Honduras: sus cuevas desde la tradición oral

ZV
/
22 de agosto de 2021
/
12:56 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Honduras: sus cuevas desde la tradición oral

Por: Rubén Darío Paz

Desde la cueva El León, en las cercanías de La Paz, se tiene una amplia vista del Valle de Comayagua.

Vasta una mirada en los alrededores de nuestros pueblos y nos enteramos del encantador paisaje, con justa razón los geógrafos nos han reafirmado que Honduras es el país, más montañoso del istmo centroamericano, pero es esa forma accidentada del relieve la que ha permitido una serie de fisuras naturales, algunas formadas por movimientos orogénicos, sin olvidar que algunos sitios son producto de la intervención del hombre y que en algunos periodos de la historia, han construido oquedades buscando minerales, otros intentando guardar armas o pólvora. Algunos pobladores han utilizado las cuevas, como refugios temporales, otros han extraído salitre, pero la mayoría siguen considerando a las cuevas, como elementos de misticismo, fuentes de inspiración para relatos repletos de superstición, que a su vez fortalecen el folklore, que tampoco podemos despreciar.

Aunque conocemos una cantidad considerable de grutas o cavernas, no se tiene un registro formal de las existentes por parte del Estado, donde se establezca el origen geológico, mapeos, la ubicación, el acceso, los riesgos de ingreso, mucho menos las abundantes narraciones sistemáticas sobre cada una de ellas.

Sitios para las practicas espeleológicas
Singular interés despierta las cuevas de Susmay, en Gualaco, Olancho, la cueva de Taulabe en Comayagua, la cueva de Pencaligue en Atima, Santa Bárbara, la cueva de Masical en San Nicolás (Santa Bárbara, la cueva del Boquerón en Copán Ruinas, la cueva de Piedra Cocha en Omoa, Cortés, la cueva de Cuyamel en Capiro y Calentura, Trujillo, Colón, la cueva de Piedra Blanca, en Bonito Oriental, Colón. La cueva de Warunta (Gracias a Dios), la cueva El Naranjo en Olanchito, Yoro. La cueva del Gigante en las cercanías de Marcala, (La Paz), de enorme importancia para Honduras, ahí se dataron muestras humanas 9,480 A.C. La cueva del Viejo en La Paz, la cueva de Las Lajas en Comayagua, la cueva de Mangulile en Olancho, está última por su belleza y cantidad de ramales, fue motivo para que un grupo de espeleólogos italianos llevaran a cabo un documental.

Las cuevas de Talgua, se localizan a escasos 8 kilómetros de la ciudad de Catacamas. Por su importancia se le declaró Parque Eco-Arqueológico de Las Cuevas de Talgua. Estas cuevas fueron descritas anteriormente por el viajero William V. Wells a mediados del siglo XIX, y con mayor énfasis en 1930 por Jesús Aguilar Paz en su libro “Tradiciones y Leyendas de Honduras, todo esto gracias a un artículo publicado por Amílcar Gómez Rovelo, en un periódico capitalino de 1928.

Las cuevas de Talgua, eran ya conocidas por algunos habitantes locales, incluso fueron mapeadas por el espeleólogo Larry Cohen, sin embargo, fue en abril de 1994 cuando los exploradores Desiderio Reyes y Jorge Yánez descendieron al interior de la cueva y encontraron una serie de “calaveras luminosas”, sin duda un hallazgo de enorme trascendencia que ha puesto a Honduras en la mira de cientos de especialistas, nacionales e internacionales. Talgua es ahora icónico sitio de interés patrimonial, aunque los estudios a la fecha no sean concluyentes.

Abrigos naturales por doquier
Es preciso aclarar, que, en el país, tenemos una serie de “aleros” o “abrigos naturales” en los costados de cerros escarpados, donde se han encontrado importantes muestras de arte rupestre, y la gente normalmente les denomina cuevas. En varios sitios del país existen “paderones”, y “rocas sueltas” donde se observan inscripciones. Los sitios casi siempre se les conoce como “Las Pintadas”, algunas conservan dibujos en blanco y negro, otras exhiben colores rojizos degradados. Por su mejor estado de conservación destacan los sitios del “abrigo” de la aldea de La Pintada en Santa Elena, La Paz, Las manos en la Puntilla en Yarula (La Paz), más las inscripciones en Orialí, Duyusupo y San Lucas en El Paraíso, por mencionar algunas.

