A domicilio, doctora Malyn Zelaya lleva esperanza de vida a personas con COVID-19

ZV
/
18 de septiembre de 2021
/
05:10 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
A domicilio, doctora Malyn Zelaya lleva esperanza de vida a personas con COVID-19

Sin importar el riesgo de contagio, la doctora Malyn Zelaya atiende a pacientes con COVID-19 en sus casas.

Por: Carolina Fuentes

“Buenas noches doctora, tengo a mi hijo con síntomas de COVID-19, ¿puede venir para atenderlo?”. Frases como esta, entre la angustia y el llanto, comenzó a escuchar por teléfono la doctora Malyn Andrea Zelaya García, desde julio del 2020, cuatro meses después de que iniciara la emergencia sanitaria por la pandemia del COVID-19 en Honduras.

Consciente de que los hospitales públicos y los centros de triaje en Tegucigalpa estaban repletos de pacientes, y que muchos hondureños no podían costearse la atención en un centro asistencial privado, la profesional tuvo una brillante y solidaria idea…

Sin pensar en el riesgo que correría, al estar “cara a cara” con el mortal virus, la doctora Zelaya decidió recurrir a las redes sociales para promocionar sus servicios médicos a domicilio, para aquellos compatriotas contagiados por la nueva enfermedad.

Hoy, esta profesional cuya labor se destaca en la sección Ángeles de la Pandemia, se ha convertido en una luz de esperanza para los pacientes que, ante los síntomas de COVID-19, solicitan su atención en casa, logrando ganarle la batalla al mortal virus, en la mayoría de los casos.

La doctora Malyn Zelaya García también labora en las salas COVID-19 del Hospital Escuela Universitario.

VALIOSA OPORTUNIDAD

Cuando la doctora Zelaya comenzó a ofrecer las consultas a domicilio, ya laboraba como médico de planta de una empresa privada. Además, un mes antes ya había aceptado el desafío de integrarse a la recién creada área COVID-19 del Hospital Escuela Universitario (HEU), pese al pánico que la nueva enfermedad generó en ese entonces en toda la población.

Recuerda que “decidí empezar a trabajar directamente con pacientes COVID19 y me promocioné por redes sociales, explicándoles a los pacientes que hacía visitas a domicilio y evaluación de pacientes COVID-19”.

A casi dos años de desarrollar esta labor, la entrevistada afirma que “esta ha sido una de mis experiencias más bonitas, de más aprendizaje y de más crecimiento personal, sobre todo que ha alimentado mucho más mi vocación”.

Con satisfacción, agrega que “comencé en julio del 2020, y hasta el día de hoy son muchos los pacientes a los que he podido llegar, he podido colaborar en su tratamiento, y juntos hemos podido sobrellevar el peso que ha dejado esta pandemia”.

Para Zelaya, “el recibir la gratitud y bendiciones de la gente, cada vez que salgo de una casa, y me dicen doctora ya no tengo síntomas, me siento mucho mejor, ¡Eso alimenta mi alma!”.

En el 2017, junto a su familia, cuando se graduó de médico general en la Universidad Católica de Honduras.

UNA ARDUA LABOR

Desde junio del 2020, la valiente profesional labora en el Hospital Escuela Universitario. Su primer día de trabajo en la recién inaugurada sala COVID-19 del tercer piso, le resulta inolvidable, pues le tocó atender a 50 pacientes internos.

“El único médico general que había ese día era yo…, me tardé como unas cinco horas en revisar a todos los pacientes, tomarles los signos vitales, en revisar que estuvieran bien, después tenía que llenar sus expedientes para que enfermería cumpliera las órdenes médicas”, explica.

Actualmente, Zelaya hace turnos rotativos en la Unidad de Cuidados Intensivos de COVID-19, donde están los pacientes más graves; en el domo COVID-19, con los más estables; y en la sala COVID-19 de enfermos renales.

Aún conmovida, relata que le tocó vivir la época en que a los pacientes con COVID-19 se les atendía en una carpa, “se compartían el oxígeno, fallecían tantos en tan pocos minutos… Esos días fueron días de pesadilla para nuestros hermanos hondureños”.

Por fortuna, según dice, “hemos evolucionado, se ha contratado más personal, ahora somos un equipo más grande y nos dividimos el trabajo entre todos”, por lo que la meta de cada día es unir talentos, esfuerzos y fe, para ganarle la batalla al COVID-19 y salvar vidas.

La profesional, junto a sus compañeros de trabajo de las distintas áreas COVID-19 del Hospital Escuela.

VOCACIÓN
SU PASIÓN: LA MEDICINA
La valentía de la doctora Malyn Andrea Zelaya García, de atender a pacientes con COVID-19, pese al riesgo de contagio, puso a temblar a su madre, Norma Marleny García Rubio, y a su “abuelita”, Francisca Rubio, quienes en un comienzo no veían con muy buenos ojos esa peligrosa labor. Pese a ello, la profesional no se echó para atrás en su decisión.

“Siempre, desde chiquita, decía que quería ser doctora para cuidar a muchos enfermos, siempre lo he pensado, yo nací para esto, yo disfruto esto, yo amo esto y los días que tengo más carga de trabajo, esos días le inyectan más energía a mi vida”, afirma la doctora, con emoción.

Zelaya García nació el 24 de septiembre de 1991, en Tegucigalpa y llenó de orgullo a sus padres, Norma Marleny García Rubio y Delmer Arturo Zelaya, al graduarse de médico general en la Universidad Católica de Honduras (Unicah), en el 2017.

Sus hermanos, Ellyn María, Francis Dennisse y Dereck Fernando Zelaya Rubio, la apoyan y admiran por su vocación de servicio.

Malyn Zelaya García nació en Tegucigalpa, el 24 de septiembre de 1991.

EXPERIENCIA
TRISTEZAS Y ALEGRÍAS
Aunque pone sus conocimientos y corazón al servicio de sus pacientes, tanto en el Hospital Escuela Universitario (HEU) como a domicilio, la doctora Malyn Zelaya asegura que “creo que con Dios todo es posible, que solo Dios basta, y que definitivamente él es el centro de esta lucha”.

“Tengo experiencias felices en las que los pacientes me han escrito, diciéndome doctora ya pasaron los 14 días y ya estoy muy bien, así como pacientes que lastimosamente han fallecido”, manifiesta.

Para el caso, recuerda a una colega a quien atendió en casa, con el COVID-19 ya avanzado, a quien con sumo esfuerzo logró conseguirle un cupo en el HEU.

“Es una paciente por la que lloré mucho y sufrí mucho porque tenía una hija pequeña, como de 13 años”, relata.

“Ese día que falleció me enteré por una nota de voz que me envió una familiar de ella…me dijeron que no tenían palabras para darme las gracias por mantenerlos informados, por cuidar con devoción a su familiar, esas cosas enternecen mi alma, alimentan mi vocación y me hacen sentir que vale la pena seguir luchando”.

Más de Lo Más Visto
Lo Más Visto