Francisco Bobadilla y Fredis López

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29 de agosto de 2021
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12:29 am
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Francisco Bobadilla y Fredis López

Clave de SOL:
Por: Segisfredo Infante

Han pasado tantas décadas desde que ocurriera el fallecimiento de José Francisco Bobadilla López, un primo hermano muy querido, que había sido como mi “hermanito mayor”, pues al fallecer tía Santos Maximilia López, mi madre lo adoptó como su propio hijo, y lo trajo a vivir con nosotros. Más tarde llegó a recogerlo su padre, el señor F. Bobadilla (mi padrino de bautizo), y se lo llevó a vivir a San Pedro Sula. “Josecito”, como le decíamos, nunca olvidó nuestra relación súper fraterna, así que hizo todo lo posible para que nosotros también retornáramos a San Pedro. Regresamos a la ciudad de los zorzales y vivimos durante siete meses, tanto en Guamilito como en la casa de mi padrino, en la colonia “La Granja”, en la primera circunvalación polvorienta.

En mi preadolescencia sampedrana, experimenté cuando menos tres cosas: la buena calidad humana inalterable de “Josecito” Bobadilla; la solidaridad de mi padrino, “don Francisco”, que trabajaba en la “Agencia Barrett”; y un amor purísimo hacia mi novia “Julia”, que parecía recíproco, pero que en el fondo nunca fue correspondido, pues la joven adolescente me abandonó por un muchacho que poseía un automóvil “Mustang”. Como consecuencia de aquel amor pasajero, coseché el encono de otro primo hermano que llegó a detestarme, igual que otros vecinos, por causa de la hermosa “Julia”. Por primera vez en mi vida percibí, ya de manera consciente, el fenómeno de la envidia contra alguien que “no tenía ni dónde caer muerto”, pues debo recordar que mi padre había fallecido cuando yo apenas contaba con cinco años de edad. El año antepasado conocí la que fuera la casa residencial de mi padre (José G. Infante) en el barrio Guamilito.

Siempre he pensado que “Josecito” era el mejor de todos nosotros. Me refiero a los primos hermanos por el lado materno. Era educadísimo en el viejo sentido del término, en tanto que jamás salía de sus labios una palabra altisonante. Poseía un fino tacto natural en su trato con las demás personas. Creo que era pariente cercano del profesor y escritor Perfecto H. Bobadilla. Nunca comprendí por qué razón o motivo se salió del colegio y se metió a realizar estudios en una especie de academia militar sampedrana; quizás por su disciplina característica. Pero, en esa “academia”, tenía que elegir un deporte, y al final se decidió por el boxeo, en donde perdió la vida. José Francisco Bobadilla López era un intelectual en potencia. Pero el extraño devenir le puso dos tragedias accidentales en el camino: La pérdida de su madre cuando apenas era un niño, y el encuentro boxístico ajeno a su personalidad, en plena juventud. Nunca he logrado superar la muerte de “Josecito”; tampoco la de mi padre. Eso cayó como una roca “eterna” sobre mi existencia. Pero hasta ahora lo digo, o lo escribo, con un dolor indefinible.

Por otro lado, el sábado 21 de agosto del año en curso, falleció en Miami, Florida, mi primo hermano Fredis López Rol, oriundo de la aldea “Concepción de Río Tinto”, del municipio de Catacamas. Según documentos coloniales salidos de la pluma de Fray Antonio de Liendo y Goicochea (maestro personal de José del Valle), Catacamas era un pueblo de origen “pech”, administrado por alcaldes menores payas. Pues bien. Su padre (un tío materno nuestro) abandonó a Fredis, y entonces nuestra abuela materna, también de Catacamas, lo recogió en su propio hogar, cuando el niño apenas contaba con unos dos o tres años aproximados. Desde entonces lo vimos crecer y formarse al lado de María de los Ángeles López, nuestra abuela. Hasta donde recuerdo Fredis realizó sus estudios secundarios en Tegucigalpa, trabajando en el día y estudiando en la noche. Siempre respondió por las necesidades materiales de su abuela, hasta las últimas consecuencias, de tal modo que cuando “doña María” cumplió cien años, Fredis envió dinero para comprar un toro, con el objeto de invitarnos a todos, familiares y conocidos, a celebrar la longevidad de la abuela con la más extraordinaria sopa de olla que hayamos disfrutado.

En Tegucigalpa Fredis trabajó durante muchos años en el oficio de la tapicería; y llegó a manejar con tal destreza dicho oficio, que se le presentó la oportunidad de laborar en Miami, Florida. Perdimos el contacto durante décadas. Pero me han relatado, varias personas, que siempre mencionaba mi nombre con respeto y alta admiración. Por mi parte lo recuerdo con cariño. Ambos tuvimos que estudiar y trabajar, solitarios, para ayudar a nuestros familiares más cercanos. Por estos dos primos hermanos fallecidos, hago un homenaje a las personas dolientes: a “Normita” Bobadilla López; a mi tía Nohelia López que vive en Valencia, España; a Gloria Fonseca (pareja conyugal de Fredis); a sus dos hijas que se quedaron a vivir en Tegucigalpa; y a sus dos hijos varones en Miami.

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