Talentosos investigadores como don Sebastián Martínez, Martín R. Alvarado, Bernardo Galindo, Jesús Aguilar Paz, Jesús Muñoz Tabora, José María Tobías Rosa, Porfirio Pérez Chávez Martín Caballero, Antonio Osorio Orellana, Mario Ardón Mejía, Jorge Yánez y Desiderio Reyes, tienen aportes reveladores en torno a las cuevas.

Aguilar Paz, describe las siguientes; “Que, en el pueblo de Guata en Olancho, hasta hace no muchos años, se usaba el pelo largo en las personas de ambos sexos. Que en este mismo pueblo está el cerro de Chinga que posee una cueva encantada; el cerro simula una vaca dando de mamar a su cría”. “Los indios jicaques, que en una cueva del cerro Volcán o Pantasma, del departamento de Yoro miraron varias veces en la boca de la caverna un tigre encadenado y otras a un hombre extraño; que, habiendo dado cuenta a la autoridad, fueron al lugar del fenómeno y nada encontraron. “Que, en la Piedra Blanca, correspondiente a Trujillo, hay una cueva habitada por un lagarto de oro, el cual fue visto hace tiempo persiguiendo una vaca. La gruta tiene dibujos en sus paredes y se oyen ruidos extraños”. En medio de los límites de San Juan y La Cañada en Ilama, correspondiente al municipio de Ilama, se encuentra el Cerro conocido como El Español. “Este es otro de los cerros tocados por el dedo de lo misterioso y del encanto de tesoros perdidos, desde los remotos tiempos. Se asegura que ahí vivió un rico hacendado español, de trágico fin, quien había logrado reunir una cuantiosa fortuna, por medio de la explotación de una mina fabulosa que en el mismo cerro existe, hoy también desaparecida. Se habla de caminos, subterráneos que de este cerro conducen a otras alturas y al punto Humigua”. Pero lo principal de la leyenda, continua Aguilar Paz, es que aun a la fecha, la perdida mina extraordinariamente sigue trabajándose subterráneamente, por aquellas personas que por medio de los maleficios son llevados o forzados a semejantes labores. (…) Esta mina tiene relación con otro encanto que existe debajo de la iglesia de Ilama, consistente en una mula encadenada, cuyo objeto ignoro; la cadena es larga y llega hasta el cerro Malin o Malinche, encantado desde tiempos antiguos. Este cerro tiene varias cuevas hechizadas, donde los incrédulos de antaño iban a proveerse de alimentos y cosas, según sus necesidades. El cerro Malín, es la elevación más pronunciada en las cercanías del casco urbano de Ilama, el lugar propicio para tener una amplia panorámica de los pueblos vecinos, y apreciar los meandros que forma el río Ulua a su paso. La cueva en mención se encuentra en la parte de atrás del cerro que se divisa desde Ilama, el ingreso a la cueva es estrecho, peligroso, pero después de haber recorrido unos trecientos metros se vuelve más amplia, manejable, la roca de las paredes es sólida e incluso tiene varios ramales de menor longitud, hace algunas décadas atrás algunos curiosos del lugar encontraron tiestos de cerámica y huesos. Desde la imaginación colectiva, los relatos sobre la cueva El Malin abundan, unos dicen que la cueva es tan profunda que pasa bajo el río y se una a otra cueva que se localiza en los alrededores de Gualala en Santa Bárbara. Algunos vecinos son del criterio, que ahí habita el “mismísimo”. Lo que sí es importante mencionar es que la cueva, resulta infinita, quizás porque al no contar con equipos especiales, en el interior el tránsito se hace difícil, más el riesgo de reptiles y exceso de excremento de murciélago.

