Un pedazo de patria de “Jerónimo, el viejo”

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25 de junio de 2021
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12:05 am
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Un pedazo de patria de “Jerónimo, el viejo”

¿Vuelven los oscuros malandrines del 80?

Por: Óscar Armando Valladares

Minas de Oro es uno de los 21 municipios que dan vida al departamento de Comayagua, 130 kilómetros distante -¿serán menos ahora?- de la ciudad capital, los cuales cubre la empresa Díaz Donaire, con cuatro buses y una travesía menor a las tres horas, si el dato que tomo sigue en pie.

Al promediar el tristemente célebre 2009, concurrí a la presentación de “Jerónimo el viejo… sus descendientes y Minas de Oro en la Historia”, obra primigenia de Marcial Cerrato Sandoval. Coincidentes en actividades profesionales, laborales y culturales, hemos conservado risueños vínculos de confianza y camaradería al punto de mantener en vilo un acuerdo singular: que el sobreviviente, dé al otro el postrer mensaje de despedida; y si bien, un antiguo Marcial -el poeta latino Marco Valerio- recomendaba no temer ni desear a la pálida dama, sus huesudas falanges gustan friccionar el albo hilo de las canas.

De pulsaciones familiares e históricas, el relato arranca en el verano de 1851, con la figura fundacional del hacendado Jerónimo -Chombo- Sandoval, amigo del gobernante Juan Lindo, nacidos ambos en León, Nicaragua (este último, el 27 de abril de 1790). Casado con la señora Mariana Mejía, tenía a la sazón 42 años y habitaba en la casa solariega de Piedra Rosada, Minas de Oro, después de residir por varios años en Sulaco, Yoro, al lado de Manuela, su progenitora.

A propuesta de Lindo, el señor Sandoval pasó a ejercer el cargo de jefe político en Santa Cruz de Yoro, desempeño que tuvo un culmen importante: lograr que el pueblo asumiera el título de ciudad, en decreto expedido en Comayagua el 10 de febrero de 1852, en el gobierno de José Trinidad Cabañas. Al cabo de dos años, retornó a Minas de Oro con su consorte seriamente enferma, padeceres que motivó la visita del sacerdote español Manuel de Jesús Subirana.

Como era usual, el rico terrateniente dejó una amplia progenie: con Mariana, “hizo” a Martín y Federico; con su segunda mujer, María Perfecta Lázaro Burgos, a David, Ángel, María Manuela Francisca, José María y Marcial, amén de tres vástagos naturales reconocidos -Petrona, Catalina y Estanislao-. Un diario familiar refiere los últimos instantes del patriarca: “Jerónimo cayó enfermo el 3 de octubre de 1872; murió el 31 del mismo mes, día jueves, a las 11 del día, de 65 años de edad”.

Acto seguido, el acucioso autor da cuenta de tres de las generaciones sucedidas: Sandoval-Oviedo, Sandoval-Burgos, Sandoval-Donaire, en la que figura Mercedes de Jesús, maestra de educación elemental, casada con Encarnación Cerrato Barahona, padres del amigo Marcial. “Mi madre -dice- no solo era amante de la buena lectura, también tenía aptitudes literarias que en ocasiones plasmaba en pequeños escritos… En uno de ellos encontré un cuento corto sobre el nombre de El Tambor”.

Luego de trasladar al papel una serie de estampas personales atinentes a la tercera generación, la quinta parte del texto fija su atención en personajes entroncados con Minas de Oro, entre ellos, los generales Pedro y Florencio Xatruch, el segundo denodado exponente en “la lucha contra el filibustero William Walker”; el héroe desconocido, general Mariano Álvarez; el doctor Vicente Mejía Colindres, quien desde aquel lugar dirigió una nota al presidente de EE.UU., Woodrow Wilson, en protesta por la injerencia armada en Cuba, Santo Domingo y Nicaragua; el Premio Nobel, Eugene O´Neill, cuyo “guía en Minas de Oro fue Porfirio Zavala San Martín”; Harold Brosious, creador de la Escuela Agrícola El Malcotal.

Unido en matrimonio con la profesora Norma Sabillón, enlace del cual provinieron Ángel, Norma y Pedro Marcial, el pariente de Jerónimo “el viejo” ha sido un celoso promotor de “lo nuestro”, de nuestra identidad y, por ello, adherido a los principios de libertad, soberanía e independencia que aparecen en el óvalo del escudo hondureño. Que su amada Minas de Oro, de la que hay pendiente una visita, no caiga nunca bajo el filibusterismo de las ZEDE. Que las sombras de sus muertos -de los Xatruch, de Mariano Álvarez, de Jerónimo- vigilen siempre cada palmo del pedazo de patria que habitaron. ¡Enhorabuena, Marcial!

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