LA PROCLAMACIÓN

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20 de julio de 2021
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12:25 am
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LA PROCLAMACIÓN

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MONITOREAMOS el proceso electoral de los peruanos, tanto a cuenta de su utilidad en el contraste con lo doméstico, pero, además, debido a ese raro embeleso –de ciertos sectores nacionales– con figuras de esos gobiernos; que si no pudieron enderezar la casa propia menos para que lo hagan con la ajena. Más de mes y medio transcurrido desde la votación, a pocos días de la fecha que la ley señala para la instalación del nuevo gobierno y todavía no hay proclamación oficial del Jurado Nacional de Elecciones. No pegó ninguna de las impugnaciones del partido fujimorista. Fue un revés por un tanto ajustado –50.12% a 49.87%– lo que explica la renuencia de Fuerza Popular a acepar los resultados. Son las segundas elecciones generales que pierde por un apretado margen. Las pasadas, contra PPK, con una desventaja de apenas el 0.248%, aceptó el veredicto sin tanto pataleo.

Distinto al caso de otros derrotados por abismales diferencias que, perifoneados por las vitrolas RCA Victor, arman vocinglero berrinche como subterfugio de la impopularidad, ausencia de carisma, talento, talante y liderazgo que los hizo fracasar. La Fiscalía peruana –a propósito de esas campañas que montan de supuestos fraudes, sin aportar pruebas concretas, para infundir desconfianza en la ciudadanía– abrió una investigación preliminar contra uno de los candidatos y tres periodistas “por incitar a desconocer los resultados de los comicios del pasado 6 de junio”. “El Ministerio Público les imputa presuntamente haber cometido los delitos de conspiración para sedición y grave perturbación de la tranquilidad pública, en agravio del Estado”. Ahora bien, en lo que a ese campo respecta, aquí la impunidad campea cual chúcaro animal suelto en los potreros. No hay que quebrarse la cabeza para entender que si no hay consecuencias jurídicas por cuanto desprestigio se derrame sobre la autoridad electoral y descrédito se propague del mismo proceso democrático, cualquiera se siente en libertad de decir cualquier cosa sin temor a ser procesado. La impunidad alienta que sean los mismos políticos –cuando debiesen ser los más interesados de cuidar el proceso en vez de caer en trastornos masoquistas de autoflagelación– los que rocíen chorros de desconfianza a un ya tóxico clima de incertidumbre. En duelo con las autoridades más solventes que eligieron– porque estas se resisten a las mismas andadas del pasado, empeñadas en dar al país unas elecciones distintas,– mantienen al país en zozobra.

Ahora bien, retomando el tema con que iniciamos, ello es los resultados oficiales de las elecciones peruanas. Concluida la revisión de la autoridad electoral a todas las impugnaciones presentadas, sin que haya habido ninguna que –aparte de mostrar ciertas irregularidades– probara el argüido fraude, entre hoy y mañana el JNE anunciaría que el ganador de la contienda es el maestro rural izquierdista de sombrero de paja de ala ancha. Falta poco para que los peruanos se den el gobierno que se merecen. No del agrado de Vargas Llosa. El Premio Nobel no titubeó cuando le tocó escoger entre uno y otro extremo. Sus mensajes han sido premonitorios de lo que se les viene encima a sus coterráneos. Sobra agregar que el ungimiento ya días lo celebran los partidarios de Nicolás en Venezuela, los de Evo en Bolivia, los de la Kirchner en Argentina y los de AMLO en México. El comandante sandinista, extraviado en su propio laberinto, tiene tantas preocupaciones propias de su reelección sin contrincantes, para celebrar triunfos ajenos. Por si las moscas, el Sisimite se mantiene alerta, por si más adelante ocupan sus servicios.

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