LOS CLUBS

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2 de agosto de 2021
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12:25 am
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LOS CLUBS

TIENE sus ventajas la membresía en algunas cofradías. Los camaradas son solidarios entre sí. A Evo, cuando lo tumbaron, lo fueron a rescatar. El gobierno mexicano le dio cálido albergue. Pasado el tiempo de reposo prefirió el asilo argentino –más cerca de su país– desde donde dirigió la campaña política. Gracias al desastroso interinato y al pleito de una oposición desparramada, todos queriendo ser candidatos presidenciales, su partido reconquistó el poder. (Al peruano Allan García, en cambio, le negaron asilo en Uruguay. Cuando fueron a capturarlo, antes que entregarse, se pegó un tiro en la sien. Alemán en Nicaragua, entraba y salía de la bartolina, dependiendo de si transaba el poder para el sandinismo. Otros exgobernantes de derecha si no están tras las rejas en sus países, como el general “mano dura”, de adonde fueron afuera los entregaron esposados. Un salvadoreño preso mejor se murió de un infarto. E igual sucedió con otro guatemalteco). Pero en el club de los compañeros de viaje el trato es distinto.

El comandante sandinista acaba de dar nacionalidad nicaragüense al expresidente salvadoreño Sánchez Cerén, perseguido por la justicia. Allá reside, con igual carta de nacionalidad nicaragüense, el otro expresidente salvadoreño, Mauricio Funes, también requerido en su país. La nacionalidad y protección cubren, además, a sus inmediatas familias. Bolivia, Argentina, Nicaragua y México, así como varias naciones de Caricom –subvencionadas del crudo venezolano–, impidieron la lectura de un informe de la CIDH en la OEA sobre Cuba. La sesión extraordinaria fue aplazada. Había sido convocada para terciar sobre las protestas del pasado 11 de julio. El representante boliviano arguyó que “no corresponde a la Organización pronunciarse o considerar informes sobre un país que no es miembro, más si no puede defenderse” ya que si “no participa, está en indefensión”. Por un lado, quienes juzgan “incorrecta e improcedente” la convocatoria, apuntan que la isla no es miembro de la OEA tras su exclusión del sistema interamericano en enero de 1962. Sin embargo, el criterio a lo interno del organismo hemisférico es que “esa decisión quedó sin efecto a raíz de una resolución aprobada el 3 de junio de 2009, durante una Asamblea General celebrada en San Pedro Sula (Honduras)”. Lo anterior es discutible. Si bien en aquella ocasión la Cancillería hondureña planteó revocar la suspensión, ello no surtía efecto inmediato.

La representante de Estados Unidos, antes de acortar su participación y abandonar el salón, torció el brazo al gobierno anfitrión del evento, proponente de la moción. Objetó la reinserción, condicionado el regreso a una serie de requisitos y pasos previos que Cuba debía cumplir. La resolución fue modificada para incluir el parecer de los norteamericanos. Insulza –el entonces Secretario General– explicaba que “Cuba debe expresar claramente su compromiso con la democracia si quiere regresar a la OEA, como demanda un creciente grupo de gobiernos latinoamericanos”. Fidel en un artículo publicado en Granma le respondía: “Insulza afirma que para entrar en la OEA, Cuba tiene primero que ser aceptada por la institución”. Él sabe que nosotros no queremos ni siquiera escuchar el infame nombre”. “Ofende, incluso” al suponer que Cuba desea “ingresar en la OEA”. Ahora, hace unos días, en el Foro de Puebla, el presidente argentino arremetió contra la OEA: “Tal como está no sirve”, es “una suerte de escuadrón de gendarmería americana para avanzar sobre los gobiernos populares en América Latina”. Mientras, al guatemalteco le han montado un paro nacional por la destitución del fiscal especial. Qué no diera Giammattei por controlar la calle, como su vecino el salvadoreño, que se voló al Fiscal General y a la Corte Constitucional, y parte sin novedad. Solo unos comunicados de la “preocupada” comunidad internacional, sin mayores consecuencias. (A propósito de las hermandades que no abandonan a sus devotos. Quizás sepa el Sisimite qué suerte corren los socios de los otros clubs).

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