Intelectuales de la UNAH

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19 de agosto de 2021
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12:03 am
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Intelectuales de la UNAH

Por: Segisfredo Infante

Frente a las recientes denuncias de una posible asfixia financiera del presupuesto anual de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, debemos reaccionar y pensar con serenidad continuada y sostenida. Para comenzar, en este proceso reflexivo casi inmediato debe involucrarse toda la comunidad universitaria: estudiantes, profesores, empleados administrativos, escritores, exdecanos, exrectores y todos los funcionarios actuales o que hayan ocupado puestos claves en el pasado. La comunidad universitaria está configurada también por sus egresados, que a veces, cuando alcanzan altas posiciones dentro de las estructuras sociales, económicas y políticas, juegan con un doble discurso frente a una institución venerable dentro de la cual fraguaron su “formación”.

Mi memoria individual está llena de recuerdos relacionados con esta institución fundada por el padre José Trinidad Reyes y el presidente Juan Lindo, en 1847. Me decía Saúl Toro (QEPD) a comienzos de la década del ochenta, que a él le resultaba incomprensible que se hablara de una “nueva universidad” cuando en Europa el orgullo de los universitarios era dar clases o estudiar en las más viejas universidades como la de Bolonia, Oxford, Heidelberg, Salamanca o la de París, conocida también como “La Sorbona”. Me imagino que es un placer, todavía, realizar cursos universales en donde estudiaron o impartieron clases Alberto Magno, Tomás de Aquino, Nicolás de Cusa y Miguel de Unamuno, para solo mencionar a cuatro personajes que trabajaron el pensamiento universal y la poesía, según sus épocas y capacidades. Digo esto porque para estudios propiamente tecnológicos deben fundarse centros de educación superior politécnica, sin afectar a las humanidades ni la capacidad de pensar con autonomía. O bien crear varios centros de artes y oficios, sin dañar a las venerables instituciones.

Por algunos desencantos acumulados en la secundaria, me alejé de todos los frentes estudiantiles de la UNAH, absolutamente. Sin embargo, cuando se trataba de defender la autonomía universitaria o su presupuesto, hacía acto de presencia. Recuerdo que en cierta ocasión salimos a las calles a exigir el seis por ciento del presupuesto del Estado en favor de la UNAH. La manifestación fue encabezada por el rector Juan Almendares Bonilla. Más tarde, creo que cuando hubo retrasos en las transferencias, volvimos a salir a las calles liderados por el rector Oswaldo Ramos Soto. Me parece que el abogado Ramos Soto habló de “un atraco” contra el presupuesto universitario, cuando Manuel Arita Palomo se desempeñaba como presidente de la Corte Suprema de Justicia, y se estaba produciendo un impasse legal contra la UNAH, que la asfixiaba presupuestariamente. Eso sí, salimos a las calles sin ofender, sin manchar las paredes y sin apedrear las instalaciones públicas o privadas. Mucho menos a las personas.

Las voces de los intelectuales universitarios (fueran positivas, negativas o ambiguas) se hacían sentir en la sociedad hondureña y frente al poder público, sin importar quién fuera el jefe de Estado o el gobernante de turno. Las diferencias ideológicas pasajeras dentro de la comunidad universitaria eran fuertes. Pero existía la coincidencia plena de defender a la UNAH. A nadie se le ocurría, por aquel entonces, hacer planes definitorios contra el presupuesto universitario. Pero a comienzos del presente siglo escuché, por primera vez, a un precandidato presidencial sugerir que el presupuesto universitario debería asignarse a becarios para que estudiaran en el extranjero. Me parece que le contesté que los ricachones y los millonarios hondureños tenían suficientes dólares para enviar, con legitimidad, a estudiar a sus hijos a las mejores universidades del mundo, aunque retornaran sin ningún sentido de identidad. Situación totalmente diferente a la de los estudiantes hindúes y chinos, ricos o de clase media, que a finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte, viajaron a estudiar a Europa para retornar después a sus naciones de origen. Entre ellos Mahatma Gandhi.

Me gustaron unas declaraciones televisivas de Ebal Díaz, en el sentido que tanto él como la gran mayoría de funcionarios públicos, jamás hubiesen llegado a esos puestos en ausencia de una universidad estatal que había hecho posible que los pobres tuvieran acceso a una educación superior. Nosotros añadiríamos que incluso aquellos que fueron a estudiar al exterior primero realizaron sus estudios originarios en la UNAH; o comenzaron a servir clases dentro de la misma. Conozco a muchos de ellos y ellas.

No se trata que un rector “equis” me simpatice o me caiga mal. Los rectores son transitorios. Lo que importa es la “Institución” que es de todos los hondureños, razón por la cual los mismos profesores deben abrirse ideológicamente y convertirse en maestros pluralistas del saber universal. Tengo mucho que decir, pero por ahora se alza una pregunta: ¿Dónde están los intelectuales defensores de la UNAH? ¿O es que ahora pasan metidos en acciones electoreras de corto plazo para la toma definitiva del poder?

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