LOS AVISOS

ZV
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12 de julio de 2021
/
12:31 am
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LOS AVISOS

PESE a la crisis que podría desencadenarse, –por las vísperas se conocen los santos– que ni el Sisimite podrá sofocar, si los políticos continúan rociando chorros de desconfianza a un ambiente ya bastante contaminado. Si no se apuran a dotar al CNE y al RNP con los recursos y las herramientas que demanda una elección limpia y más creíble. Empero, tampoco es como que haya algo que envidiar al entorno. A vuelo de pájaro, ¿qué avisos salen, digamos de Perú, Chile, Haití, Nicaragua, que ayuden aquí a la recapacitación? Los peruanos atraviesan su agujero negro de epistémica incertidumbre. No hay veredicto oficial a un mes de realizarse las votaciones y cuando faltan poco menos de tres semanas para la toma de posesión de un nuevo gobierno. El fujimorismo, que pierde por décimas de puntos porcentuales, inundó el Jurado Electoral con cubetas repletas de impugnaciones. Hasta cierto punto es comprensible que, siendo esta la segunda ocasión que deba aceptar resultados de una elección tan apretada, arme berrinche y use el discurso del fraude como pretexto.

Pero cuando las diferencias son abismales y evidentes, conspirar contra la democracia, echar culpa de su desgraciada suerte a otros, es de necios acomplejados, encubridora de su propia inutilidad. Sin embargo, falta poco, horas apenas, para que los peruanos se den el gobierno que se merecen. Hay, empero, peores situaciones. El magnicidio, es la última calamidad del ambiente convulso, inestable, violento, que sufren los haitianos. Se trata de lo más cercano a un Estado fallido, un país arruinado, el más pobre del continente. Un pueblo sin esperanza, a juzgar por la hemorragia incontenible de migrantes que dejan sus hogares huyendo de la fatídica desgracia que los perturba. Todo ese infortunio –a propósito del espejismo de tanto iluso imaginándose que la vida cambia con solo cambiar la Constitución– la de Haití, en papel es casi el marco teórico más adelantado para una democracia moderna. Tomada de la norteamericana y de la francesa, aventaja a cualquiera de las sociedades más desarrolladas del mundo. Otra muestra que una cosa es lo consignado en los textos constitucionales y otra muy distinta lo que disponen los gobiernos y el comportamiento de las personas. En el día a día, la gente es como cosa aparte de todas esas ilusiones escritas. Mientras, los chilenos se alistan a darle cristiana sepultura al estorbo de Constitución vigente. Precisamente la misma con que construyeron el modelo económico político y social que les posibilitó asomarse a los umbrales del primer mundo.

Mujica, el popular exgobernante uruguayo, teme que “esa convención constituyente sea “una bolsa de gatos” queriendo resolver todas las penurias del pueblo chileno con una Constitución”. Aquí, decíamos ayer, la “olla de grillos” a la que le encomendaron redactar el “poema”, bien puede acabar arruinando el cuasi exitoso patrón de vida del que han disfrutado. La fórmula que, con sus obvias fallas y limitaciones como cualquier prototipo perfectible, les ha permitido alcanzar lo que tienen hoy en día. Ello era, antes que las “brisas bolivarianas” se juntaran con indignados que tronaron con el módico incremento de los pasajes del tranvía. Dejando al descubierto el desencanto: Que la chilena no es la utópica sociedad que creían tener, pletórica de justicia, sin inequidades de ninguna clase. Pero así es la vida. No hay plenitud que satisfaga del todo. Sucede, a veces, que por ambicionar más se acaba con menos. Lo triste es que uno no se entera de inmediato. Hasta que llega el momento de poner los pies en la tierra. Cuando el daño ya está hecho. Más tarde que despierten de su ficción se enterarán que no es la letra escrita de una ley lo que determina el progreso de las naciones, el bienestar de los pueblos, el respeto a los derechos, ni la plena satisfacción de los anhelos de sus habitantes. Ello es obra de la gente, de escoger buenos gobiernos, de actitudes correctas y de cuidar los valores. Concluimos con lo más cercano. La tercera reelección del comandante sandinista –sumados a los primeros 13 años que gobernó holgado después del triunfo de la revolución que tumbó la otra dictadura– esta vez la quiere conseguir en elecciones sin contrincantes. Aquí, la frágil democracia no permite ni milimétricos desvíos. Se camina en el filo de la navaja. Con iguales o perecidos desencantos convertidos en malestar hacia las élites políticas. Mayor, entonces, la responsabilidad que tienen de restaurar la esperanza o siquiera evitar que la confianza se pierda del todo.

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