El Bicentenario: más allá de la celebración

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10 de julio de 2021
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12:05 am
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El Bicentenario: más allá de la celebración

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Cuando los Estados Unidos lograron su independencia, los padres de la patria se reunieron inmediatamente para darle forma jurídica a sus ideales políticos. John Adams dijo estas frases que todavía no dejan de maravillarme: “Poner en práctica las teorías de los hombres más sabios”. Todo lo demás es historia, y ya sabemos de qué clase de historia estamos hablando: la del país más democrático y desarrollado del mundo moderno.

En Honduras nos aprestamos a conmemorar el Bicentenario de la Independencia. Esta es la mejor oportunidad que tenemos no solo para celebrar, sino también para reflexionar y dialogar sobre lo que hemos sido, lo que somos y lo que queremos llegar a ser como nación. Pero esas pretensiones no pueden reducirse a expresiones panfletarias ni a discursos tirados en elegantes almuerzos oficiales. No. Al igual que los norteamericanos de finales del siglo XVIII, nos toca ahora diseñar los ideales para los próximos doscientos años, por deber patrio y porque los principios que nuestros augustos patricios se propusieron aplicar en los albores de la República no tomaron el rumbo correcto y se extraviaron para siempre.

Y, aunque los historiadores nos han enseñado a conversar vis-a-vis con nuestro pasado, hay algo que nos impide conocernos mejor como hondureños: la disfuncionalidad del Poder y su extremo más degenerado, los intereses políticos cuando se anteponen a los ideales de los ciudadanos. Y si no intentamos llegar a conocernos lo suficiente; si no nos proponemos este cometido conciliador, jamás podremos decir con sentido de pertenencia e identidad, que somos una verdadera nación, si por ello entendemos, no solo el hecho de constituir una agrupación de individuos dentro de una extensión territorial, sino también que, viviendo en esa circunscripción jurisdiccional, nuestras aspiraciones puedan hacerse realidad. No en balde el Congreso norteamericano aconsejó a sus colonias el 10 de mayo de 1776, “conducir lo mejor posible a la felicidad y seguridad de los ciudadanos”. El éxito de ese consejo fundacional ha sido, el respeto por las leyes y los principios heredados de aquellos Padres fundadores.

¿Es fácil decirlo y muy difícil -sino imposible- lograrlo en un país como Honduras? De ninguna manera. Cuando la razón escarba el subsuelo de la playa donde todos toman el sol plácidamente, descubrimos cosas interesantes como estas: que lo mejores hijos de la Patria no se encuentran dirigiendo los destinos institucionales, y que las teorías y valores pregonados por los políticos, ya no se apegan a la realidad del país. No es posible seguir consignados bajo la tutela de doctrinas tergiversadas que no han producido sino, dolor y miseria, enconos y conflictos. Debemos aceptar que los faros de la humanidad, los que brillaron para guiar la nave de los estadistas del siglo XIX y primera mitad del XX -nos referimos a la democracia y al progreso-, se apagaron para siempre. Se destruyeron desde el momento en que militares y políticos se dieron cuenta que la soberanía no radicaba en el pueblo, sino en el Poder, y que el mejor negocio no estribaba en la acción social sino en la hacienda particular. Y al carromato utilitario se subieron hasta los civiles que conocieron el tejemaneje de los negocios estatales y se engolosinaron con las ganancias que engrosaban sus cuentas personales. El carromato, por supuesto, lo encarna la corrupción que anida en las instituciones del Estado.

De modo que la celebración de nuestro Bicentenario, comandado por personas honorables que pretenden hacer una fiesta cívica de la efeméride, es la oportunidad que la Providencia nos pone enfrente para salir de la inmadurez republicana o para condenarnos hasta la eternidad. Pero no podemos permitir que los políticos conduzcan tan gloriosa empresa porque los partidos, como transmisores de las aspiraciones de los hondureños, han fracasado por completo. Si realmente somos patriotas; si en serio pensamos en la felicidad de nuestros descendientes y en la mención honorable de verdaderos próceres marcados en los monumentos del futuro, aquí está la oportunidad de oro para que los mejores hijos de Honduras transmitan un legado para la posteridad.

[email protected]
@Hector77473552

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