En las cercanías de San Pedro de Tutule y Guajiquiro en La Paz, se encuentran algunos relatos recogidos a mediados del siglo anterior por varios investigadores locales “La Cueva Mala, los vivientes de San Pedro Tutule y los de Guajiquiro, saben de una cueva que la califican de Mala, por sus raras manifestaciones. Dicha cueva está en la parte alta y oriental del Cerro Grande de Upa. En el día grande de San Francisco, se ven meterse a la cueva abundantes partidas de ganado, sin determinarse arreador alguno. Pero se oyen, sí gritos frecuentes, con el objeto de atraer a las gentes a la boca de la cueva y así ganárselos el Demonio, por lo que ha sido titulada la gruta con la designación de Cueva Mala”.

La Másica: emblemático promontorio

Cuevas o Abrigos de Ayasta, Santa Ana, Francisco Morazán.
A un costado cercano de la ciudad de La Paz, se levanta el cerro de La Másica, se trata de un extinto edificio volcánico, en sus alrededores aún se encuentran algunas vertientes de “agua caliente”. A mediados del 2006, el colega y amigo Porfirio Pérez Chávez, publicó un novedoso texto denominado La Cueva del Viejo: Una relación histórica y geográfica. Se trata de una investigación, donde se recopilan relatos, leyendas, curiosidades y testimonios, el autor recurrió a personas afines con dicha cueva, algunos que buscaron minerales preciosos sin mayores resultados, otros por muchos años extrajeron salitre, material que se utiliza en la elaboración de pólvora, demás esta señalar que en La Paz algunas familias tienen como patrimonio la cohetería artesanal, de ahí ese fuerte arraigo de la población que hasta en la festividad menos significante se revientan “cohetes”.

La Cueva del Viejo; recinto sagrado o puerta de entrada al infierno.

De los abundantes relatos que recoge Pérez Chávez en su libro, algunos ratifican esa capacidad de creación o esas formas de comunicación que andan por ahí.

Según comentarios de Leví Castillo Izaula, dice “(La tradición de la Cueva del Viejo puede remontarse al tiempo de la conquista)” ya que Don Juan del Castillo fue el (colonizador) que mandó Don Alonso de Cáceres a pacificar a los lencas de esta zona del Valle de Las Piedras (La Paz)” Por su parte el connotado investigador Alexis Machuca, argumenta “Pasando estas tierras a pertenencia de familias españolas (siendo) el español Juan de Castillo fundador de las primeras haciendas que se instalaron aquí en La Paz mas de alguno de sus descendientes se apoderó de estás tierras porque los terrenos donde esta ubicada la cueva en el siglo pasado pertenecieron a Don Victoriano Castillo, uno de los terratenientes más grandes que habían en La Paz y descendiente de Don Juan de Castillo. Al hablar de Don Victoriano Castillo estamos hablando de 1800 a 1850 que paso a ser dueño de estas tierras. Entonces la cueva ya era pertenencia, digamos del sistema terrateniente. Don Victoriano Castillo alcanzó una edad bastante avanzada creo que paso los noventa, decían que era un hombre muy cascarrabias, muy enojado cuando la gente se metía al terreno a conocer la cueva los echaba a escopetazo, los perseguía. Entonces la gente empezó a decir La Cueva del Viejo Victoriano Tatayón y con el tiempo decían vamos a La Cueva del Viejo Victoriano. Se fue perdiendo el nombre de Victoriano y se quedó simplemente con el nombre de La Cueva del Viejo haciendo alusión a este terrateniente que llegó a vivir muchos años”

Por su parte el joven Denis Machuca refiere “La cueva tiene mucho, tiene más misterios de lo que gente sabe, por ahí hay metederos que dan miedo; hay orificios que son pequeñitos. Nadie quiere entrar: uno entra por un orificio y luego se encuentra con una bóveda grande, hay muchos mitos encerrados en esa papada porque de repente se puede caer en un gran abismo, que de pronto aparecen bolas de oro que si uno las toma nunca más encuentra el camino, hay mucho misticismo de la gente a veces es preferible quedarse con la boca callada o con los ojos cerrados antes de descubrir algo”.

