La alerta que envía Haití

MA
/
14 de julio de 2021
/
01:53 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
La alerta que envía Haití

Rafael Delgado Elvir

Haití está nuevamente en el centro de la atención mundial con el asesinato de su presidente Jovenel Moïse. Como país desapareció y volvió a surgir en las noticias internacionales, aunque su condición es de una permanente zozobra y precariedad para la gran mayoría de sus habitantes. Habrá diferentes análisis respecto a las motivaciones del asesinato y de los eventos anteriores. Pero toda la crisis se da con un trasfondo que no puede conducir a otra cosa diferente a la tragedia.Según el Índice de Desarrollo Humano del PNUD este país se ubica en el lugar 170 en el ranking mundial, indicando condiciones de muy bajos ingresos, alta mortalidad y poca esperanza de vida entre sus habitantes. Las condiciones de su gente en promedio son similares a las que viven los ciudadanos de países como Afganistán, Etiopía o Sudán.

El Índice de Progreso Social, que pretende medir las dimensiones sociales y ambientales de los pueblos, igualmente ubica a Haití en la cola, acompañado de los mismos países. Todo lo anterior indica que, en esos países, incluido Haití, la simple vida diaria resulta ser algo extremada-mente difícil y peligroso para el ciudadano común.Además de la fatalidad que signifi ca ubicarse en esos niveles de pobreza, que ya es más que sufi ciente para los que la sufren, todos ellos tienen en común confl ictos políticos profundos. La guerra permanente entre facciones alimentada por factores externos, la protesta violenta de los que sufren y la falta de capacidad para acuerdos mínimos y duraderos dentro de la ley, entre los que aspiran a ser líderes, son las manifestaciones que completan el panorama de estos países resquebrajados e incapaces de gobernarse. La tragedia llegó a esos países y una vez en esa situación, todo indica que se cayó en una trampa efectiva de donde es sumamente difícil salir.

La situación económica y social empeora cada vez más y los estallidos recurrentes de violencia nuevamente alimentan ese proceso de deterioro continuo.Desde Honduras, desde una lejanía aparente, oteamos el panorama haitiano que nos enseña una cadena clara de hecho y un conjunto de factores que se han ido conjuntando para provocar los estallidos y las crisis de estas últimas décadas. Hacemos las comparaciones estableciendo las similitudes y las diferencias de estos dos pueblos que buscan la senda del desarrollo, prevaleciendo las primeras. Ambos están abatidos por la pobreza, el crimen organizado y el narcotráfi co.

En ambos las cúpulas corruptas en la economía y en la política se atornillan al poder para desde allí arrebatarle al país una buena oportunidad de negocio, una buena concesión o una alta po-sición en los poderes del Estado. En ambos se manifi esta de manera acelerada la depredación del bosque, la contaminación de los ríos y las costas. En ambos, tanto las sequías como las inundaciones producen daños severos a su gente. En ambos las elecciones, cada vez más, han dejado de ser un ejercicio democrático de participación libre, para convertirse en una fi esta de mercenarios que tergiversan la expresión de la gente defi niendo los resultados a su favor.

En ambos pesan mucho lo que emprende la política exterior de EUA o las iniciativas internacionales que inútilmente y presas de su misma falta de claridad y sinceridad, fracasan en sus intervenciones.Estaría muy contento de poder constatar menos similitudes y más diferencias. Lamentablemente no es así. Haití amenaza convertirse, además de una tragedia interminable para sus ciudadanos, en una visión fatal de lo que podría ser Honduras si no se corrigen tantos errores en los que estamos incurriendo.

Debemos de elevar sustancialmente la calidad de las elecciones cuyos resultados son el origen de tantos problemas, para que de allí surjan los mejores ciudadanos que han de gobernar el país. Contribuir en procesos electorales impregnados de graves ilegalidades, de prácticas corruptas y candidatos bañados en las aguas del delito es atentar violentamente contra las ya de por sí débiles instituciones republicanas y democráticas. Con ello no habremos logrado todo, pero sería un inicio para detener el camino equivocado por el que seguimos marchando

Más de Columnistas
Lo Más Visto