Por quién debemos votar

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10 de septiembre de 2021
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12:03 am
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Por quién debemos votar

CONTRACORRIENTE:
Por: Juan Ramón Martínez

De cara a las elecciones del próximo 28 de noviembre, muchos nos preguntamos por quién votar. Y es razonable. El voto debe ser ejercido en forma racional. Como expresión de libertad y con conciencia que, con ello, se contribuye a orientar el destino nacional. David Cortez me ha escrito pidiéndome consejos. Reconoce que ha leído mis artículos “desde hace ya algunos años y siempre me orientan sobre la actualidad política y económica del país sobre todo en este último tiempo que existe mucha negatividad en la población y no se ve claro el panorama”. A renglón seguido afirma su voluntad de votar. “En esta etapa que estamos en la campaña electoral me he tomado en serio la oportunidad de ir a votar y quisiera hacerlo por el mejor candidato independientemente que tenga o no posibilidades de ganar la elección. He estado analizando a algunos de los candidatos en forma objetiva, sin prejuicios. En este sentido le solicito me pueda sugerir dos o tres candidatos a la Presidencia a tomar en cuenta”.

La valiosa, inteligente y cerebral nota de Cortez, me permite responderle como corresponde, para lo cual, precisaré de algunas reflexiones iniciales. La primera de ellas es que la política es, después del sacerdocio -más el de mis primeros tiempos que el de ahora, desafortunadamente- la actividad más noble de un ser humano. Pero sin perder de vista que la política es, una pasión que estimula la confrontación con otros que, también participan en la misma. De forma que el voto es más efectivo, cuando rehúye los encierros de la pasión y se encamina, tranquilo y sereno, por los caminos de la búsqueda del bien común. Porque la política sin sentido, es un peligro. Y si se ejerce por simple figuración, por venganza o para recuperar negocios, en vez de contribuir con el bienestar de la colectividad, se convierte en una carnicería, un muladar en donde patinan los más irresponsables; y en el más peligroso camino para la destrucción de la sociedad.

El punto de partida es, el reconocimiento del elector, que la función que ejecuta frente a la urna, es el ejercicio de su dignidad, de su libertad y su más elevada conciencia de ser humano. De modo que debe evitar, la manipulación, la instrumentalización; incluso la obediencia servil de nadie al momento de decidir por un candidato, un partido o una propuesta. La segunda cuestión es que, al votar en forma cerebral, se vuelve un ciudadano, un ser libre que participa en la política, buscando que las cosas mejoren, reconociendo además que tiene unos intereses que los candidatos probables pueden defender o peligrar, según de quien se trate. Es decir que el interés del ciudadano, debe calzar con la propuesta, la personalidad y la confianza que le provoca la persona escogida para recibir el honor de su voto. En otras palabras, no puede votar por alguien que no le dé garantía que protegerá sus intereses y, mucho menos, por aquella que en forma evidente, representa todo lo que busca: su seguridad personal y la de sus bienes, la convivencia armónica entre todos los miembros de la sociedad, la defensa de la vida, la libertad y el fortalecimiento de democracia, enmendando los errores cometidos y creando las mínimas condiciones para que el gobierno no atropelle la libertad de las personas en sus actividades privadas. Y que teniendo conocimiento exacto de los problemas que configuran la realidad, cambiará las cosas para que la democracia se fortaleza, la economía se desarrolle y se reduzca la pobreza y la miseria en la que estamos ahogándonos. En pocas palabras, debe verificar la competencia básica del candidato, para que le dé garantías que -gane o no- es idóneo, es decir que, tiene la competencia para desempeñar el más alto cargo que se le puede confiar a un hondureño.

Pero no basta con ser competente. Debe exhibir una alta moralidad de modo que no hará de la política un negocio; ni del gobierno una forma de enriquecimiento personal o de sus familiares, en forma “legal”; o engañando a los países con los que tenemos relaciones. Y finalmente, que tendrá la humildad suficiente para entender que, es un mandadero, de los electores. Y un esclavo de la ley.

Cortez me pide tres nombres: recomiendo a Rosenthal, Asfura y Vásquez Velázquez.

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