Ana Aplícano, una “guerrera” en las salas covid del IHSS (Video)

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14 de agosto de 2021
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05:25 am
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Ana Aplícano, una “guerrera” en las salas covid del IHSS (Video)

La licenciada Ana Aplícano Figueroa es jefe de Enfermería de la Sala COVID de Mujeres del IHSS.

Por: Carolina Fuentes

La licenciada Ana Aplícano Figueroa es la jefe de Enfermería de la sala covid del sexto piso del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS). Con sus conocimientos, sus manos y su corazón ha contribuido a salvarle la vida a miles de pacientes que agonizaban hundidos en el desesperante abismo del COVID-19 y por eso hoy se le rinde tributo, como uno de los Ángeles de la Pandemia.

Aunque todos los enfermos han dejado una huella en su alma, la historia de don Pedro le ha enseñado el valor de la paciencia, del amor y de la esperanza…

Ese inolvidable paciente de 83 años, originario de El Porvenir, Francisco Morazán, fue el único que quedó en el cuarto piso del hospital, cuando el Área de Medicina de Hombres fue convertida en Sala Covid de Mujeres.

“ABUELO” REBELDE

Por su avanzada edad, al anciano únicamente se le aisló. La licenciada Aplícano manifiesta que “don Pedro no se nos olvida, casi 48 días en la sala… Luchó mucho, empezó con una mascarilla de reservorio a 15 litros, luego de 15 litros lo subíamos a 20, hasta llegar a 70 litros en una pulmodyne”.

Atender al adulto mayor era todo un reto porque, según la profesional, presentaba un deterioro neurológico extremo “y no colaboraba, se nos ponía rebelde, luchamos con él…”.

En el 2020, la profesional se contagió con el mortal virus y fue atendida en la misma sala donde veía a sus pacientes.

Después de más de un mes luchando por su vida, aferrado al oxígeno y a la voz de Aplícano y de otras colegas que lo animaban a esforzarse, a seguir su tratamiento y tener fe en Dios, don Pedro comenzó a recuperarse.

“Empezó a mejorar, llevándolo a descenso de litros de oxígeno, llegando a 15 litros, otra vez en mascarilla, hasta llegar a puntas nasales, era ya un paciente que colaboraba, comía, ya se reía, bromeaba con nosotros”, recuerda la licenciada.

Desde que ingresó al IHSS, el anciano no había dejado de mencionar a su hijo, a quien soñaba volver a ver y por quien, prácticamente, volvió a la vida. Fue así que, al ver que don Pedro había vencido al COVID-19, Aplícano y su equipo de trabajo contactaron a sus familiares, pidiéndoles citar al hijo del señor.

UN ÚLTIMO SUEÑO

Sus padres, Ana María Figueroa Varela y Santos Aplícano Izaguirre, ya fallecido.

Por fin, el día tan esperado por don Pedro llegó. Con la voz entrecortada por la conmoción que aún le causa, la profesional de la enfermería recuerda que “se localizó al hijo, lo dejamos entrar, lo vio, ¡Fue un momento muy emotivo!, emocionante para ellos…”.

Después de haber vivido ese momento de felicidad que hizo llorar a todo el personal de salud, “al día siguiente, don Pedro se nos murió”, relata Aplícano, con tristeza.

“Él, cuando hablaba con nosotros, siempre nos decía que en este mundo sólo lo detenía ver a su hijo… Vimos que era cierto, sólo le faltaba eso para irse, luchó tanto sólo para ver a su hijo y su hijo lo vio en óptimas condiciones, pero al final murió y logró despedirse”, cuenta la entrevistada.

VOCACIÓN DE SERVICIO

La licenciada Aplícano tiene 29 años, es capitalina, católica, soltera e hija del ama de casa, Ana María Figueroa Varela, y del mecánico ya fallecido, Santos Aplícano Izaguirre.

