Tres modelos electorales

MA
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3 de agosto de 2021
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12:52 am
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Tres modelos electorales

Juan Ramón Martínez

A casi 200 años del primer fraude electoral con el que se le negó a Valle, la posibilidad de usar su talento y su visión de estadista para crear una nueva nación, es incomprensible que tres personas, miembros del CNE, no entiendan la hondura de sus responsabilidades. Y mucho menos, que no comprendan que la institución que forman parte, tiene un carácter colegiado; y que, cada uno, antes que modelos en pasarela, quemen, animados por el egoísmo cerril más elemental, -en una verdadera hoguera de vanidades-, expongan sus compromisos políticos y no los patrióticos, sus obligaciones morales y su respeto por la generalidad de los hondureños que sabiendo que no han sido nombrados por méritos, sino que por lealtades y compromisos con partidos y propietarios de los mismos, les guardan respeto . Y que, en vez de comprometerse con la Honduras del futuro, democrática, respetada y honrada por todos sus habitantes -en vez de renunciar al pasado que nos ha impedido el desarrollo y el bienestar-, repiten irresponsablemente conductas partidarias, niñerías propias de conductas inestimables. Y son incapaces de renunciar a sus lealtades que demuestran su escaso valor individual, para poner sus talentos y compromisos al servicio de Honduras y solo de Honduras.

El modelo electoral, ha tenido por lo menos tres facetas: el primero, sin partidos políticos, dominado por el gobierno y en casi toda su historia, con un solo candidato. El gobierno por medio del Ministerio de Gobernación, levantaba el censo y efectuaba las elecciones. Los resultados eran comunicados a la población, por los medios que se contaban. Y como solo concurría un solo candidato, siempre ganaba el gobierno. Y en algunos momentos, raros y poco estudiados, cualquier persona podía pronunciar ante la mesa electoral, integrada por el cura párroco y las autoridades, el nombre de cualquier persona que, estimara conveniente. Había libertad, dentro de las limitadas posibilidades de entonces. No existían partidos políticos. Sus antecedentes fueron los llamados clubes pro candidatura de figuras relevantes. El segundo modelo, se produce cuando concurren dos candidatos o más candidatos. En el 1902 se presentaron tres candidatos y el Congreso Nacional que era la autoridad que finalmente determinaba los resultados, entrabado -como ahora- en diferencias personalistas, tomaba decisiones que, iban en contra de los resultados populares porque el perdedor, Juan Ángel Arias que contaba con el apoyo del presidente Sierra, recibió el respaldo de la mayoría de los diputados oficialistas. Lo que produjo la revuelta de 1903. En 1924, tampoco respetaron la voluntad popular y se produjo una nueva guerra. Por las urnas, hablaron los fusiles.

Durante el gobierno de Melgar, se estableció el tercer modelo electoral. Los partidos políticos y la Corte Suprema, constituyeron un Tribunal Nacional de Elecciones. Es decir, entramos a la fase en que desde que, el gobierno perdida la confianza, prefiere entregar el proceso electoral a los propios partidos políticos. Es decir que el arbitrio electoral, es constituido por representantes de los participantes en la contienda electoral. Los cínicos podrían llamar a este modelo, “al ladrón las llaves”. Para evitar casos de empate, se nombró un representante de la Corte Suprema de Justicia -siempre afín al partido de gobierno- para evitar el probable empate. Este modelo, entró en crisis en el 2017, cuando los resultados electorales fueron ajustados. El Tribunal, aunque integrado por elección del Congreso, pero conformado por representantes de partidos políticos afines, perdió la credibilidad. No solo por falta de capacidad tecnológica, sino por haber inscrito una candidatura ilegal, opuesta a la Constitución que, sin duda, no permite la reelección. Los miembros del Tribunal Nacional Electoral, fueron incapaces de recobrar la confianza popular y se introdujo, una variación, al tercer modelo, en que, aunque representantes de los partidos, ahora, el gobierno no tiene el control del proceso electoral.

Con todo, el modelo no es el mejor. Todavía, esperamos que algún día, no solo sea un organismo respetable el Tribunal Electoral, por la forma como lo elija el Congreso, sino que, además, esté integrado no por representantes de los partidos contendientes, sino que por figuras honorables y que no ofrezcan duda alguna. Esa fase, no hay visos que la podamos alcanzar pronto. Por ello, con los partidos dirigiendo el proceso, nombrando a sus peones para que lo integren, la confianza en resultados ajustados, será difícil de lograr.

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