Keyla Morel
En un evento al que asistí, se plantearon varias preguntas muy interesantes que rozaban con temas existenciales y de filosofía; se cuestionó por ejemplo la utilidad del arte, su universalidad, el estilo que un artista hondureño debería buscar, la influencia del arte en temas culturales e históricos, etc.
En mi caso, yo empecé a analizar por qué la celebración del bicentenario de independencia de Honduras se celebra mayormente con actividades artísticas y llegué a una conclusión muy sencilla… el arte nos impregna de un sentido de identidad. Las imágenes nos trasportan, nos conmueven y con la música y la poesía también sucede lo mismo. Recuerdo que cuando yo tenía 14 años, tuve la oportunidad de viajar a México, y afloró en un comentario con nuestros anfitriones el tema de una canción de nuestra patria: “Al rumor de las selvas hondureñas” en ese momento en particular, a pesar de mi corta edad, sentí una nostalgia infinita, quería salir del lugar en donde se hablaba del tema porque estaba completamente descompuesta. Comencé a soñar despierta con mi arribo a nuestro querido aeropuerto Toncontín.
Lo cómico de todo esto es que el viaje era de apenas ocho días, pero luego de sentir esa sensación que les cuento, me pareció eterno. Siempre guardo esa experiencia en mi mente y corazón esforzándome por no olvidarla, pues me hace comprender el sentimiento que tienen tantos miles de hermanos hondureños que, aun amando a su patria, residen en lugares lejanos.
Platicando con un dueño de empresa nacional que imprime imágenes en prendas de vestir, supe que la ropa que más demanda tiene, es aquella con diseños propios de nuestra cultura y con la palabra “Honduras” grabada de forma muy visible. Todo esto de las imágenes, música, deporte, películas, gastronomía, etc. de nuestro país, me hace entender que el arte y costumbres que hemos visto y han sido inculcadas en nosotros por generaciones, se llegan a fusionar tanto y tan fuerte en nuestra personalidad que terminan por determinar en una gran parte nuestra identidad como individuos, es por eso que cuando yo escucho personas hablar del tema de las artes plásticas en particular y minimizar imágenes que han estado esculpidas en nuestra mente desde siempre, no puedo compartir su opinión, aunque si respeto y aplaudo el impulsar al artista a salir de su zona de comodidad y dar el mejor discurso que pueda con su trabajo, sin embargo, decir que cuando pensemos en nuestro país nos olvidemos totalmente de representar el tema de la identidad con elementos propios de nuestro folclore, no me parece correcto, sería tanto como promover que la bandera de Honduras deje de ser un símbolo inamovible y distintivo de nuestra procedencia en cualquier parte del mundo.
Se que este tema es un poco escabroso, pues convergen opiniones acerca de preferencias de estilo, filosofías personales, etc. Yo abrazo la libertad, y dentro de ella, el poder expresarnos con nuestras imágenes tradicionales si es que así lo deseamos. Las grandes revoluciones políticas, sociales y culturales han utilizado al arte justamente para crear un fuerte lazo de afiliación en los simpatizantes de cada movimiento, pues han reconocido el poder que reside en él, para promover un sentido de pertenencia.
Dejando de lado todo análisis global del asunto, les quiero compartir mi caso particular: en la actualidad tengo relación con personas en diferentes partes del mundo gracias al arte y me llaman “artista hondureña” en mi patria, los que me conocen me dicen “artista hondureña” y si visito mi pasado, recuerdo que en todas las instituciones en las que estudié hacían referencia de mí como “la que pinta” … díganme ustedes si el arte no puede crear identidad en una persona.
