¿CUÁL BATALLA?

MA
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25 de agosto de 2021
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12:25 am
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¿CUÁL BATALLA?

GANADORES Y PERDEDORES

EN el artículo de ayer, decíamos que el aeropuerto capitalino perdió su última batalla, no como diría el prolífico Gabo, “en los tiempos del cólera” sino, más bien, en los tiempos de la peste del coronavirus. La analogía se hace con premeditada intención de captar el interés del amable público que gusta de la orientación ofrecida en los editoriales. A propósito de los que todavía leen y quienes, presumiblemente, dieron otra hojeada a “El Amor en los Tiempos del Cólera” que, en esta época de contagio universal, volvió a ponerse de moda. Sin embargo, el ingenio de algunos lectores supera el artilugio de recurrir a figuras retóricas como sugestivo recurso para motivar la lectura. Así las cosas, pese a que ayer dijimos no hay nada más que decir sobre los santos óleos sacramentales a Toncontín, permítasenos agregar una posdata. Con el solo interés de divulgar ocurrencias de buenos amigos que a cambio de ilustrarse obsequian comentarios.

Hoy en día, en la era de las sociedades líquidas y de la inteligencia superficial, las palabras estorban. A los zombis adictos a sus pantallas digitales les cuesta hilvanar oraciones completas. El acuse de recibo consiste en pegar pichingos y “emojis”. Raras veces la correspondencia es una plática normal, como antes era, tomándose la molestia de escribir palabras. Ejemplo de conversaciones útiles, aunque breves, esta respuesta comentando el editorial: “¿Cuál batalla? –lee uno de los mensajes recibidos– Si el alcalde y los capitalinos caímos más rápido que el gobierno afgano, frente a los talibanes. Nunca hubo guerra”. Visto desde esa perspectiva, tiene toda la razón. Atinada la comparación con la toma sin resistencia de Kabul y la caída de Afganistán, ejecutada por talibanes relámpagos que dejaron a los imperios con la boca abierta. Aparte de uno que otro editorial de LA TRIBUNA y de escaramuzas de grupitos empresariales encariñados con la capital, la verdad monda y lironda es que nunca hubo guerra, ni batalla alguna. Ni presión suficiente de sectores afectados y mucho menos inquietud o propósito de lucha de los vecinos del municipio. Esto último, quizás, porque muchos de los pobladores situados en el desordenado desarrollo citadino provienen de otros lugares. Son el fruto de la migración recurrente fundidos en el crisol capitalino. Y podría ser –no hay que aventurarse a asegurarlo– que adolezcan del sentido de pertenencia o del espíritu de atadura a un lugar que no perciben como algo propio. Ya que la propiedad se cuida, se protege, se quiere, como el campesino se entraña a la tierra y la pelea. Cuanto menos un mínimo esfuerzo por evitar el despojo.

Sin embargo, de la cultura de hoy no hay nada de que asombrarse. Por una rifa de ubicación en una papeleta electoral en un decir Jesús, –recordando la genial frase de Herman Allan Padget– aflora “su majestad el tumulto”. Por la degradación con baja deshonrosa de Toncontín, ni un pinche plantón de protesta. O autoridad local alguna que abogase en defensa del histórico patrimonio de la ciudad capital. Les trasladamos otra contribución recibida: “¿Cuál batalla? “Era inútil que el indio, tu amado, se aprestara a la lucha con ira, porque envuelto en su sangre Lempira en la noche profunda se hundió. Y de la épica hazaña en memoria, la leyenda tan solo ha guardado de un sepulcro el lugar ignorado y el severo perfil de un peñón”. (Brillante, como parangón al tema que nos ocupa esta estrofa del Himno Nacional. Solo faltaría agregar el coro y ponerse de pie para entonarlo en la solemne ceremonia de las exequias. Agradecer los servicios prestados a la Patria, y especialmente a Tegucigalpa y Comayagüela). Como punto final la fotografía histórica. Al reverso tiene una anotación escrita a mano: “Inauguración del Aeropuerto Toncontín”, 1949, “Presidente Juan Manuel Gálvez”. No pudimos identificar varios de los personajes de la época que aparecen retratados junto al mandatario. Presumiblemente el acto sería la conclusión de la pista asfaltada. Así que recurrimos a la memoria histórica de Nahúm Valladares. Ellos son: el mayor Roberto Gálvez Barnes, el doctor Abraham Riera Hota, el coronel Héctor Caraccioli, el coronel Raúl Flores Gómez, el doctor Enrique Douglas Guilbert, el director fundador de LA TRIBUNA, Oscar A. Flores Midence, el general Roque J. Rodríguez. En la foto –vaya casualidad– el triunvirato completo de la Junta Militar que derrocó a Julio Lozano Díaz. (Aunque se rumora que por allí anduvo merodeando entre la concurrencia, no aparece el Sisimite).

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