POR EL LADO PINTORESCO

ZV
/
20 de agosto de 2021
/
12:39 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
POR EL LADO PINTORESCO

NI este ni los demás tópicos relevantes que realmente afectan la vida de los hondureños es algo que interese a la campaña política. Hay una alerta roja a la humanidad lanzada por el grupo de expertos sobre cambio climático de Naciones Unidas. Es noticia que debiese inquietar ya que se trata del lugar donde vivimos y del único planeta que tenemos. Pero aquí no. Ese es problema –dirían muchos acá– que atañe a otros, quizás a los pueblos de naciones más avanzadas de la tierra, responsables de las dañinas emisiones de gases de efecto invernadero. ¿No nos incumbe? Como que si se destartalara el planeta solo perjudicaría a los industrializados y no nos amolamos nosotros también.

Ya se sabe –es la forma indolente de conformismo– hacen unos calores insoportables y sí, el país no goza de los ambientes agradables, del clima mucho más fresco de décadas atrás. Ni modo, ha de ser el hormiguero poblacional y la expansión de las ciudades que crecen desordenadas a un ritmo endemoniado; multiplicado por la migración rural hacia los desarrollos urbanos. Si el campo, con tanta tierra fértil disponible, no da alimento suficiente para satisfacer la demanda local, de algún otro país se importa la comida. (Como si las importaciones fuesen gratis y no se pagaran con la cuota correspondiente de es-fuerzo y producción nacional). La manera rudimentaria de cosechar sigue siendo al amparo de San Isidro Labrador, que a veces deja mucho el agua sin poner el sol y otras veces no la pone y deja que caliente demasiado el sol.. No hay agua en la capital y no ha habido por muchos años. Pero eso a quién importa con tal de disfrutar de estructuras de hormigón armado y puentes sobre hilos de ríos que ya no crecen; y pasos a desnivel para peatones que, de todas maneras –por pereza de subir tantas gradas– cruzan el carril zumbados capeando el tráfico. Además, las imágenes de gente cargada con los baldes de agua a tuto, caminando kilométricas distancias, hay que verlas por el lado pintoresco. Es decir, como escenas pueblerinas de la vida bucólica de antaño que despierta inolvidables recuerdos de mejores épocas que se fueron para nunca regresar. Más bien, como adorno adicional a la fotografía, falta hacen las mujeres de copiosos canastos de mimbre empotrados en la cabeza –con su atado de trapo para amortiguar la pesada carga que Dios sabe con qué fuerza la levantan para volvérsela a colocar encima– ofreciendo verduras, frutas frescas, y otras golosinas de puerta en puerta, recién traídas del interior.

Y la mula arreada con tambos de aluminio o de acero inoxidable colgados al anca, llenos de leche de vacas recién ordeñadas para el consumo casero. Una vez al mes, cuajada y mantequilla rala para los frijoles, fritos o parados, y las tortillas lozanas, con cara, recién echadas. Esas eran la Tegucigalpa y la Comayagüela chiquitas, más limpias, más bonitas, más amables, mejor administradas. Más gratas para la convivencia, cuando –a falta de la tecnología presente de zombis prendidos a sus aparatos digitales que no levantan la cara porque no les gusta platicar– se frecuentaba a los amigos y parientes de hogares contiguos que residían a unas dos o tres cuadras de la casa y la visita era yendo a pie ya que se podía caminar seguro por las calles y se conocía quienes eran los vecinos. (Despertando, a ver qué noticias trae Winston del Sisimite). Las últimas inundaciones y desmoronamientos fueron bastante aparatosas. Pero es que no solo pegó un huracán sino dos, el uno detrás del otro. ¿Así que las inclementes tormentas tropicales, los devastadores huracanes recurrentes, las sequías prolongadas, la devastación del bosque por incendios forestales, los demás brutales fenómenos naturales, de una naturaleza maltratada que airada reclama el abuso humano, no serán consecuencia de ese tal calentamiento global? ¿Y todo eso que se sufre no nos atañe? ¿No debiese ser tema que los políticos aborden en la campaña? ¿O hay que resignarse que no va a haber otra cosa más que las mismas majaderías embusteras que sigue sacando uno de los perdedores frustrados del pozo séptico de sus fétidos complejos? Ojalá no. La Patria demanda algo diferente.

Más de Editorial
Lo Más Visto