La verdadera cara del Poder

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31 de julio de 2021
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12:04 am
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La verdadera cara del Poder

Esperanza para los hondureños

LETRAS LIBERTARIAS

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Lo diré en términos muy sencillos: nadie se mete a político sin perseguir otro objetivo que no sea el del lucro personal. El aspirante a político que diga lo contrario está mintiendo de manera olímpica. El objetivo común de todo político, sobre todo en los países más atrasados como Honduras, es el de salir de la pobreza, llegar a tener influencia sobre los demás y ser parte del grupo económico más poderoso del país. En sociedades con mejores niveles educativos ocurre todo lo contrario: ser parte de un gobierno representa una incomodidad, pues aparta a los funcionarios de sus negocios privados -que siempre son más rentables que los ingresos salariales del Estado-, o les trastoca la paz familiar que pierden, una vez que asumen un puesto de importancia pública.

En el pasado, integrar el círculo del Poder significaba ser reconocido por su devoción a la patria y por colaborar en los planes y programas que buscaban la felicidad de los ciudadanos. Era una cuestión de honor hasta que algunos se dieron cuenta de que las cosas no funcionaban como en la teoría. No en balde el general José Trinidad Cabañas, símbolo de la honradez perdida y antítesis de los políticos modernos, rechazó el cargo de Vicejefe de Estado de la Federación Centroamericana arguyendo que él era un soldado y que no sabía ni un carajo de la administración pública. Hoy en día, una actitud de este tipo, exhibida por cualquier político, estaría sujeta a las burlas y a los epítetos más despectivos en las redes sociales, en los memes y en el TikTok.

Hasta finales de los años 40 del siglo pasado no había mucho para robar en el Estado: la hacienda pública era lo bastante exigua como para meter las uñas en el arca abierta, y porque ni la industria ni el comercio eran lo suficientemente productivas. Pero cuando los negocios crecieron en volumen, a los políticos se les encendió el foco, allá por los años 50, cuando se puso de moda el modelo de la “Industrialización hacia adentro o de Sustitución de Importaciones”: “Si crecen las ventas -habrían pensado-, también deberán aumentar los impuestos; y si crecen los impuestos, podemos hacer maravillas con un presupuesto ilimitado”.

De modo que aquellas buenas almas educadas en la mejor época del escolasticismo, guiados por los preceptos de la clase de Moral y Cívica, cayeron en la peor de las tentaciones, pues el diablo jamás descansa, al contrario que los políticos. Para justificar el aumento de las líneas presupuestarias, se inventaron la “noble” labor de ayudar a los más necesitados y crearon instituciones a diestra y siniestra que con el tiempo se convertirían en la fuente nutricia que llenaría los bolsillos particulares, a la vez que funcionaban como escuelas piloto para los corruptos metidos a políticos.

De esta manera surgió un Poder generacional que sobrevive hasta nuestros días; que se reproduce en el tiempo y que se adapta a los cambiantes mercados, adoptando las mejores prácticas no solo para hacer negocios de gran envergadura, sino también para mantener el equilibrio y el orden del sistema, aunque las encuestas muestren la amargura de la gente. Todo lo demás no importa, y por “todo lo demás”, entendemos, el resto de la sociedad civil.

Eso explica por qué el Poder se expande, lejos de achicarse como pretenden los organismos internacionales de crédito tratando de evitar que se dispare el gasto público. Porque el verdadero Poder es el que crece y el que mete los tentáculos en cada resquicio de la sociedad, creando más y más instituciones, generando puestos políticos, aumentando los impuestos y utilizando el presupuesto con el fin de mantenerse y de reproducirse por un tiempo indefinido. El verdadero Poder no es el que utiliza la democracia como un medio, sino como un fin, de lo contrario, su existencia carecería de sentido, No es la benevolencia social el verdadero propósito del Poder, aunque la teoría política asi lo prescriba, sino el sentido del placer y los goces que este provee.

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