GOTAS DEL SABER (48)

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10 de julio de 2021
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GOTAS DEL SABER (48)

Vicente Mejía Colindres a Carías Andino: “DESEO QUE EN ESTE CARGO SEAS MENOS INFORTUNADO QUE YO”

Por: Juan Ramón Martínez

I
Aunque más de alguno lo debata, para nosotros está muy claro que “la independencia fue un proyecto económico y político estrictamente criollo y no mestizo ni indígena, y constituyó un gran triunfo histórico de la minoría criolla, la cual a partir de entonces se enseñoreó del territorio y lo convirtió paulatinamente en su feudo, su finca, su patria, y su nación, sobre las espaldas de los trabajadores manuales, la exiguas capas medias y las amplias pobrerías llamadas informales, hoy convertidas en la fuerza económica que mantiene a flote nuestra poca productiva economía”. (Mario Roberto Morales, Presentación de la Colección del Bicentenario, en Horacio Cabezas Carcache, Independencia Centroamericana: Gestión y ocaso del Plan Pacífico). Muy poco han cambiado las cosas. La economía de Centroamérica, no ha terminado de arrancar nunca. Ni dejar la práctica de obtener ganancias, explotando a los más débiles. Y aún hoy, más bien, sigue dependiendo en mucho, de los más pobres. Los que soportan estoicamente la miseria y los que, desde el exterior, envían las remesas con las que se sostienen los aparatos públicos, políticos y sociales de los países que entonces era, provincias del Reino de Guatemala.

II
Hasta hace poco no se sabía mucho del Plan Pacífico, un proyecto para producir la independencia de Centroamérica, antes que los pueblos la declararan. Mayes Huete en su “Honduras en la independencia de Centroamérica y Anexión a México”, no lo menciona siquiera. En el acta firmada el 15 de septiembre lo dicen en forma clara. Este plan, fue “elaborado y promovido por la familia Aycinena con el apoyo de intelectuales liberales como Pedro Molina, Mariano de Beltranena y José Francisco Barrundia. El objetivo principal de dicho Plan era mantener el estatus político, lo que garantizaría los intereses de los grandes comerciantes de la capital. Sin embargo, los autores del Plan estaban conscientes que los añileros de San Salvador y los criadores de ganado vacuno de Nicaragua, querían cambios políticos que acabaran con el monopolio comercial capitalino. Para ello, para llevar adelante el Plan, solicitaron apoyo militar a Agustín de Iturbide, ofreciéndole a cambio anexar a México lo que había sido el Reino de Guatemala, como lo confirma (la) carta del marqués Juan José de Aycinena al intendente de Chiapas, Manuel Ramírez Paramo, en que le indicó que trabajaba incesantemente para lograr la unión de estas provincias al imperio mexicano” (Cabezas Carcache, 2021, 17).

III
El autor citado, refiere las interioridades de lo que ocurrió ese sábado 15 de septiembre de 1821 en Nueva Guatemala de la Asunción. Nos dice que la sesión contó con la presencia de 53 delegados (36 civiles y 17 eclesiásticos). “Pero en el debate se manifestó que solo 25 apoyaban la independencia, el grupo de personas que estaba en las afueras, encabezada por el marqués de Aycinena, José Francisco Barrundia, Pedro Molina, Basilio Porras y Dolores Bedoya de Molina, empezó con sus gritos a presionar a los opositores a que se declarara la independencia lo que provocó desorden y caos, y fue aprovechado por la mayoría de los delegados que abandonaran el salón. Permanecieron Gabino Gainza, los representantes de la diputación provincial y el ayuntamiento de Nueva Guatemala, y José Cecilio del Valle y Miguel de la Reynaga. En realidad, estos fueron (la minoría) los que decidieron el contenido del Acta de Independencia, la que fue firmada por Gainza, el secretario de la Audiencia y los miembros de la diputación provincial y el Ayuntamiento de Nueva Guatemala de Asunción, este último controlado por Mariano de Aycinena”. Valle no firmó. Porque sin duda, como abogado sabía que no había quorum y que el acto que estaban ejecutando era ilegítimo. Mal comienzo para una nueva nación. Y la prueba que el pueblo no había sido consultado y que incluso la mayoría de la élite dirigencial no estaba de acuerdo es que, “el día siguiente a la Declaración de Independencia, desde los atrios de las principales iglesias y de las portadas principales de los edificios públicos, un pregonero dio lectura al Primer Bando de Buen Gobierno de Gavino Gainza, en su calidad de Jefe Político, hacía saber que los que se opusieran a la independencia serían condenados a la pena de muerte, y que se prohibía la realización de cualquier corrillo público”. (Cabezas Garache, 2021,18). ¿No está aquí, en este acto ilegal, que un abogado, moralmente dotado como el prócer hondureño, la razón por la cual Valle, no firmó el Acta de Independencia?

