Antecedentes decisivos de Cádiz

ZV
/
12 de septiembre de 2021
/
12:38 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Antecedentes decisivos de Cádiz

Clave de SOL:

Por: Segisfredo Infante

Se me había empapelado el libro de Mario Rodríguez titulado “El experimento de Cádiz en Centroamérica, 1808-1826”. Es un libro sobreviviente del ataque despiadado de las termitas, que después de fumigarlas tantas veces, ahora han determinado comerse mis libros de “Historia” universal y regional, incluyendo los de la época colonial, porque los habían pasado como desapercibidos; o tal vez porque los habían dejado, estos libros, como un postre de sobremesa. Así que me siento inclinado a acariciar este volumen publicado en castellano en 1984, con una edición previa en inglés de 1978.

Todos sabemos que las tropas del emperador Napoleón Bonaparte invadieron alevosamente el territorio de España en 1808, y que Mauricio de Talleyrand le había aconsejado jamás incurrir en este error, por el carácter levantisco de los españoles y por otros detalles históricos fundamentales. Pero Napoleón hizo caso omiso del consejo e impuso en la regencia de la península a su hermano José Bonaparte, quien dicho sea de paso era un hombre moderado, con ideas reformistas. España quedó como un país acéfalo tanto en los poderes peninsulares como en las estructuras virreinales, y este vacío fue aprovechado al máximo por nuestros próceres ilustrados; por unos más que por otros.

En tal contexto sumamente adverso fueron convocadas las “Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz”, bajo la vigilancia originaria de las tropas napoleónicas, con el fin de elaborar una “Constitución Política de la Monarquía Española”, redactada con ribetes “liberales” y promulgada en sesión extraordinaria el 19 de marzo de 1812. Se afirma que asistieron trescientos diputados, de los cuales sesenta representantes llegaron desde las remotas tierras latinoamericanas, a reclamar y a legislar en favor de los intereses de las élites criollas, que habían acumulado ciertos capitales privados en el curso de la historia colonial, ocupando puestos subalternos en las audiencias y capitanías provinciales. En representación de Centro América asistieron seis diputados, entre ellos el costarricense don Florencio del Castillo, quien adquirió, en Cádiz, la fama retórica de “Mirabeau Americano”.

Pero la verdad es que los criollos y mestizos coloniales más prominentes jamás lograron ocupar los puestos políticos y administrativos más encumbrados, ni mucho menos determinar las políticas comerciales (interregionales e intercontinentales), en las cuales, de hecho, estaban involucrados. Exceptuando, en otro tema, a ciertos personajes del clero diocesano, tal como un obispo de Comayagua, quien fue un príncipe de origen tlaxcalteca. Una vez le escuché decir a Mario Felipe Martínez Castillo que Simón Bolívar, al comenzar su gesta independentista, “era uno de los hombres más ricos del mundo”. Pero nunca hemos logrado comprobar tal extremo, por lo menos hasta ahora.

Lo más importante, desde la óptica del “Reyno de Guatemala”, es decir, de las provincias centroamericanas, es que bajo la influencia borbónica reformista se inauguró en 1795, para consolidarse en 1812, la “Sociedad Económica de Amigos de la Patria”, que era una réplica positiva de la “Real Sociedad Económica de Madrid”, y de otras similares en el resto de la península. Los dos primeros periódicos privados que circularon en América Central, fueron inspirados y motivados por las emanaciones intelectuales de la Ilustración europea, y asimismo por los principios de la “Constitución de Cádiz”, misma que fue derogada por el rey Fernando Séptimo el 4 de marzo de 1814, y rehabilitada, seis años después, por el mismo rey absolutista el 8 de marzo de 1820.

“El Editor Constitucional”, fundado y dirigido por don Pedro Molina, se cobijó bajo los preceptos legales de la “Constitución Monárquica” de Cádiz. Por su parte don José Cecilio del Valle, siguiendo las pautas de las sociedades patrióticas, fundó de su propio bolsillo dos periódicos: “El Amigo de la Patria” y “El Redactor General”, cuyos paquetes llegaban a Comayagua y eran recibidos por Francisco Morazán. Probablemente también llegaban a Tegucigalpa. Después de estudiar a ambos periódicos contrarios, he llegado a la conclusión, casi definitiva, que eran muchas más las coincidencias profundas que las diferencias superficiales entre Pedro José Antonio Molina Mazariegos y José Cecilio Díaz del Valle. Naturalmente que Molina era un intelectual disperso, y del Valle era bastante sistémico en sus estudios y propuestas.

Ambos personajes, incluyendo otros próceres de América Central, estuvieron influidos, poderosamente, por las ideas ilustradas que llegaban de Europa, especialmente de Francia, Inglaterra, España, Alemania y Estados Unidos. Pero vale la pena subrayar que “El experimento de Cádiz” fue decisivo al momento de adoptar los giros políticos, intelectuales y militares por parte de los hombres más sensitivos en favor de la causa independentista, y en la construcción de las nuevas repúblicas “latinas”. Razón por la cual es importante releer, con ojo crítico, este libro de Mario Rodríguez.

Más de Columnistas
Lo Más Visto