Caminos que destruyen

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9 de julio de 2021
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12:02 am
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Caminos que destruyen

Por: Edgardo Rodríguez
Politólogo y Periodista

Se sabía que algo malo pasaba, de boca en boca, se fue pasando la noticia, que silenciosamente e ilícitamente se estaba construyendo una carretera por manos criminales, pero es hasta ahora que los medios de comunicación revelaron los hechos, que vemos la gravedad del asunto. Se trata de una vía de comunicación, que va desde el municipio de Culmí, en Olancho, hasta Wampusirpe, Gracias a Dios, esta penetra la reserva natural de la Biosfera del Río Plátano y a su paso está generando destrucción de los bosques y la biodiversidad.

Hasta ahora son 108 kilómetros de longitud, casi la distancia entre Tegucigalpa y Siguatepeque, pero la obra destructiva y criminal continúa, sin que la autoridad civil, policial o militar la detenga e investigue. Esta infraestructura no se construye en un mes, ha sido mucho tiempo, varios años, tiempo en el cual nadie ha visto ni hecho nada, sino fuera por la denuncia en los medios de comunicación es capaz y la pavimentan, con el silencio de los cómplices. Es menester de todo Estado el ejercer su autoridad e imponer la ley en todo su territorio, este caso es un ejemplo de ello.

En esa zona ya se han talado miles de hectáreas de bosques de maderas preciosas, pino y otras variedades de latifoliado, produciendo miserables ganancias con esa madera, pero además han acabado con la vida silvestre que habitaba en esos bosques casi vírgenes, especies animales en peligro de extinción que moran en esa región, quizá ya es demasiado tarde para ellas. Recientemente se ha visto circular en redes sociales fotografías de tigrillos asesinados en esa área, por puro “deporte”, por las manos de los delincuentes que impulsan, impunemente, esa obra de la maldad y la codicia. También han quemado vastas manzanas de selva, inutilizando la tierra, para luego meter ganadería extensiva, con propósitos múltiples, además del obvio negocio vacuno, el de crear una imagen de supuesta actividad económica lícita en la zona y así encubrir lo ilícito que allí se presenta.

Porque es sabido que lo inhóspito y lejano de esa región del país es aprovechada, desde mucho tiempo atrás, por los señores de la droga, como un sitio predilecto de aterrizaje de las narcoavionetas provenientes del sur del continente. Ese es otro de los propósitos, o muy probablemente, el principal objetivo de esa carretera del mal, facilitar el acceso y transporte del alcaloide, en la ruta hacia Estados Unidos, donde está el mayor mercado de consumidores del planeta de esa sustancia.

A estas alturas todos se preguntan ¿por qué el Ministerio Público dejó avanzar tanto esa obra infernal? ¿Estará enterada la DEA y la todopoderosa Embajada Americana, de esa ominosa acción en La Mosquitia? Ojalá que este tipo de situaciones llamen la atención de Norma Torres, Ricardo Zúniga o Kamala Harris, para que ayuden al país a enfrentar ese flagelo. Los hondureños desearíamos que a los autores de esa carretera del mal los pusieran en una Lista Engels o Magnisky. En fin, es insólito construir una vía de comunicación de manera clandestina sin que las autoridades, alcaldes y gobernadores, se enteren. Y qué decir del batallón asignado a la zona, supuestamente, para “cuidar” La Mosquitia y la reserva biológica. No vieron, no supieron nada, o será que están muy ocupados resguardando la integridad del territorio, que no les quedó tiempo de informarse de lo que ocurría a vista de todo el mundo en Olancho.

Pero como dice la canción “ya lo pasado, pasado”. ¿Y ahora qué sigue? Ya se sabe que hay una carretera obra de la delincuencia organizada que campea en el país, ya se sabe dónde está localizada. Entonces, sin mayor dilatoria, se debe formar una fuerza multiagencial, de civiles y militares, para frenar y neutralizar esa acción ilegal y destructiva, de ser posible capturar a los responsables, destruir esa vía de comunicación e iniciar acciones de reforestación inmediatas, para tratar de remediar o resarcir los daños infringidos a la naturaleza. No hay otro curso de acción, lo contrario, no ejercer ninguna represión ni frenar eso, sería convertirse en cómplices de los iniciadores de esa gran maldad. Ante este hecho lamentable, depredatorio, debe de producirse una rápida reacción de las autoridades correspondientes.

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