Congreso – CNE

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20 de julio de 2021
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12:58 am
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Congreso – CNE

Carlos Gilberto Sandoval

Decía el filósofo Inmanuel Kant en su opúsculo sobre “la paz perpetua”, que “nunca la política ha de poner de rodillas al derecho”, “la política siempre debe inclinarse ante el derecho”, “la honradez es la mejor política”.
Los grupúsculos sin escrúpulos que detentan el poder, enquistados en el mismo por largos períodos de tiempo, en desmedro de la democracia, deben desaparecer de los tinglados políticos eleccionarios, por cuanto constituyen una paradójica afrenta que oculta las verdaderas intenciones, como lo esotérico que se mantiene callada y silenciosa, para dar el zarpazo final de ignominia; eso es evidente e irrefutable como axioma.

En nuestra Honduras suceden cosas inauditas:

1. crean con fuerza ilegal y antojadiza zonas de empleo dizque para incremento de la economía nacional; pero en el fondo lo que hacen es vender retazos de terrenos hondureño a extranjeros o sea, que están vendiendo la soberanía patria con fines inconfesables. La soberanía es el pueblo, que no se alquila, ni se presta, ni se vende.

A ese daño, hay que agregar que les otorgan el derecho de crear su propia justicia, su propia Policía Militar y civil, en perjuicio y burla para las autoridades hondureñas legalmente constituidas.

2. Al acercarse el período de elecciones generales para autoridades nacionales: presidente de la República, diputados del Congreso Nacional y alcaldes municipales; el Consejo Nacional de Elecciones solicitó un incremento de fondos al Congreso, que al principio lo ofreció pero posteriormente lo negó, aduciendo carencia de dinero, cuando en realidad hay existencia, como lo manifestaron los funcionarios de la Secretaría de Finanzas. (No hay sentido de verticalidad y trascendencia).

Sin esos fondos el proceso eleccionario no alcanzaría los fines legales pertinentes. Vendría una hecatombe en perjuicio directo hacia el pueblo.

¿Qué es lo que se propone la torpe, consuetudinaria y envejecida ultraderecha al actuar en esa forma?
Rescoldos de un pasado oprobioso que ya no tiene cabida en el presente.

Lo antiguo, lo arcaico, siempre por ley ineluctable pasa a sufrir el veredicto de la historia, mientras lo nuevo ocupa un sitial de honor en el evangelio de los tiempos modernos.

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