Un Bicentenario para reflexionar y rectificar

MA
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22 de septiembre de 2021
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01:00 am
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Un Bicentenario para reflexionar y rectificar

Guillermo Fiallos A.

Se ha dicho y escrito mucho sobre el Bicentenario. Algunas voces en contra y ciertas plumas a favor. No obstante, un hecho es cierto e indubitable: Honduras está cumpliendo 200 años desde que se independizó de España. Por tanto, es una efeméride que no se puede soslayar.

Varios afirman que no somos soberanos, ni independientes y menos, libres. En estas líneas no voy a profundizar en esos conceptos pues mi escrito no pretende analizar los alcances filosóficos de los mismos, sino, reflexionar sobre un acontecimiento sucedido hace 200 años y cómo nos encontramos después de transcurridos los mismos.
Este evento histórico solo lo evocaremos en esta oportunidad, pues nadie que lee en este instante, va estar con vida para el tricentenario. Incontables hechos han ocurrido desde aquellos días que nos convertimos en República. Una parte de los mismos han sido trágicos; otros, cómicos e irrisorios; pero también, ha habido triunfos y hazañas que nos deben enorgullecer.

Esta patria generosa que nos vio nacer y que también, recibirá nuestra partida de este mundo; no ha sido valorada y honrada por algunos de sus hijos pertenecientes a diferentes generaciones.
Desgraciadamente, 200 años después no solo continuamos, sino que, hemos acrecentado los vicios del pasado. Para nadie es un secreto que somos catalogados como uno de los países más corruptos del mundo. Aquí, se ha robado dinero público por quienes han llevado las riendas de la nación desde el pasado hasta el presente, la corrupción fluye: por los rieles de un ferrocarril interoceánico que nunca se concretó, por las guerras fratricidas provocadas que cubrieron de sangre el territorio, por contratos sobrevalorados celebrados entre el Estado y particulares, por la adquisición inaudita de remedos de hospitales que representan un insulto a la transparencia, por consultas egocéntricas, disfrazadas y engañosas…, por la traición y la maldad en su grado máximo contra los bienes del pueblo.

Son tantos los vicios que se han presentado que ya hasta hemos perdido la capacidad de asombro y, sobre todo, que tanto ayer como hoy, no ha habido castigo para los responsables; por lo que se condena a generación tras generación a pagar con creces, el deshonor y el saqueo de una dirigencia política que, con diferentes colores, matices períodos y tiempos, nos ha gobernado por dos centurias.
Ante tanta injusticia de 200 años, es tiempo que hagamos un alto en nuestras vidas y demos paso a la reflexión, pues debemos preguntarnos qué han hecho y qué hemos hecho con la República de Honduras.
Como mencionábamos, podemos contar con mujeres y hombres, quienes -aunque casi siempre fuera de los gobiernos-, llevaron prestigio a la nación y permitieron que el nombre de Honduras alcanzara el umbral de los astros. Hay miles y miles de hondureños anónimos en el hoy y el ayer que, en silencio y sin ruidos farisaicos, cubren de gloria nuestra bandera de cinco estrellas.

Quizá, lo que más impacta es la clase política que ha ostentado el poder en diferentes épocas y que siempre ha engendrado en su seno, esa criatura llamada corrupción. En algunos casos, ese ente se ha desarrollado tanto que parece un monstruo de dimensiones mitológicas, el cual devora los bienes nacionales; y luego, se engendra otro monstruo que oculta siempre al anterior hasta procurar que la memoria de los afectados, olvide los crímenes y atracos cometidos.

En este 2021, es momento que hagamos un espacio en nuestras vidas para meditar hacia dónde ha ido la República y hacia dónde es conducida. Y nos guste o no, quienes nos antecedieron y quienes respiramos actualmente, somos parte viviente de esta realidad y con mayor o menor grado de responsabilidad, por ser quienes somos a estas alturas.
Me pregunto: ¿qué pasará con la nación en los cien años por venir? ¿Habrá cambiado para entonces la realidad republicana? Sin embargo, el futuro incierto lo empezaremos a delinear nosotros, pero serán otros quienes lo moldearán.

Mientras tanto, vivamos este presente, en medio de una pandemia asfixiante, e imaginémonos que estamos frente a la tumba de nuestros próceres independentistas, a quienes les debemos rendir cuentas acerca de lo construido o destruido que está el andamiaje de la República. Considero que como está la situación, ni siquiera tenemos el valor de llegar a las puertas del cementerio donde descansan sus restos.

Recordemos compatriotas, esta conmemoración del Bicentenario es una oportunidad para reflexionar y rectificar.

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