¿Por quién votar?

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9 de septiembre de 2021
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12:04 am
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¿Por quién votar?

Carolina Alduvín

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Por: Carolina Alduvín

Faltan apenas 80 días para las elecciones generales, una indeterminada cantidad de encuestas se han levantado en las últimas semanas, siendo las más confiables las que no se hacen por encargo -por aquello de “el que paga, manda”- sino las que hacen objetivamente los propios interesados en saber cómo están posicionados y en dónde hacer sus mejores apuestas. Revisando algunos reportes de la consulta presidencial, hecha de forma aleatoria en vecindarios populares, los números varían ligeramente, pero los porcentajes son consistentes. El mayor siempre lo ostenta el abstencionismo, con cifras cercanas al 60% y nunca menores a la mitad absoluta. Marcan desde el momento mismo en que manifiestan al encuestador que ni siquiera están interesados en contestar su primera pregunta.

Entre los que disponen de tiempo y responden, la “mayoría”, entre 13 y 15% manifiestan simpatía por las liebres, con tendencia izquierdosa, cuya agenda tradicional de justicia social y redistribución de riqueza, se ha trastocado para dar prioridad a la llamada diversidad sexual, lenguaje inclusivo, matrimonio igualitario, pro aborto y -aunque no lo digan- socialismo siglo 21, con venezolanización incluida. Alguien por ahí declaró: “para eso que mejor siga el narco”. O sea que, probablemente, ese porcentaje hasta haya disminuido.

A continuación, ostentando entre 10 y 13%, el payaso bipolar con incontenibles deseos de figurar, tan inepto para la política que solo cuenta con la enorme habilidad de congregar masa para luego dejarse arrebatar no solo un partido de su creación, sino una alegada primera magistratura que jamás logró demostrar y mucho menos defender ni ocupar. La tercera posición corresponde al candidato oficialista, rondando el 10% del voto popular, lo que nos indica que, si queda, como se da por hecho hasta entre quienes nos ayudan y vigilan, pues será porque alguien hará lo que se tenga que hacer. Existen varias iniciativas para prevenir lo que se presume sucedió en los dos comicios generales previos, pero resulta que el árbitro parece solo reconocer de manera oficial a quienes cree son parciales del consejero a la cabeza.

Ya fuera del pódium de premiaciones, vienen los restos del otrora glorioso Partido Liberal, que apenas atisba al 5% o menos, producto -entre otros factores- de contar con una mayoría que eligió a un personaje muy alejado de lo idóneo para encabezarlos. El resto no merece más que una mención colectiva, 10 partidillos de maletín, que combinados no suman ni el 1% y que, de acuerdo a la percepción popular, no son más que paleros del partido que gobierna, que para haber sido registrados por la autoridad correspondiente necesitaron no solo algunos miles de firmas, sino considerables erogaciones y engorrosos trámites -cuyos fondos se duda provengan de bolsillos particulares, en estos dorados tiempos- facilitados por una Ley Electoral que se cambia en una legislatura sí, y en la siguiente también, para acomodarse a las pretensiones continuistas de quienes tuvieron mayor habilidad que las liebres en aferrarse a las mieles del poder.

Hay una decimoquinta posición, ocupada por un candidato independiente, cuyo capital político es la denuncia valiente y mordaz, con las pruebas en mano y por las redes sociales de cuanto acto de corrupción deja rastro documentado. Me imagino que, a estas alturas, si sigue respirando e investigando es porque no pasa del espectáculo mediático, hasta donde llega mi conocimiento, nada ha sido judicializado, y dudo que valga la pena tomarse el riesgo, en vista de la inoperancia del fiscalito de juguete con que cuenta la nación. Su cuota, de acuerdo a las encuestas 0.25%, más que suficiente para lograr la inscripción, capaz de dejar sin respuestas al cronista deportivo con delirio de grandeza, de poner en evidencia sus inconsistencias y falsedades ante el público.

Nada de lo anterior otorga credenciales para gobernar, ni siquiera para saber rodearse de los mejores. Pero volviendo a los que cuentan con algún porcentaje entero, es del dominio popular que ninguno se maneja solo; por el contrario, son las caras presentables de los que en el pasado han contribuido a armar y refinar el actual desastre en que el país está inmerso, en cada aspecto que podamos mencionar. La gran mayoría, incluidos los abstencionistas, anhelan sacar del poder al actual gobernante junto a sus incondicionales, pero pocos están dispuestos a salir de su zona de confort para lograrlo. Muchos tuvimos por quién votar, hasta que cedió la cabeza.

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