CON LAS CAJAS DESTEMPLADAS

MA
/
21 de julio de 2021
/
12:25 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
CON LAS CAJAS DESTEMPLADAS

GANADORES Y PERDEDORES

UN estudio divulgado por el COHEP sobre el mercado laboral –hasta donde atinaron los investigadores ya que el panorama podría ser más grave– hace un registro de los desocupados, subempleados visibles, subempleados invisibles, los potencialmente activos y los desalentados. Solo en el 2020, unas 708,608 personas se computan dentro de los desalentados. (Esa cantidad era 124,997 el año anterior). Explica la tabla contentiva de las cifras asignadas a cada una de las clasificaciones, que el número de los “desalentados” corresponde a los que dejaron de buscar trabajo porque consideran que no lo van a encontrar. De esa nutrida masa de resignados salen los hondureños que, desesperados, diríase más bien “desahuciados”, nutren las caravanas que parten con rumbo a la “tierra prometida”. Varios que probaron irse solo fueron a gastar los ahorros de toda una vida. O tal vez, vendieron sus líquidas pertenencias para ajustar una suma con que viajar.

Los regresaron a medio camino. Ahora son más estrictas las medidas migratorias en la vecindad. Los uniformados que los atajan y los devuelven, por las buenas o por las malas, demasiado mal encarados. Unos ni a la frontera con México llegaron. Y a los que sí cruzaron –porque “sí se pudo”– se toparon con el rechazo de policías armados de garrotes. Al primer desorden, ansiosos en lanzarles las bombas lacrimógenas, provocando estampidas de indefensas mujeres corriendo despavoridas con sus niños en brazos a arrastrándolos de un brazo. De los retornados –ello es los no estacionados en territorio mexicano en refugios de mala muerte padeciendo hambre, desconsuelo y vergüenza– salvo uno que otro obstinado, no quedaron convidados de volver a probar. En México no son bienvenidos. No los reciben de brazos abiertos como a los que integraron la primera caravana. Tampoco allá encuentran trabajo. Toda esa solidaridad hacia los hermanos del sur prometida por el gobierno mexicano –pudieron comprobar– fue demagogia barata. Discurso de políticos que abajo son una cosa y otra distinta cuando llegan al poder. Puro engaño de promesas mentirosas. Otros del nutrido batallón de los “desalentados”, ni siquiera intentaron salir. Buscaron albergue con algún familiar, maldiciendo su mala suerte. Días, semanas y meses perdidos. Llenando aplicaciones de empleo, presentándose, sin éxito, con su mejor mudada, o a falta de esto, con una sonrisa en la cara para agradar, a una y otra entrevista. Anduvieron tonteando del tingo al tango, de uno a otro lugar. Probaron si les ofrecían algo, cualquier cosa, distinto a su oficio o profesión. De todos lados salieron con las cajas destempladas.

Recurrieron al favor de algún amigo o pariente cercano, si conocía algún contacto –mejor en el gobierno– pero no habiendo de otras, en el sector privado. Los contactos que se comunicaron con padrinos de influencia recibieron respuesta que no hay trabajo en ningún lado. Más bien en las empresas, debido a la pandemia, al desplome de los mercados, a la caída de los ingresos, a falta de incentivos o de medidas de salvataje, tuvieron que reducir costos de operación recortando la fuerza laboral. Esa cifra de “desalentados”, lejos de reducirse aumenta. Porque para muchos en el sector empresarial las condiciones no han variado este año de lo mal que fueron el año anterior. Solo en los enclaves privilegiados las condiciones son bonancibles. Pero no así en el resto del país. Pese a los rótulos de “se vende”, “se alquila” esta propiedad colgados por doquier sin clientes que compren o que arrienden, la alcaldía no perdonó el pago de los onerosos impuestos de los bienes inmuebles. No hubo tregua en la negociación del salario mínimo. La condescendencia, vaya ironía, es para quien ya tiene trabajo, –que tenerlo en esta época es bendición– no para los desocupados. Ni para los más que van a tirar a la calle. Cuando los negocios pequeños, medianos y grandes no tengan otra salida que recortar empleados para hacerle frente al pago de planilla quincenal. Esa que haciendo de tripas, corazón, ajustaban antes del aumento al mínimo. Hoy, a menos que el maná caiga del cielo, menos van a poder pagarla. Innecesario dar los otros números de la tabla. El de los desocupados y de los subempleados visibles e invisibles. La clase media es ahora la otra invisible. La pobre, y a duras penas, apenas sobrevive. Esperando que baje el Sisimite, a ver qué cuenta.

Más de Editorial
Lo Más Visto