Honduras entre la cumbre y el abismo

MA
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15 de septiembre de 2021
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12:52 am
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Honduras entre la cumbre y el abismo

¡Liberales! La victoria se construye la derrota también

Luis Alonso Maldonado Galeas
General de Brigada ®

Honduras, aún sin nombre, Lempira la elevó más alta que El Congolón, perdió la batalla, también la vida, mantuvo el honor; la lucha por la libertad le dio el mérito a la flecha en contra del arcabuz, la soberanía no se sometió a transacción y la dignidad resplandeció en la provincia de Cerquín. La raza lenca, dejó huellas de heroísmo.

Más héroes y próceres marcaron espacios y tiempos, que integralmente fueron edificando el perfil del ciudadano, la fuerza de las instituciones, los fundamentos de la democracia, los alcances de la República. Valle repartió sus luces, su talento, su sabiduría, abrió los caminos hacia la ciencia y la razón, Morazán mostró su genio, su entereza, su lealtad, su perfil de estadista; la libertad fue la causa de su revolución, la unidad su objetivo, aún pendiente. Herrera le imprimió dinamismo a la institucionalidad, formar ciudadanía fue su consigna, construir la República su misión, Cabañas intachable y valiente, dejó como legado la virtud, el servicio desinteresado y el amor patrio, de hecho, su fidelidad para con la patria, marcó indeleblemente esa indisoluble relación, todavía se siente; Reyes abrió las avenidas al pensamiento creativo, a la expresión cultural, al estudio y la investigación científica. Con estos hombres de valor, la Honduras independiente, cargando otras cadenas, alcanzó la cumbre.
Entre descensos y ascensos, caer y levantarse, Honduras fortaleció su identidad con su propia Bandera, su Escudo y su Himno Nacional. Los contenidos heráldicos son expresiones de historia, territorio, valores y aspiraciones; suficientes motivos para mantenerlos, alcanzarlos y defenderlos a cualquier costo. Le siguieron reformas constructivistas, procesos evolutivos de las ideas liberales, creación de entidades democráticas, usurpaciones y continuismo en el poder, gobiernos dictatoriales, contiendas entre hermanos, estancamiento de las libertades públicas, inversiones externas indignantes y uno que otro signo de republicanismo. Hacían la diferencia con su pensamiento libre, Molina, Turcios, Guillén Zelaya y otros insignes intelectuales, creando el balance entre el realismo y el idealismo, pretendiendo desde la palabra, darle un tinte de humanismo al ser con un impulso esperanzador, por eso: “Excelsior”, la “Oración del hondureño” y “Lo Esencial”.

Un período de ejercicio dictatorial del poder durante 16 años, estancó la democracia, rompiendo todos los esquemas propios de un estado de derecho, El grito de justicia social por los trabajadores, dio paso a la promulgación de leyes que reivindicaron sus derechos, las Fuerzas Armadas frenaron un proceso continuista en 1956, dando un golpe de Estado conveniente, que creó las condiciones para restablecer la República. Honduras se movía deteniéndose, retrocediendo y avanzando. Cayó al abismo, cuando otra vez las Fuerzas Armadas dieron un golpe de Estado en 1963 a un gobierno constitucional. Una herida mortal a la democracia.

Más tarde, en 1982, Honduras estrena la actual Constitución, surge de la voluntad del poder constituyente, de una transición política estable y pacífica acordada entre civiles y militares, que trazó el rumbo y creó las expectativas para un futuro promisorio, que a la fecha luce incierto, difuso y desalentador. Lo que parecía ascenso se convirtió paulatina en principio y aceleradamente después, en una estrepitosa caída. Todo luce como un delito de lesa patria con aristas de haraquiri, a juzgar por los autores, las víctimas y las circunstancias.
El escenario de riesgo se configura por la interacción errática, perversa y abusiva de los líderes/jefes políticos, los partidos, los activistas, los funcionarios públicos, los ciudadanos y el pueblo en general. La principal causa: el continuismo en el poder, el principal obstáculo: la Constitución, los principales aliados: quienes ejercen el poder, la coyuntura a favor: ciudadanía inculta e indolente. Nada se mueve al azar, nada obedece a que el pueblo logre sus aspiraciones, que el Estado mantenga y defiende sus intereses o alcance sus objetivos; todo es una conspiración planificada, preparada y ejecutada, con la ventaja que da el poder, la simpatía que genera la demagogia, la adhesión que facilita la dádiva y el privilegio, la expectativa de ser parte de las estructuras del poder y la rentabilidad compartida que ofrece la corrupción y la delincuencia gubernamental. La tentativa de continuar ilegalmente en el poder en 1985 y 2009, con el delito perpetrado en 2017 para el mismo fin, evidencian la tesis de que Honduras se muestra hoy como un Estado disfuncional, degradado y antidemocrático.

En efecto, si el poder está centralizado en el ejecutivo, si se ha usurpado la soberanía del pueblo, si se legisla para facilitar la impunidad, si la corrupción es un acuerdo entre estructuras del poder, si se ha politizado la justicia y se ha judicializado la política, si se ha violentado el principio de apoliticidad de las Fuerzas Armadas, si los partidos políticos son instrumentos de intereses particulares y sectarios, si no hay independencia de poderes, si la democracia es tan solo un ejercicio electoral fraudulento, si el voto en plancha anuló la libertad del ciudadano para ejercer el sufragio, si el canibalismo es una práctica frecuente al interior de los partidos, si se legisla para vender la soberanía, si la narcoactividad ha permeado los órganos del Estado, si se relativiza la moral, la ética y la fe; Honduras ha caído en el abismo, arrastrada por sus malos hijos, muchos de ellos traidores malparidos.

Doscientos años después del grito de Independencia, el desafío es salir del abismo y ascender hacia la cumbre; habrá que abrir la brecha de la liberación, romper las ataduras de la indolencia, formar al hondureño para servir, con perfil de humanista, en armonía con sus semejantes, la naturaleza y el Creador; donde prevalezca la fuerza de la idea y la razón, recobre el pueblo su poder y todos doblemos rodillas, como signo de humildad y grandeza.

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