ENEE: la misma mona en diferente rama

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21 de agosto de 2021
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12:05 am
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ENEE: la misma mona en diferente rama

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

El llamado “rescate” financiero de la ENEE me hace recordar aquella escena en que el superhéroe de marras llega volando, y utilizando sus superpoderes logra salvar a la estatal eléctrica, a quien llevará amorosamente en los brazos como lo hace Supermán con Luisa Lane. Todo lo demás ya lo conocemos. Detrás de la tragicomedia de la ENEE se esconde una historia que casi nadie conoce.

Hacia finales del siglo recién pasado, y debido a la apertura de movimientos internacionales de capitales y de bienes, los expertos en planeación estratégica, como Michael Porter y Gary Hamel, recomendaban urgentemente que las empresas debían prepararse para hacerle frente a los embates de los mercados globalizados, y poder competir en tres aspectos vitales: calidad, precio y tiempos de entrega.

Las propuestas son las correctas: para sobrevivir en los turbulentos mercados internacionales, las organizaciones deben reinventarse para ofrecer mejores productos y servicios a sus clientes, de cara a la aparición de tendencias como el comercio electrónico, las entregas “Justo a tiempo” y la reducción de los costos vía efectividad de los procesos. Las organizaciones que no aplicaron una estrategia a tiempo ni revisaron sus costos de operación, sufrieron las consecuencias por dormirse en sus laureles; comenzaron a experimentar la pérdida de clientes y, desde luego, una baja sensible en la facturación. El resultado: desaparecieron por no atender los compromisos de aquellos a quienes los gringos llaman los “stakeholders” es decir, inversionistas, clientes y empleados.

La ENEE y Hondutel ya días hubiesen desaparecido del mercado si fuesen empresas privadas. Ninguna empresa, ninguna organización con fines de lucro -como la ENEE y Hondutel- amparadas bajo el mantra de ser “empresas del pueblo”, puede operar con déficits y pérdidas en sus utilidades anuales. Una empresa privada en bancarrota no se rescata, aunque se trate de un vil monopolio, ni a través de un empréstito, cuando ya ha perdido la credibilidad de sus clientes y de la sociedad en general.

Pero una empresa estatal que ha caído en la desgracia no tiene problemas con el respaldo financiero: acude a las arcas del Estado, al banco central o, en el peor de los casos, a los organismos internacionales de crédito como el Fondo Monetario Internacional o el BID. En síntesis: la salvan los contribuyentes. Una empresa privada no goza de esas prerrogativas. Si quiere sobrevivir o facturar según los objetivos estratégicos, tiene que funcionar controlando el despilfarro, reinvirtiendo sus ganancias en tecnologías y conocimiento, atrincherándose, reduciéndose o diversificándose; de lo contrario, la competencia se quedará con la mayor participación del mercado. A una empresa privada nadie le regala nada, salvo que sea favorecida por el mismo Estado, ya sea restringiendo el acceso a los competidores o gozando de exenciones, lo cual ha sido una práctica muy común en el mercado catracho.

Las empresas estatales funcionan como una especie de piñata política; representan el centro de la inyección financiera para campañas electorales, la salvación de aquel montón de instituciones que no agregan valor, la agencia de colocaciones de amigotes, amores y correligionarios bien pagados.

Una vez asfixiadas por tanto derroche, a las empresas estatales no les queda más remedio que seguir las indicaciones de los organismos internacionales de crédito: privatizar, reestructurar o regular. Con la ENEE se hizo un mejunje de las tres. Como los hondureños somos expertos en falsear los modelos internacionales, convertimos lo original en “hechizo”, torcemos la realidad, las ideas universales y las leyes; en eso no hay quién nos iguale.

Tras todo el enredo fabricado para hacernos creer que los cambios en la ENEE son una especie de retoños primaverales, ahora se nos muestra una salida salomónica: los expertos que se afincan en aquellas nutridas comisiones de “esto y de lo otro”, nos dicen que el secreto está en partir la estatal en tres, y que – ¡Voilá! – todo funcionará como un “holding” tipo Electrolux o Fininvest del tal Berlusconi. Pero ya sabemos que es volver a lo mismo. Es como diría mi abuela: “La misma mona en distinta rama”.

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@Hector77473552

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