Toncontín un auténtico santuario

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12 de septiembre de 2021
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12:47 am
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Toncontín un auténtico santuario

Algo más sobre la numismática

Por: Mario Hernán Ramírez
“Presidente vitalicio Consejo Hondureño de la Cultura Juan Ramón Molina”

De que otra manera podemos membretar nuestro trabajo de hoy, si este emblemático patrimonio cultural de Tegucigalpa ha sido visitado por millones de hondureños y extranjeros que han subido y bajado por las aeronaves que han utilizado su antañona aeropista que ya cuenta con cien años de existencia.

Nosotros, que conocimos este histórico sector de la capital hondureña allá por los años cuarenta del pasado siglo, en el que ni remotamente se pensaba en la existencia de colonias como Loarque, Río Grande, Satélite, 15 de Septiembre, Lomas de Toncontín, La Pradera, Santa Bárbara y muchas más unidades habitacionales que han ido poblando los alrededores de este santuario, mil veces venerado, admirado y respetado por todos los que hemos disfrutado sus servicios; recordamos aquellos lejanos tiempos en que colindaban las propiedades del acaudalado Santos Soto, del intelectual Paulino Valladares, de la familia Godoy Barrientos, del poeta laureado Luis Andrés Zúñiga y otras afortunadas familias de la época; traemos a la mente las aguas cristalinas del río Choluteca en el que disfrutamos momentos de solaz y esparcimiento, junto a la familia Medrano Díaz, encabezada por el distinguido empresario don Alfredo, su honorable esposa doña Paca, sus hijos Héctor Alfredo, Gustavo, Marcos, Mario, Oscar, Olga y Armando, con quienes por el parentesco que nos unía disfrutábamos del privilegio de ir a temporar en la zona de Loarque, que como queda indicado era propiedad de la familia Soto, pero que don Alfredo, con probidad y verdadero profesionalismo regenteaba, no solo las propiedades rurales sino también las urbanas como la tienda La Samaritana y una gran cantidad de residencias que esta acaudalada familia siempre ha mantenido.

Sin embargo, también hubo momentos de inmensa alegría cuando lográbamos llegar hasta Germania, donde Marianita hija de don Chayo, residía, pues había tenido la suerte de que doña Coca, la viuda de don Paulino Valladares la adoptara y de esa manera existía una afinidad muy peculiar.

Pero, nuestra constante permanencia eran los Llanos del Potrero, en las que don Nazario Godoy, hermano de don Luis, herederos de esa gran extensión territorial, poseía la mayor parte del terreno y que era precisamente la casa donde nosotros habitábamos, es decir en el centro de Comayagüela, desde donde viajábamos en caballos, carretas de bueyes y a veces a pie, para saborear los elotes cocidos, asados, atole y tamalitos que el maíz produce, lo mismo que la leche y frutas que en esa zona abundaban.

Independientemente de lo anterior, ese sector prácticamente se encontraba virgen, eso sí, lleno de árboles, arbustos y flores de toda especie, por lo que como es natural, abundaban también los animales propios de ese clima como conejos, ardillas, guazalos, cusucos, pichetes y hasta garrobos e iguanas, acompañados con Moisés y Mario Arriaga, “El negro” Luis Martínez Zambulá; Alberto Herrera y uno que otro de los compañeros de barrio nos internábamos en lo espeso de aquella selva, casando estos animalitos y hasta palomas turcas, de castilla y otras aves propias del sector.

Esos son los recuerdos que vienen a nuestra memoria, ahora que se habla tanto de Toncontín y Palmerola y que, afortunadamente la inmensa mayoría coincidimos en que Toncontín igual que la Catedral Metropolitana, el puente Mallol, parque La Concordia, estatua de Morazán y monumento a Juan Ramón Molina y otras reliquias valiosísimas que posee la capital de Honduras, debe cuidarse primorosamente y mantenerlo y sostenerlo hasta la eternidad, porque Toncontín es una verdadera joya diamantina, primorosamente decorada con oro del Guayape y demás encantos que la naturaleza le ha dado a Honduras para que embellezca sus principales atractivos; ese es Toncontín, el primer aeropuerto de Honduras que nació allá por 1920 y por el cual han pasado personajes como Charles Lindbergh, Evita Duarte de Perón, Richard M. Nixon, Juan Carlos I de España; Su Santidad Juan Pablo II y pare usted de contar porque Toncontín registra históricos momentos, como cuando la guerra con El Salvador en 1969 ocupó un primerísimo lugar, ya que desde su base salían los corsarios que heroicamente defendieron la soberanía nacional con Fernando Soto Henríquez a la cabeza, por supuesto, bajo la dirección del ahora general Enrique Soto Cano, disfrutando en la ciudad de La Paz de la honrosa condición de retiro como héroe nacional, desde luego que nuestro gran y buen amigo Walter López Reyes, también jugó un papel decisivo durante esa tristemente célebre guerra; empero, hay otro gran acontecimiento que enriquece mucho más el valor de Toncontín y es el que se registró en 1998 cuando el de igual forma tristemente célebre Mitch hizo destrozos en la República y la mayor parte de ayuda internacional llegó hasta las puertas del Toncontín, desde donde se repartió al resto del país; entonces, quedamos claros en que Toncontín, por nada del mundo debe desaparecer de la esfera económica, política y militar de nuestra querida Honduras. Es lógico pensar que Palmerola viene a convertirse en un verdadero polo de atracción turística, comercial y de otras áreas que nos agenciarán sin duda alguna muchas divisas y que aplaudimos su próxima inauguración solemne, con lo cual levantará mucho más el perfil, no solo de Comayagua sino de ciudades como La Paz, municipios, aldeas y caseríos de sus alrededores.

Pero Toncontín reiteramos debe continuar siendo el pionero, el líder, el original y auténtico primer aeropuerto de Honduras y su vida tiene que continuar vigente, como vigentes están las pirámides de Egipto y el Coliseo romano.

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