TARDE O TEMPRANO

MA
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7 de julio de 2021
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12:25 am
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TARDE O TEMPRANO

GANADORES Y PERDEDORES

LOS políticos chilenos, por sacar sus castañas del fuego, ni idea tienen del peor berenjenal en que metieron al país. Ya días anticipamos que la salida de Piñera obsequiando una nueva Constitución para resolver su problema –ello es, apaciguar de momento la insurrección contra su gobierno– no va a reducir los desequilibrios sociales ni va a hacer que desaparezcan los problemas que hoy día viven los chilenos. Más bien podría ocurrir que en el ejercicio de meter cuestiones poco ortodoxas en un texto constitucional, que difícilmente unan la sociedad, intentando desmontar el andamiaje al que se le acredita, en parte, el éxito del modelo chileno, tarde o temprano, acabe por empeorarlos. Se salva él, pero deja una peligrosa bomba de tiempo al país que, tristemente, los pueblos de momento no se percatan de los riesgos, hasta que llega el día cuando el chunche truena. Pero no solo eso. En la mera entrada comienza la trepidación. No advirtieron cuando, de la manga de la camisa, sacaron dar una nueva Constitución, que al armar una convención constituyente montaron un gobierno paralelo.

Horas antes que estrenaran traje los nuevos constituyentes, Piñera en un discurso intentaba fijar pautas sobre las facultades y el alcance del órgano recién elegido. Dijo que debe “respetar el carácter de República que tiene el Estado de Chile, su régimen democrático, las sentencias judiciales firmes y ejecutoriadas y los tratados internacionales ratificados y que se encuentran vigentes”. Agregó que “no puede atribuirse el ejercicio de la soberanía ni asumir otras atribuciones que no le hayan sido expresamente conferidas”. Sin embargo, no había terminado de pronunciar su discurso cuando le replicaban que “la convención constituyente” es autónoma. Ni cortos ni perezosos, los delegados no piensan circunscribir sus actuaciones a la exclusiva tarea de redactar un texto constitucional. Los directivos, entre los primeros puntos a tratar, han consignado en la agenda la amnistía para los “presos de la llamada revuelta social”. Pero además la amnistía alcanzaría también “a indígenas mapuches apresados en el marco del conflicto que se mantiene latente en el sur del país por la recuperación de tierras que consideran suyas por derechos ancestrales, hoy en manos privadas”. Y por ese mismo camino, para todo preso que meta el gobierno en su afán de aplacar los desórdenes. Aquí hacemos un paréntesis para consignar que una mapuche, que integra uno de los 17 escaños reservados para los pueblos indígenas, resultó electa como presidenta de la asamblea. Los asambleístas también pretenden entrarle a la “refundación del país”.

Explicó uno de los delegados “debemos refundar Chile, porque el país que hemos construido hasta ahora no ha integrado a todos los ciudadanos”. “Si no lo refundamos ahora y no lo reconstruimos como un país donde hay una gran diversidad, no tendremos seguramente en el corto plazo otra oportunidad de hacerlo”. La primera sesión fue suspendida por razones técnicas. Salieron enojados del hemiciclo culpando al gobierno de no haber acondicionado el local de manera apropiada. Los actos iniciaron entre “fricciones que se dieron debido a las protestas en los exteriores y los llamados de constituyentes para suspenderla mientras siguieran actuando las fuerzas especiales de la Policía”. Empero, la procesión no se detiene, sigue. Manifestaciones afuera y en todos lados, no van a poder evitarse, en la medida que se adentren en la discusión de los artículos constitucionales. La Constitución la va a ir dictando la calle envalentonada. ¿Qué tanto control podrán ejercer los constituyentes sobre sectores políticos, sociales, gremiales, en fin, presionando en protestas, marchas, plantones o cualquier otra modalidad de demostración, para que la Constitución vaya quedando acorde al interés particular que a cada uno lo mueve? Sin duda que la discusión y redacción del nuevo texto constitucional va a concitar una repetición del conflicto creado virtud del cual se enteraron que la Constitución actual –que no es tan cierto que sea la de Pinochet sino del consenso político después que triunfó el NO que sacó a Pinochet– no les servía.

Las constituciones suelen ser producto de entendidos tácitos o explícitos de las inmensas mayorías. Dentro de un ambiente de amplia coincidencia sobre lo que debe hacerse, o de la casi totalidad de la voluntad popular respaldando su contenido. Sin embargo, meterse a concebir un texto constitucional en medio de la polarización y de la disparidad de los varios sectores confrontados, lejos de ser la solución a una crisis, atrae el conflicto, precisamente al contexto de lo que se está redactando. Allá también van a ocupar de los buenos oficios del Sisimite, más tarde o más temprano. Cuando las disputas por lo que meten causen molote. O cuando terminen su nueva Constitución y se den cuenta que el destino de los pueblos lo define la gente y su modo de ser y actuar, no lo que diga la ley que cambian.

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