LOS PUNTOS SUELTOS

MA
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18 de agosto de 2021
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12:25 am
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LOS PUNTOS SUELTOS

GANADORES Y PERDEDORES

ADEMÁS del cristiano sentimiento de correspondencia por la crisis humanitaria y el éxodo de gente desesperada desencadenados por el desplome del gobierno afgano. ¿Por qué habría de ser de incumbencia de estos pintorescos paisajes acabados lo que sucede en aquellas remotas lejanías? Si no han interrumpido la lectura, creyendo que estos acontecimientos, aparte de su atractivo sensacional, poco efecto tienen en estas latitudes, vamos a darles algunas razones. Por supuesto que aquí es esporádica la sintonía a la brutal normalidad de esas zonas de conflicto recurrente. Como es violencia de guerras inacabables, los episodios cotidianos se aprecian con cierto grado de insensibilidad. No pareciera que sucesos tan lejanos y angustias tan ajenas, tengan influencia directa en estas naciones. Pero sí lo tienen, y este en particular mucho más.

¿Cómo nos atañe esta toma relámpago de los talibanes de todo un país, deshaciendo lo que en el lapso de 20 largos y contumeriosos años construyeron los norteamericanos y sus aliados? Como lección. ¿Qué sacar de este desastroso desenlace; uno de los colapsos militares más rápidos de la historia que dejó agarrotado al país más poderoso del mundo y con la boca abierta al resto de espectadores? Conclusión. No hay poder sobre la tierra, por más millones que gaste, por mucha asistencia que dé, por más apoyo militar que ofrezca, que reemplace la carencia de determinación propia o compensar la falta de voluntad del destinatario. En otras palabras, sin fuerza propia para elevarse, no hay impulso que levante. Es el retrato del inveterado estado de postración en que han estado estas naciones aletargadas. Por supuesto que muchos de ustedes alguna vez tuvieron esta conversación con algún familiar o alguna de sus amistades: ¿Por qué el comportamiento de cualquiera, dentro del país es uno distinto al que tiene cuando le toca ir a otra parte. Digamos, a los Estados Unidos o a cualquier otro país avanzado? En el momento que se monta al avión, llega a su destino y pasa la migración, su conducta se transforma. Su manera de aceptar reglas, de disciplina, de respetar obligaciones, milagrosamente, sufre una metamorfosis. Pero en un contexto más amplio, ya en el aspecto colectivo. ¿Por qué los compatriotas que migraron –obligados por la necesidad, por falta de trabajo y de oportunidades– desde allá hacen lo que no puede hacerse aquí?

¿Por qué son ellos quienes –con sus remesas familiares, fruto de la valía demostrada allá donde están– mientras proveen ingresos vitales a cientos de miles de sus parientes, hasta cierto grado, sostienen la economía, mantienen la relativa estabilidad del lempira y suplen la falta de producción nacional? ¿Cómo es que su éxito allá subsidia la insuficiencia de esfuerzo interno? Esto dijo Biden –en la misma línea de pensamiento, para que unan los puntos sueltos– sobre el colosal fiasco en Afganistán: “Las tropas estadounidenses no pueden ni deben estar luchando en una guerra y muriendo en una guerra que las fuerzas afganas no están dispuestas a luchar por sí mismas”. “Gastamos más de un billón de dólares”. “Entrenamos y equipamos a una fuerza militar afgana de unos 300,000 efectivos”. “Increíblemente bien equipado”. “Una fuerza de mayor tamaño que los militares de muchos de nuestros aliados de la OTAN”. “Les dimos todas las herramientas que podían necesitar”. “Pagamos sus salarios, proporcionamos el mantenimiento de su fuerza aérea, algo que los talibanes no tienen”. “Los talibanes no tienen una fuerza aérea”. “Proporcionamos apoyo aéreo cercano”. “Les dimos todas las oportunidades para determinar su propio futuro”. “Lo que no pudimos proporcionarles fue la voluntad de luchar por ese futuro”. (Pues bien, así como hay mucho que aprender del Sisimite –que a nadie pide nada y en la escarpada empinada vive de la naturaleza, de sus habilidades y de su ingenio; mediten hondo, también los talibanes dan lecciones).

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