Profusos relatos en la región Sur
El diligente profesor Bernardo Galindo, publicó hace más de cien años un Boletín, con el apoyo de la otrora Escuela Normal de Tegucigalpa, valioso en las descripciones que hace, y en los pueblos que se mencionan, los relatos siguen con escasas alteraciones.” Caminando hacia el norte de la cabecera municipal, sobre un terreno montañoso poblado de grandes ocotales y después de pasar el pequeño río de El Agua, cuyas frescas y cristalinas vienen de las serranías próximas, se encuentra la Montaña de La Manzanilla y al pie de ellas las aldeas de Tamayo y Potrero Grande, cuyos habitantes nos recuerdan, los primeros moradores de estas tierras maravillosas. En esta última aldea, hay una cueva hecha en la viva roca, con capacidad de contener cincuenta personas y en el centro un pozo de aguas cristalinas que tiene la propiedad de no desbordarse, ni de poder su nivel cuando se le extrae agua en abundancia. Los inviernos más rigorosos y los fuertes veranos no influyen en manera alguna en la vida del referido pozo” (…) Se cree que esta cueva fue vivienda de alguna tribu indígena de las muchas que poblaban el sur de Higueras. Cuentan los habitantes del municipio, que posteriormente la cueva a que nos referimos fue asilo de una bruja a quien llamaban Nana Nuila, no pudiendo concretar cuales eran los actos sobrenaturales que ejecutaba dicha vieja, para darle el sobre nombre de bruja”.

A la fecha en numerosos pueblos del interior del país, abundan en manifestaciones producto de la imaginación colectiva, e incluso algunos de los relatos únicamente cambian los nombres de los personajes, pero los eventos o “recreaciones” se desarrollan en escenarios similares.

El profesor Galindo sigue ilustrándonos “en jurisdicción de Nacaome, en un camino que conduce de Langue a aquella cabecera hay un cerro que se llama Pariguaca, bastante alto y con vegetación exuberante. Es creencia general en aquellos contornos que en su base tiene una cueva de donde sale un hombre guiando un rebaño de cabras y que por las noches ven en la cima un toro negro, que baja hasta el camino, en actitud amenazadora y balando desesperadamente. De esta manera, dicen, se manifiesta la presencia del Diablo en el mencionado cerro y en corroboración a sus creencias relatan el hecho verídico que sigue” de la aldea Candelaria fue un hombre a Nacaome, a traer medicinas para un hermano que tenía enfermo en su casa, regreso de noche y al pasar por Pariguaca vio salir el hombre del rebaño y venir hacía el. Aquel pobre viajero que buscaba remedios para conservar la vida de su hermano, cumpliendo con los deberes que imponía el amor fraternal, sintió que la suya se iba ante aquella aparición, llegando a su casa en vertiginosa carrera y completamente loco a consecuencia de esto entro una fiebre de la que murió. El espanto de los vecinos llegó a su colmo cuando presenciaron que dos semanas después le siguieron a la otra vida los que le habían asistido. A esas personas que seguramente murieron de una enfermedad contagiosa, dicen los habitantes de la aldea que se las ganó el cerro de Pariguaca.

Las palabras de Jesús Aguilar Paz, después de casi medio siglo transcurrido siguen vigentes “En nuestro país, todo ésta por estudiarse, (…) Así se explica que no habiendo hondureños amantes de estudiar su propia patria, se hayan descuidado por completo, el examen de los fenómenos naturales más corrientes y aun ni la fisonomía de la configuración de territorio haya llamado la atención a los desamorados hondureños, que llenos de una mortal pereza tropical, hemos visto desdeñosamente los problemas nacionales, que comienzan con el rigor conocimiento del país, base en la cual debe descansar todo estudio y organización para promover el adelanto de la Republica.

Cancincamón, Talgua, Lempira.

Más de La Tribuna Cultural
Lo Más Visto