Cursó su educación primaria en la Escuela República del Perú y se graduó de bachiller en Ciencias y Letras en el Instituto Central Vicente Cáceres, donde brilló como parte del pelotón de sus lindas palillonas.

Se graduó de Licenciada en Enfermería en el 2017, en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y cuenta que su vocación la heredó de su madre.

“Mi mamá era voluntaria de salud y ella pasaba la mayoría de su tiempo en el centro de salud, y allí andaba yo con ella, ahí nace que me empiece a gustar este servicio a la gente…y de ahí mi mamá me impulsa a estudiar enfermería”, expresa Aplícano.

Su labor en el IHSS comenzó en el 2018 y antes de que iniciara la pandemia era la jefe de Enfermería del Área de Medicina de Hombres, “un área muy compleja donde la experiencia va de la mano con el carisma, ya que son pacientes de edad avanzada que ingresan más que todo para cuidados paliativos de distintas enfermedades terminales”.

En sus tiempos de palillona, en el Instituto Central Vicente Cáceres.

UN CAMBIO INESPERADO

Después de marzo del 2020, cuando se decretó en Honduras la emergencia sanitaria por COVID-19, su trabajo cambió al pasar a una de las salas asignadas para atender el mortal virus.

“Como todo ser humano, primero estaba con miedo”, admite la licenciada Aplícano, quien de a poco se fue armando de valor, “siempre confiando en Dios”.

Tiempo más tarde, le tocó sufrir al ver cómo su madre se contagiaba con el COVID-19 y tener que atenderla en casa, mientras aguardaba por un cupo en las mismas salas donde a diario cuidaba a otros pacientes.

SE CONVIRTIÓ EN PACIENTE

Posteriormente, Aplícano también se contagió, “me puse en un estado delicado, me trataron en mi propia sala, donde yo llevaba la jefatura, mi grupo de enfermeras me trataron al 100, como una paciente VIP, usando máscara de esperanza en alto flujo”.

La entrevistada confiesa que “la pasé muy mal… Viví lo que es estar en una cama, con covid, desaturando y teniendo miedo de que ese oxígeno se acabe, agónica, pero Dios es grande y lo saca a uno”.

A pesar de haber estado al borde de la muerte, apenas se recuperó, la licenciada volvió a atender pacientes en la sala covid a su cargo.

“Las áreas covid para mí son las mejores, hay momentos muy felices, momentos tristes, pero momentos bien diferentes, y siempre Dios está guiándonos, la fe ante todo y todos los días”, asegura la joven profesional, ejemplo de vocación, tan indispensable en estos tiempos de pandemia.

CADA DÍA

UN TRABAJO ARDUO

Como jefe de la Sala Covid de Mujeres del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), la licenciada Ana Aplícano Figueroa tiene a su cargo un equipo de trabajo y afirma que “desde que empezamos el día, primero que todo, siempre tratamos de encomendarnos a Dios”.

Agrega que luego “nos dividimos en grupos, unos primero y otros después, lo primero que todo es ir a hacer la revisión del oxígeno del paciente, revisar las pacientes más críticas que tenemos y los altos flujos”.

Luego de la revisión de las mujeres con COVID-19, “empezamos con los baños en cama y posteriormente ir a la inhalación del paciente, seguido de la preparación de medicamentos, mientras los baños se están haciendo, otras personas están preparando y luego la aplicación”.

UN ALTA

ALEGRÍA EN LA SALA

¿Cómo se siente al ver que una de sus pacientes venció al COVID-19? La licenciada Ana Aplícano afirma que “para nosotros un alta es una alegría en esta sala, nosotros despedimos nuestras altas como que fuera fiesta, porque sabemos que ese paciente va estable, va bien, es un logro”.

Aplícano expresa que una de sus mayores satisfacciones son “esas caras felices, esos agradecimientos, cuando se van, que se paran en la puerta y nos dicen palabras tan bellas y bendiciones que nos dan, para nosotros es que lo estamos haciendo bien”.

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