Maestro convierte corredor de su casa en una “escuelita” para sus alumnos

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4 de septiembre de 2021
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05:50 am
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Maestro convierte corredor de su casa en una “escuelita” para sus alumnos

El maestro de educación primaria, Luis Alcides Fernández, ha dado un ejemplo de vocación, al devolverles a sus alumnos el derecho a la educación.

Por: Carolina Fuentes

A la solidaridad no le falla la “señal” ni se “apaga” sin energía eléctrica, como ocurre con el internet. Fue por eso que el profesor Luis Alcides Fernández Rivera prefirió usar la “tecnología” del alma para devolverles la alegría de aprender a sus alumnos del Centro de Educación Básica “Dolores Sabillón”, en la aldea de Guacamaya, municipio de Gualala, departamento de Santa Bárbara.

¿Cómo impartirles clases si, desde el 2020, la pandemia de COVID-19 cerró las escuelas de todo el país?, se preguntaba el maestro, con tristeza.

Fue así que un día, con sillas, mesas, gel antibacterial, jabón y mascarillas, creó una “escuelita” para sus alumnos en el amplio corredor de su casa.

El profesor Luis, junto a sus alumnos del Centro Básico “Dolores Sabillón”, de la aldea Guacamaya, en Gualala, Santa Bárbara, antes de la pandemia.

DESCALZO A LA ESCUELA

Este noble educador a quien hoy se rinde homenaje en la sección Ángeles de la Pandemia, nació en la aldea de Guacamaya, en Gualala, Santa Bárbara, el 12 de septiembre de 1964.

De niño, igual que sus ocho hermanos, le tocó ir descalzo a la escuela y quizá por eso jamás olvida cómo la educación le cambió la vida…

Sus padres, Oliveria Rivera y Manuel de Jesús Fernández, se dedicaban al cultivo de maíz, frijoles y café, y con sumo sacrificio lo enviaban al centro educativo de la comunidad, donde “Luisito” tenía fama de ser un alumno brillante.

Al concluir la primaria, a falta de dinero, no lo enviarían al colegio, por lo que el ” cipote” sabía, de antemano, que crecería siendo un campesino.

Ya se había resignado a trabajar la tierra, hasta que su profesora de sexto grado, Rosalina Rodríguez, le dio un giro a su destino…

“Ella se encargó de hablar con mis padres, les dijo que hicieran todo el esfuerzo para que pudiera estudiar, para enviarme a Santa Bárbara”, recuerda con nostalgia, el profesor Luis.

Una vez que culminó su plan básico, abrieron en la ciudad la Escuela Normal Mixta Santa Bárbara, “y yo dije: ¡Esta es la oportunidad para sacar magisterio!”.

Los niños ahora reciben el pan del saber en la “escuelita” que el noble maestro creó en el corredor de su vivienda.

CAMINABA OCHO KILÓMETROS

Tras graduarse como maestro de educación primaria, en 1985, al año siguiente obtuvo su primer trabajo, que fue, prácticamente, una “prueba de fuego” a su naciente vocación…

Tenía que impartir los seis grados en la escuela unidocente “Moisés Reyes” y, por si fuera poco, caminar ocho kilómetros diarios desde la aldea Guacamaya hasta la de El Zapote, para poder llevarles el pan del saber a 18 niños.

El maestro “patepluma” recuerda que “tenía alrededor de 21 años… Cuando uno inicia a trabajar, ¡lo hace con todo el amor del mundo!, ¡Viera que feliz se siente uno de estar enseñándole a los niños!, y mire, ese era sacrificio…”.

Con satisfacción, continúa relatando que “viajaba desde mi comunidad, de Guacamaya, al Parque Nacional Santa Bárbara, ocho kilómetros, a pie, días a pie y días a caballo, pero la mayoría de veces a pie, ¡y no perdíamos ni un tan solo día!”.

Al recibirlos en su vivienda, el maestro les brinda la merienda escolar preparada por su esposa, Nolvia Esperanza García.

LA PANDEMIA, UN RETO

Actualmente, el profesor Luis tiene a su cargo a los alumnos del quinto grado del Centro de Educación Básica “Dolores Sabillón”, que cuenta con 300 estudiantes.

Cuando las autoridades les anunciaron que la escuela sería cerrada debido a la pandemia de COVID-19, “eso fue horrible, muy triste… teníamos mucho miedo, no queríamos ni agarrarles los cuadernos a los niños, ni las tareas, por miedo al contagio”, recuerda el profesor.

El año escolar 2020 concluyó sin clases, con maestros y alumnos en casa, “yo sé que los niños no hicieron nada”, advierte, sin embargo, por orden de la Secretaría de Educación fueron promovidos al grado superior.

Alarmadas, el 15 de febrero del 2020, las autoridades de la Escuela “Dolores Sabillón” les pidieron a los maestros que cada uno, por su cuenta, diseñara una estrategia para retomar las clases.

Fue así como el profesor Luis puso su inteligencia, su buen corazón y su casa al servicio de esos niños cuyo futuro corría peligro. Y ahora, en el corredor de su vivienda hay mesas, sillas, un dispensador de gel, agua, jabón y mascarillas que permiten a los infantes recibir las clases que les imparte el noble maestro, con bioseguridad.

“Nosotros vivimos acá, tenemos una galera grande y un solar amplio, entonces vi yo que podía atender a los niños por lo menos en equipos de trabajo, les explicamos a los padres de familia y ellos estuvieron muy de acuerdo”, detalla el maestro.

El profesor Luis, en su primer empleo, junto a sus alumnos de la Escuela “Moisés Reyes”, en la aldea El Zapote.

UN DÍA MARAVILLOSO

El primer día de clases, según recuerda el “profe”, “fue maravilloso, verdad… entusiasmados los niños, todos usando las medidas de bioseguridad”. Los dividió en cuatro grupos de siete y les imparte el contenido de cuarto y quinto grado, para recuperar el tiempo perdido.

Desde entonces, la esposa del profesor, Nolvia Esperanza García, les prepara sabrosas meriendas a los pequeñines. Y sus hijos, los abogados Jhoiner y Karen, el ingeniero civil, Luis Manuel y la estudiante de economía, Luzdari Fernández García, apoyan a su padre con la compra de material de bioseguridad.

De esta manera, el profesor Luis da a la comunidad educativa de Honduras una lección “de oro”: Para educar a los niños “catrachos” durante la pandemia de COVID-19, más que tecnología, se precisa oír la voz de esos maestros nobles expertos en la enseñanza, llenos de valiosas propuestas, y sobre todo, de amor por la niñez.

La esposa del profesor, Nolvia García, y sus hijos Jhoiner, Karen, Luis Manuel y Luzdari Fernández García, son su mejor apoyo.
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