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29 de julio de 2021
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12:04 am
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Seguridad

Carolina Alduvín

Por: Carolina Alduvín

Un concepto cada vez más difuso y abstracto; en el diccionario, la definición es “calidad de seguro”, siendo seguro “libre y exento de todo daño o riesgo”. Al decir de algunos, el riesgo cero no existe, es una falacia; por tanto, la seguridad es algo que tiene más que ver con la percepción de los sujetos, que con lo existente. Una aspiración que depende de tantos factores que, lo más posible de lograr es una aproximación aceptable; es decir un riesgo calculado sobre el que deben tomarse decisiones a cada momento. En estos momentos en que se hacen patentes muestras de pesar por el asesinato a quemarropa de una exdiputada, casada con un exalto funcionario de la Policía y en su propio domicilio, en una de las colonias más exclusivas y supuestamente mejor vigiladas de la ciudad. ¿Qué podemos esperar el resto de los mortales?

Hay toda una Secretaría de Seguridad, pese a lo que, los delincuentes cada día, escalan en violencia y audacia el tono de sus fechorías, la ciudadanía se siente cada vez más desprotegida; ahora, los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales, se han encargado de esparcir, más que miedo, pánico a una entidad ultramicroscópica, estadísticamente no más dañina que cualquier otro virus de influenza, al grado que el país y la economía siguen semiparalizados y, el personal de salud, endiosado como nunca antes. Solo así se explica que los molestos guardias que vigilan y resguardan las entradas de los vecindarios lo suficientemente organizados y con recursos para financiar su estadía 24/7, dejen pasar sin mayores indagaciones a quienes se disfrazan como sanitarios.

Peor aún, que los propios ciudadanos no extremen precauciones, solo por estar en espera de un galeno, podría presumirse que, por tratarse de víctimas de alto perfil, las autoridades correspondientes se esmerasen en su trabajo de identificar, localizar y capturar a hechores tanto materiales como intelectuales. Los profesionales del derecho, en especial aquellos que litigan casos en los que grandes intereses están en juego, suelen ser blancos frecuentes de este tipo de crímenes. Otra hipótesis, podría tener que ver con el revuelo que se ha levantado con el asunto de la oposición popular y cada día más organizada a las inconstitucionales ZEDE, ya los programas de debate televisivo nos han dejado ver cuán bajo están dispuestos a caer los defensores de tales refugios para extraditables. ¿Será que al interior del club hay señales de voluntad para revertir la aberración? Siempre hay formas de mandar mensajes.

Lo reportado por los medios no señala testigos directos, de haber habido, hubieran corrido la misma suerte, más de alguna pista habrá quedado y en los próximos días se verá si existe voluntad para esclarecer y castigar los delitos o, se limitarán a apresar chivos expiatorios, dejando a quienes contrataron el trabajito en la sombra, como hemos visto en tantos otros casos. De manera que, no tenemos seguridad jurídica, ni en el propio texto de la Constitución, también denominada ley suprema, la ley que da vida a las ZEDE sigue vigente, las que supuestamente se han establecido y hasta comenzado a operar, no tienen la aprobación de la autoridad correspondiente y existen en la ilegalidad enmarcada en la inconstitucionalidad.

La seguridad social atracada en el filo de la impunidad que estimula y perpetúa delincuencia hormiga, común, organizada y de cuello blanco, hace lo que puede para proteger a algunos sectores de la población, complementa con algunas falencias al colapsado sistema de salud pública y sobrevive sin muchas posibilidades de crecer, de extender su cobertura ni geográfica ni poblacional, un privilegio solo para algunos asalariados. Complementada por algunos institutos de previsión públicos, a los que se les lleva un hambre no disimulada que, en un descuido, en un momento de desorganización o de disputas internas, los delincuentes refugiados en el órgano legislativo, no dudaran en dar el zarpazo.

Y una de las más célebres en estos días de paranoia pandémica, la bioseguridad, cacareada, ignorada, burlada, incomprendida y lo peor: incumplida. Pese a los gastos en publicidad, a las advertencias y ruegos del personal de salud, a los llamados a continuar con las previas medidas de seguridad aunque algunos hayan alcanzado premio incompleto en la lotería de las vacunas, las aglomeraciones siguen a la orden del día, las excusas son lo de menos, obtener la nueva ID, hacer fila para ser conejillo vacunado, dejarse acarrear a una concentración política o festejar.

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