el mundo de la droga, y se arrepintiera de todos sus pecados, regresó limpio de todo tóxico y dio testimonio en varias iglesias, medios de comunicación radiales, impresos y ya televisivos de Honduras, volviéndose viral, aun cuando no se conocía o no se había puesto en funcionamiento la Internet.
Cuando me enteré que el colega padecía de COVID-19, pero que estaba evolucionando bien, confinado en su casa de habitación y aun enfermo llamaba a su programa “Carlos Riedel Presenta”, donde sin ningún egoísmo ni mezquindad leía una nota introductoria, tomando conceptos, información y opiniones referentes al tema a tratar con sus invitados, pero que por casualidad, oportunidad, veracidad y circunstancialmente de una importancia general para la opinión pública, habían aparecido ese día en las páginas de opinión de los diarios nacionales.
Con Riedel, a quien yo ya conocía a través de la radio difusión nacional, de la que soy un fanático seguidor, nos conocimos y departimos en varias oportunidades en el ambiente informativo; la última vez que nos vimos fue en uno de los moles y cuando ya mis ojos comenzaban a traicionarme sangrando profusamente, yo ya había escrito sobre el problema que me agobiaba, y él cuando nos encontramos me miraba intensamente a los ojos y yo le dije, “mirá no lo vas a poder ver a simple vista porque la doctora para poder darme el diagnóstico utilizó un aparato especial”. Nos despedimos muy cordialmente, y él se fue lamentando lo que a mí me pasaba.

A comienzos de la semana pasada supe que se había recuperado del COVID-19 y la noticia me alegró mucho, porque a su edad unos 82 años, seguramente con una enfermedad de base y además paciente del letal Cuidados Intensivos del IHSS, empecé a temer lo peor, por lo que la noticia de su deceso no me sorprendió.
Hoy, al colocar sobre su tumba las simbólicas siempre vivas del recuerdo y al haber entregado la parca su cadáver a su barquero de la muerte, Caronte, para que lo cruce en su viaje a lo ignoto, a través del río Estigia, a reunirse con un sinnúmero de colegas que le precedieron, con los que seguramente vivirá eternamente al haberse unido en vida al Señor Jesucristo, que es el camino, el perdón y la vida y que quien se haya unido a Él, aunque esté muerto vivirá.

Jesús seguramente vino a él, le perdonó sus pecados y lo va a librar del fuego del infierno, elevando su alma, junto a otras, al cielo, especialmente las más necesitadas de su misericordia.
Que Dios embalsame a sus familiares con el consuelo y les dé resignación, y puedan ellos guardar en su corazón el recuerdo de su ser querido perdido, que como dije al principio, murió con las botas puestas como lo hace todo periodista apasionado por la información, la ilustración, la educación, la interpretación, la opinión y otras técnicas académicas y de calle. Hasta pronto Carlos Riedel Morales y “Capa roja”.

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