¿Independencia ficticia?

MA
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15 de septiembre de 2021
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12:48 am
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¿Independencia ficticia?

Óscar Lanza Rosales
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Al igual que la mayoría de los hondureños y también de los centroamericanos, ahora que estamos cumpliendo 200 años de independencia de los españoles, yo me he preguntado estos días, ¿qué cambios significativos, positivos o beneficiosos, hemos tenido los habitantes de esta tierra, debido aquel acto, supuestamente de gran trascendencia que se dio el 15 de septiembre 1821, con el objetivo de separarnos de la monarquía española?
Se supone que era para decidir nuestro propio destino y de gozar del derecho a la autodeterminación. Para crear una nación libre, próspera y respetada entre las naciones del mundo. Una República democrática y libre, soberana e independiente -como se define a Honduras en nuestro escudo nacional- para mejorar el bienestar del pueblo. Pero nos separamos de la monarquía española, que se llevaron el oro y la plata, para caer en la influencia del imperio estadounidense, que -desde principios del siglo XX hasta nuestros días- con su poder lo que han hecho es beneficiar a sus compañías (bananeras y mineras principalmente) con grandes concesiones, con el único compromiso de generar empleo. Y se han atrevido a utilizar nuestro territorio para invadir a Guatemala en 1953, Nicaragua en los años 80 y a establecer una base militar en Palmerola.

Pero todos aquellos ideales de independencia de la unión de Centroamérica, ¿adónde han quedado?
En el caso de Honduras: ¿adónde quedó el protagonismo de José Cecilio del Valle, como pensador en la Declaración de Independencia? ¿El idealismo apasionado de Morazán por la unión de Centroamérica? ¿La honradez de Cabañas? ¿El pensamiento del reformador liberal Ramón Rosa?

De 1840 a 1875, pasamos enfrascados en la disputa de las Islas de las Bahía y La Mosquitia con Gran Bretaña, y el escándalo por el fraude cometido para financiar el ferrocarril nacional, por parte de los nacionales Víctor Herrán y Carlos Gutiérrez, en contubernio con los banqueros ingleses y franceses.
De 1876 a 1900, vivimos una época de estabilidad y esperanza, por las obras de la Reforma Liberal iniciada por Marco Aurelio Soto, como presidente y Ramón Rosa, como secretario de gobierno, y que continuaron los gobernantes Luis Bográn y Policarpo Bonilla.
Pero los primeros 50 años del siglo XX los perdimos, en las revoluciones sangrientas (1900-1924) y en la dictadura de Tiburcio Carías (1933-1948) que, en nombre de la paz, estancó el desarrollo de Honduras por 16 años.

De 1950 a 1975, volvimos a vivir una época de florecimiento, por los gobiernos progresistas de Gálvez, Villeda Morales y en parte, los que presidió López Arellano. Contribuyeron a ese desarrollo, la apertura del Mercado Común Centroamericano, la reforma agraria y la creación de bancos de desarrollo: Banco Nacional de Fomento, Financiera Honduras y el BCIE. La mayor beneficiada fue la zona norte, principalmente San Pedro Sula, que tuvo un gran auge económico en esta etapa, al impulsar su industria y su gobierno municipal.
Actualmente, Centroamérica está gobernada por dictadores y gobiernos despóticos, que fomentan la corrupción y la impunidad, exceptuando Costa Rica.

Honduras está en su mayor crisis de su historia, acentuada por la pandemia. Somos víctimas de múltiples problemas -narcotráfico, violencia, pobreza, desempleo, corrupción y malos gobiernos- al grado que nuestros sueños ya no están en nuestra tierra sino en Estados Unidos y Europa. La mayoría quiere emigrar.
Todos somos responsables de esta situación, en particular, los políticos, empresarios, el sindicalismo y los campesinos.

El Partido Liberal y el Partido Nacional, que han gobernado el último siglo a Honduras, por sus grandes desaciertos -con algunas excepciones- por la precaria situación en que nos tienen, deberían pedirle perdón al pueblo hondureño por todos los perjuicios que nos han causado en nuestro bienestar, y hacernos la promesa que van a cambiar para mejorar.
Los empresarios, que se repartieron con la cuchara grande con préstamos de la Corporación Nacional de Inversiones, y que no pagaron.

Los sindicatos -junto con los políticos- son responsables de los descalabros de las instituciones autónomas, exceptuando quizás la UNAH.
Los campesinos en cooperativas de la reforma agraria, que con la libertad que les concedió la ley de modernización agrícola, vendieron sus tierras y cultivos a particulares, después que el pueblo hondureño con sus impuestos habían hecho un gran esfuerzo para financiarlos.
La integración Centroamericana no camina. Tenemos muchos organismos politizados, burocratizados e inoperantes -exceptuando el BCIE- de los cuales no se puede esperar nada bueno, salvo el despilfarro de recursos.

No perdemos la esperanza que vendrán en el futuro mejores generaciones, estadistas y ciudadanos, que nos encausarán por nuevos y mejores derroteros. ¡Dios salve a Honduras!

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