“NO ACABA DE MORIR… NO ACABA DE NACER”

ZV
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24 de julio de 2021
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12:04 am
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“NO ACABA DE MORIR… NO ACABA DE NACER”

EL CONTAGIO Y LAS ALARMAS

AYER decíamos que ese valioso concepto de la crisis como oportunidad, tiene su origen en la milenaria cultura china. Sin embargo, hay otras variaciones que enriquecen la idea. Si de generar esperanza se trata en medio de una coyuntural tribulación. Días atrás citamos lo dicho por Walter Isaacson: “Creo –expresa en una entrevista– que son tres los descubrimientos que marcarán el devenir de la humanidad”. “Cada uno de ellos está relacionado con una revolución del conocimiento y la innovación”. “La primera parte del siglo XX se basó en la física, la segunda nos llevó a la tecnología con la informática e internet y, finalmente, la genética, que nos va a mejorar la vida con vacunas, curas para el cáncer y manipulación genética”. Pues bien, sobre el tema la “crisis como oportunidad”, veamos qué otro aporte no en el área de la física sino de la motivación ofrece uno de esos grandes innovadores cuya teoría de la relatividad cambió para siempre la forma de entender el tiempo y el espacio.

“La crisis –escribía Einstein– es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y a los países, porque la crisis trae progresos”. “Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”. “Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía; sin crisis no hay méritos”. “Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado”. Posiblemente partiendo del mismo estro John Kennedy afirmaba: “En la crisis, sé consciente del peligro, pero reconoce la oportunidad”. Y el poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht filosofaba: “La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”. ¿No creen que en ese vértice del incierto polígono estamos? Sin embargo, como decíamos ayer, no esperen que la oportunidad sea milagro caído del cielo. Se presenta si hay guía, liderazgo, medios que contribuyan a dar la debida orientación, la actitud, las decisiones y la voluntad colectiva de convertir un desastre en coyuntura esperanzadora. Se requiere la osadía de dar vuelta de calcetín a lo que mantiene a estos pintorescos paisajes acabados sin que puedan dar pie con bola. No en el campo, sino en lo salvaje de un anárquico potrero. Dando vueltas de tonto al círculo vicioso de la pobreza y del atraso. La oportunidad se presenta si hay valor de someter el arcaico sistema que nos mantiene estancados, no tanto a la verdad de Perogrullo que estamos bien amolados, sino a una profunda revisión. Del sistema completo. Tanto de la cosa pública como privada.

Dimos, a manera de ejemplo, el salto colosal del pueblo norteamericano. Sí, las medidas expansivas de Roosevelt ayudaron a paliar los graves efectos de la gran depresión. Pero aquello no fue suficiente. Fue la guerra –una crisis encima de la otra crisis– que los sacó del infernal atolladero. El ataque disparó no solo bombas y pertrechos contra Pearl Harbor sino que despertó el instinto de sobrevivencia de un gigante adormecido. Sacó su potencial entumecido. Pudo –ya que su territorio continental no fue objeto de acometidas bélicas– suplir las necesidades de los aliados en guerra. Mientras los hombres se enlistaron las mujeres se fueron a trabajar a las fábricas de ensamblaje. Aquello tuvo el efecto de duplicar la capacidad laboral aprovechable. Sí, las mujeres seguían siendo centrales al hogar –nada sustituye el valor de la madre en las familias– pero ya no solo como amas de casa. A partir de allí inicia la revolución de género y la ascendente lucha por la equidad. Su sistema de democracia garantista de derechos –simbolizado por la Estatua de la Libertad dando la bienvenida a los perseguidos– dio refugio a expatriados huyendo de las tiranías. Ese flujo de inmigrantes aportó la mayor ola de genialidad; las cabezas más notables de la época. Gracias al ímpetu de sus desarrollos tecnológicos transformaron las ventajas en superioridad. No solo, consecuencia de ello, obtuvieron prepotencia nuclear sino que años después, en tiempos de paz, ganaron la guerra del espacio. (No fue el Sputnik, ni Gagarin, sino el Apolo 11 y Armstrong, propulsados por el genio del alemán Von Braun que obraron el prodigio). Cambió la forma como la sociedad estaba organizada. Puso a trabajar, a máxima revolución, su motor productivo, mientras la inventiva, los avances tecnológicos logrados lo convirtieron en la potencia mundial que ha sido a partir del desenlace de la conflagración. Así que no es necedad insistir en la pregunta obligada: ¿Y aquí qué se ocupa para desentrañar ese espíritu de supervivencia? ¿Qué baje el Sisimite?

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