La Mochilita

MA
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3 de agosto de 2021
/
12:57 am
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La Mochilita

Y de pronto estaban allí… perdidos en una jungla con una mochila cada uno. El primero abrió la suya y encontró un martillo y un cuchillo, el segundo hizo lo mismo y hayo un encendedor y un cordel con señuelos para pescar, el siguiente descubrió en la suya una linterna y una brújula, y el ultimo hizo lo suyo y encontró una libreta, un lápiz y una flauta. ¿Qué es esto? Dijeron los cuatro amigos que como en un sueño bizarro no comprendían de que se trataba todo.

Comenzaron cada uno a discutir acerca de que hacer; les causaba curiosidad como fue que de la nada estaban allí y además cada uno con tan curiosos implementos. Como era de esperar, lo primero que sintieron después del susto fue hambre… el dueño del cordel y el encendedor dijo: voy a pescar, y con el encendedor haré una fogata para cocinar lo que atrape. Comieron pescado asado. Rápidamente anocheció. Cerca del río observaron osos de gran tamaño, así que decidieron explorar un poco antes de acampar. El compañero que tenía la linterna, la encendió para adentrarse en el bosque a buscar un lugar seguro, el dueño del cuchillo y martillo, iba adelante, cortando maleza para apresurar el paso. El que alumbraba, a su vez, miraba su brújula para saber en donde estaban, el de la libreta, comprendió pronto que valía la pena apuntar señales del camino y lo que la brújula indicaba para que el siguiente día pudieran ubicarse bien.

Encontraron un buen lugar, era un claro en el bosque, les daba la oportunidad de encender una fogata para ahuyentar a las fieras del campo y espantar al no menos desagradable frío que calaba sus huesos. El amigo del martillo y cuchillo, pidió colaboración a todos, y mientras el cortaba ramas y grandes hojas, los demás ayudaban con piedras, palos secos y todo lo que les parecía que podría ser útil ir acumulando para “materiales de construcción “de un refugio.

Se organizaron del tal forma que con los implementos con los que habían sido favorecidos de quién sabe quién,
pudieran sobrevivir y planificar su estadía en quién sabe qué lugar en donde habían aparecido. La angustia de no
entender lo que pasaba, en algún momento los aturdió; empezaron a quejarse de su suerte y comenzaron a comparar los implementos de los que habían sido dotados cada uno. Todo parecía tener una razón de ser: martillo, cuchillo, cordel, encendedor, linterna, brújula, lápiz y papel… pero… ¿la flauta?… se cansaron de discutir y se durmieron profundamente pensando cada uno en lo que harían al siguiente día. Lo que sucedió la siguiente mañana, fue una repetición del día anterior y así paso un largo tiempo, en el que tenían sus necesidades básicas cubiertas, pero se sentían agobiados por la vida que les toco vivir. Una noche, rodeando la fogata, los ánimos se caldearon y comenzaron todos a pelear, aduciendo que cada quien tenía un valor mayor sobre el otro… el más desfavorecido y de menor utilidad, era el que poseía la flauta, libreta y lápiz.

Luego, en un momento en que se dieron un receso de tanta pelea, concentraron su atención en el más “débil de la manada” y le pidieron que hiciera algo con el instrumento musical con que fue provisto. Este, les contó que mientras ellos hacían el trabajo más duro, el aprovechó para practicar y les tenía una sorpresa… esa fue la noche más feliz en el campamento. Después de esa experiencia, los rudos del  grupo, esperaban con ansias que oscureciera para volver a su “hogar” y así cantar, bailar y reír a carcajadas…

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