IV
Al recibirse en las provincias, los pliegos de la copia del acta de independencia firmados en Guatemala, el conocimiento no fue generalizado; ni mucho menos. Unos pocos –los principales, encabezados por los miembros de los ayuntamientos y sus cercanas amistades– se enteraron del asunto. La mayoría de la población de San Salvador, Tegucigalpa, Granada y Heredia, no se enteró. En cambio, los ayuntamientos de estas ciudades aprobaron la decisión, porque mayoritariamente creyeron que, de esta manera se libraban del yugo que le habían impuesto los comerciantes de Guatemala, que les explotaban, comprando barato sus productos y, además, impidiendo la libertad de comercio. Como es natural, la opinión sobre lo ocurrido el 15 de septiembre anterior, no fue igual en todas partes, ni mucho menos entre todos los sectores o ciudades. “Los vecinos de Comayagua, León y Cartago, optaron por separarse de España y de Guatemala, y se adhirieron al Plan de Iguala, es decir adoptaron sin saberlo una decisión idéntica a la que la familia Aycinena promovía” (Cabezas Carcache, 2021, 19). Pero como siempre ocurre, los acontecimientos se precipitaron. En Guatemala las élites que querían seguir controlando el poder, se habían inclinado desde antes del 15 de septiembre de 1821, por la Anexión a México. Se cambiaba una metrópoli por otra; pero se mantenía lo más importante, el control sobre el poder y la economía del Reino de Guatemala. Pero la mentira tiene patas cortas. “No habían pasado tres meses de la declaración de independencia, cuando los vecinos de San Salvador se enteraron que Gainza, la familia Aycinena y el alcalde de Nueva Guatemala de la Asunción, Pedro de Arroyabe, trabajaban denodadamente en pro de la anexión a México, lo que consideraron una negación del contenido y espíritu del acta de independencia, así como una traición” (Cabezas Carcache, 2021, 19). Lo que había empezado mal, seguiría mal. Poco tiempo después, Filósola, invadiría a El Salvador para tranquilizar a los salvadoreños que habían sido víctimas de un engaño que afectaba sus comerciales e incluso sus objetivos de crear, desde el espacio independiente, un poder religioso suyo, manejado por los salvadoreños.

V
Valle, es el más grande de los compatriotas que participaron en los actos de la independencia. Era un hombre de buena fe, fruto de la ilustración que creía en los hechos antes que en las opiniones, que había efectuado excelentes observaciones sobre la estructura de la sociedad de la que formaba parte y que entendió, como nadie, que si no cambiaba las bases económicas: la supresión del latifundio, las tierras comunales, se suprimía el monopolio del comercio por una minoría de guatemaltecos y se establecía la libertad de opiniones para debatir y buscarlo mejor, el futuro para la nueva nación, era una muy difícil. Sabía, además, que no estábamos preparados en ese momento para crear una nación moderna. Como abogado, sabía suficiente de derecho constitucional y como funcionario español, conocía muy bien lo entresijos y las trampas del poder. Gozaba de enorme respeto e influencia. Tanto como abogado, así como ciudadano de bien. Y era apreciado por la mayoría de los guatemaltecos, que le tenían como un hombre culto que le interesaban todos los conocimientos, porque todos eran útiles. Decir que Valle era un autodidacta, es un error. Era un verdadero estadista que, posiblemente, si hubiese sido presidente en el primer intento, cuando lo robaron las elecciones, las cosas habrían sido diferentes. Por lo menos, habría sentado el curso de acción para crear una nueva nación y hoy, otros soles nos alumbrarían. Y un nuevo espíritu haría de Centroamérica una nación más respetada que lo que somos ahora, cinco aldeas con luz eléctrica que casi nadie nos dispensa consideración.

VI
El 25 de junio de 1842 Francisco Herrera, el hondureño que posiblemente más ha odiado a Francisco Morazán, emitió un decreto, en el que “se prohíben las comunicaciones de los hondureños con los enemigos que se han apoderado del Estado de Costa Rica y se ordena a las administraciones de Correos las retengan en sus despachos, pueden continuar las relaciones de dichos enemigos por medio de expresos e introducir de tal modo planes hostiles contra el Estado; teniendo a la vista los decretos de los gobiernos de Guatemala y El Salvador, que prohíben absolutamente aquellas relaciones”. (Cáceres Lara, 1980, 215).

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