Promesa autocumplida

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27 de agosto de 2021
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12:03 am
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Promesa autocumplida

CONTRACORRIENTE:
Por: Juan Ramón Martínez

Somos, lo que pensamos que somos. Hay muchos estudios, realizados en el curso de la historia que, lo confirman. Y que, además, logramos lo que deseamos fervientemente conseguir. Nos da fuerza y disciplina para para la dedicación y el trabajo, así como para entender los significados de los acontecimientos. Infiriendo lecciones de lo malo -es decir viéndoles el lado positivo- con lo que evitamos deprimirnos y además, adquiriendo fuerza, cuando sentimos que avanzamos hacia el logro de los objetivos que nos hemos propuesto. Cuando sentimos que va a llover, nos guarecemos.

Nosotros no tenemos una buena imagen de nosotros mismos. No nos imaginamos como triunfadores y por ello, no tenemos objetivos, ilusiones, sueños y propósitos, individuales y colectivos. Más bien, la negatividad domina nuestras visiones -repetidas por el sistema de reproducción ideológica que, cumple el sistema educativo: familia, sacerdotes, pastores, centros educativos, medios de comunicación social e incluso, conversaciones cotidianas, verbales en el pasado y ahora escritas en las ancas de la tecnología telefónica- lo que hace que, interiormente no cultivemos el sueño positivo, el logro satisfactorio; ni mucho menos, el éxito exultante. Todo lo vemos mal. No tenemos capacidad -me lo ha confirmado la reacción de algunos amigos ante mi artículo del viernes pasado- para observar los pequeños progresos que, aunque minúsculos, muestran una tendencia hacia la mejoría que, debemos celebrar y apoyar en la medida de lo posible, como medio de conseguir que el sueño y la promesa que nos hemos hecho, se cumplan. Desear que el proceso electoral, nos dé un nuevo gobierno, con resultados transparentes, debe ser un deseo de todos. Pero no. Lo que anima a algunos es la creencia malsana que todo saldrá mal, que los hondureños somos incompetentes y que, cualquiera cosa que hagamos, nos saldrá mal. La mayoría de los educadores, pensadores e incluso filósofos autotitulados, no conocen los mecanismos internos de la promesa autoincumplida, ni siquiera la elementalidad, que escuchaba en mis tiempos en las tertulias familiares, que “si crees que te va a ir a mal, te irá mal”. O aquella otra que, ahora siento que viene como anillo al dedo: “si no quiere ver micos, no salgas en la noche”.

Otra cuestión adicional. Como no asumimos responsabilidades, atrapados en una edad psicológica que nos va más allá de los 11 años, las críticas que nos hacen los extranjeros, las descalificaciones de los burócratas internacionales, nos sientan bien. Son pruebas que somos incompetentes, que en consecuencia no debemos hacer ningún esfuerzo para lograr algo; y, mucho menos, creer que, si pensamos bien, establecemos objetivos positivos, lograremos buenos resultados.

Normalmente, la promesa autocumplida tiene una naturaleza negativa. En este caso quiero darle una vuelta positiva. Si los hondureños pensamos bien de nosotros; si nos imaginamos competentes y fuertes para salir adelante. y tenemos definido lo que queremos, lograremos los objetivos y las metas propuestas. Imaginar una Honduras mejor, con una población más culta y menos dependiente emocionalmente de los caudillos -de toda naturaleza-, con unos objetivos muy claros de lo que queremos ser en el futuro, con indicadores positivos de resultados, sabiendo los límites en que se deben mover nuestras diferencias, rechazando el familismo, el caudillismo y el paternalismo familiar o gubernamental, podemos hacer, en los próximos cien años, una Honduras mejor.

Si seguimos, pensando que no tenemos razón de estar vivos; y que nuestras vidas carecen de sentido y, además, irrespetando la ley, buscando en los otros la causa de nuestros males; y rehuyendo responsabilidades, tendremos pobreza y calamidad. Fruto de nuestra incapacidad para crear un modelo económico capitalista, dejando de soñar en fórmulas socialistas que, aunque justas en sus finalidades, en la práctica son imposibles, no produciremos riqueza, no iremos a los mercados con independencia. Y si no respetamos la ley, forjando una sociedad democrática en donde no haya espacio para los caudillos y para los que creen que son dueños de este país, solo porque descienden de las familias de los conquistadores, es imposible que en paz, podamos aprovechar los recursos y oportunidades para hacer una Honduras grande y fuerte. Seguiremos, atrapados en la negatividad de la promesa autocumplida, felices de la haraganería que, muchos celebran porque han impuesto la idea que aquí no hay nada bueno. Y que, en consecuencia, lo mejor es, no hacer nada.

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